La cultura pinta en blanco

Una ciudad en la que vestir de blanco significa mucho más que defender los colores de un equipo de fútbol que aspira a todo y a partir de hoy puede quedarse sin nada. Una ciudad en la que la cultura sale a la calle, se mezcla con niños, mayores y más mayores, se convierte en música, arte, danza, cerámica... Así es Avilés.

La primera 'Noche Blanca' de la villa congregó, en los distintos espacios culturales, a cientos de curiosos que no quisieron perder la oportunidad de plasmar sus ideas en un azulejo, estampar un pañuelo y disfrutar de conciertos, exposiciones, performances, recitales... Todo al mismo tiempo, para abrir un abanico de posibilidades a la altura de las grandes urbes europeas.

Uno de los azulejos del mural cerámico que quedará para el recuerdo en la Factoría Cultural será el de Sandra García. Es fácil de identificar: «tiene flores, un caracol, pájaros y hierba», indicaba esta avilesina tras haberlo dejado, junto al resto, al cargo de la directora del centro, Anabel Barrio, el coordinador de la actividad, Jesús Castañón, y el resto de expertos ceramistas. Con su madre, Rosa Isabel Calzada, y su tía, Eva Fernández, tenía, a eso de las siete de la tarde, la intención de participar en todas las actividades posibles hasta que el cuerpo aguantase, «que para eso es viernes», como le recordaba su madre.

El azulejo de Félix García, bastante más veterano que esta avilesina de 9 años, va de bicicletas. «Me gustan mucho», indicaba. Su esposa, Adela Rosa, aseguraba que la iniciativa cultural «sirve para los jóvenes y también para despejar, para hablar con otra gente, para perder la vergüenza». Para ella, alumna habitual de los talleres de pintura, «es todo un acierto».

Música y performances

La Casa de Cultura era otro de los centros neurálgicos de la tarde-noche. Y Morrigans, los 'culpables': gente de todas las edades para abarrotar el auditorio en el que tocaban. Hubo gritos, vítores y cientos de coros en cada canción, sinónimo de éxito. Allí estaban José Flórez, Pablo Prol, Rafa García, Noel Rodríguez y Marcos Álvarez con el resto de colegas, dispuestos a participar «en lo que se tercie» durante las actividades culturales. Las galerías Octógono, Vorágine y Amaga también programaron recitales y hasta un cóctel.

En la Plaza de Santiago López las actividades comenzaron poco antes de las nueve. La primera, y también simultánea al resto, era una peculiar performance: sobre un espacio en blanco -lógicamente- Jaime Rodríguez trazaba un camino, descalzo, dibujando sus propias huellas. En cada una, el DNI de las personas que le ayudaban durante el recorrido y que previamente se lo habían dejado escrito en su cuerpo. Covadonga Pérez, Carlos González. Borja Bautista y Aida Reguera, fueron cuatro de los participantes. Al explicar que creían que la iniciativa era una gran idea, Carlos se convirtió en portavoz del grupo. «Nos parece algo muy original, diferente, que da oportunidad a otras disciplinas y no es siempre lo mismo de abrir sólo una biblioteca o una triste exposición».