

Secciones
Servicios
Destacamos
POR ANA SALAS
Domingo, 1 de mayo 2011, 13:08
José Ramón Fernández Díaz es el dueño de Casa Ramón. Y su rincón preferido es su casa. Puede parecer raro, pero es que allí pasa todo el día. Vive en el piso de arriba del restaurante y a las ocho de la mañana ya se le puede ver de un lado para otro. «Siempre estoy aquí». Algunos días le dan las tres de la madrugada. Ramón es muy trabajador.
Dejó su pueblo de Salas, Cortes, en el 68 y se fue a Madrid a «prosperar». Allí trabajó de camarero y con el dinero que había ahorrado, en el 73 regresó a Asturias con la idea de coger un negocio. Buscó en Gijón, pero el dinero que le pedían por un traspaso en el antiguo muelle era demasiado. En Oviedo, en el antiguo Fontán, encontró un pequeño bar de 35 metros que se traspasaba. Le costó 800.000 pesetas. La renta mensual, 50.000.
El mercado funcionaba de forma muy distinta en aquella época. «Venían los mayoristas de fruta a las cuatro y media de la mañana y todas las tiendas de Oviedo venían aquí a comprar». Después se retiraban, dando paso a «las paisanas que traían de los pueblos las lechugas, los huevos... nada que ver con lo de ahora, que les dejan meter malamente algunas cosas los jueves y los sábados», cuenta. «Que se fueran nos perjudicó, porque los comerciantes venían a vender pero se llevaban pasteles, comían, tomaban café....». Ramón abría de cinco de la mañana a ocho de la tarde.
El Fontán ha variado mucho. Aquellos comerciantes se marcharon, y los edificios de la plaza son ahora un recuerdo de los días a los que se refiere Ramón. Gabino de Lorenzo, con la llegada a la Alcaldía, peatonalizó la plaza, instaló «farolas que alumbran porque aquí por la noche no se veía nada» e impulsó la reconstrucción de los edificios.
Antes, Ramón había rehabilitado el suyo. El bar de 35 metros (antigua pescadería) se le había quedado pequeño y empezó a comprar el edificio. Cuando fue propietario de todo el inmueble, el Ayuntamiento lo declaró en ruina y tuvo que cerrar. Del 91 al 96 reconstruyó la casa tal y como está hoy, en la que conserva las columnas originales. «No como en otras», añade. Y la polémica sentencia que les obliga a retirar las terrazas de los soportales es inevitable: «Eso está en la Audiencia, a ver qué dice». Cuenta que todos cuantos pasan por allí, «unos cinco mil al día», le preguntan qué pasará. «No viene bien solo por el comentario público».
Sin lujos
Ramón es muy serio. Apenas esboza de vez en cuando una pequeña sonrisa. Su vida es su negocio. «Aquí servimos los mejores productos, pero esto no es un sitio de lujos», advierte sentado en una de las mesas del espacioso comedor de la primera planta. Acaba de salir de la cocina. Supervisa todo. Abajo, un día de mercado, hay mucho trajín: camareros de un lado para otro atendiendo a los clientes de la barra y a los que están en las terrazas de Daoíz y Velarde y del interior de la plaza.
El Fontán de antes le gustaba, pero reconoce que tuvo problemas porque «se llenaba de maleantes». Ahora «está muy limpio», con «mucho encanto». Es su rincón preferido de la ciudad, «muy céntrico y siempre animado. Hasta en agosto». Allí pasa su vida.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.