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Cultura

Transición y esperanza

RAMÓN AVELLO

Domingo, 8 de mayo 2011, 04:13

La OSPA no nació de la nada. Había una tradición sinfónica en Asturias que supo consolidar. En los momentos claves de esa tradición están, en primer lugar, la formación, en 1939, de la Orquesta Sinfónica Provincial de Educación y Descanso, bajo la dirección de Amalio López. Posteriormente, Ángel Muñiz Toca dirigió durante veinte años la Sinfónica Provincial de Asturias (1943- 1963), heredera directa de la anterior. Muñiz Toca, violinista de talento y director entusiasta e intuitivo, cumplió una importante función musical que atrajo a intérpretes como Montserrat Caballé, Joaquín Achucarro, o Sainz de la Maza. A su muerte en 1964, la Sinfónica Provincial dio paso a la Orquesta de Cámara de Asturias, dirigida por San Timoteo y por Benito Lauret, quien enriqueció el panorama musical asturiano con obras dentro de un corsé nacionalista asturiano como las 'Escenas Asturianas'. Finalmente, a finales de la década del setenta del pasado siglo se fundó la Orquesta Sinfónica de Asturias, la OSA. Pese a la fiereza del acrónimo, la OSA alcanzó con Víctor Pablo Pérez, entre 1980 y 1986, un alto nivel artístico.

La OSPA es heredera de esta tradición. Los inicios de la orquesta fueron un tanto rocambolescos pero se contó con una persona extraordinaria, Inmaculada Quintanal, quien con un quehacer inteligente en la gerencia, disipó las nieblas. En mayo de 1991, dentro de los Festivales de Música de Asturias, se presentó bajo la dirección de Doron Salomon con un programa en el que figuraban los 'Tres Preludios Sinfónicos', de Julián Orbón . Salomon no encajó por cierta rigidez en la orquesta; le sustituyó Levine, buen violista y desigual director. En 1994, se nombró a Maximiano Valdés titular. Él cohesionó y dio proyección a la OSPA en tres aspectos esenciales: las grabaciones discográficas, las temporadas de abono y el respaldo a las actividades culturales, desde actos solemnes como los Premios Príncipe a las temporadas operísticas.

Los veinte años coinciden con la marcha de Valdés con lo que se abre un proceso de transición. En la diversidad de los directores de la actual temporada aflora la flexibilidad y musicalidad de los músicos de la OSPA. Las transiciones son épocas esperanzadoras, siempre que estos periodos no se prolonguen demasiado. Una orquesta joven -veinte años no es nada- necesita una dirección estable.

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