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Esto no es Esparta, sino Sporting
OPINIÓN ARTICULOS

Esto no es Esparta, sino Sporting

Los jugadores pueden llegar a creer que no hay vida después de Preciado y que no se dispone de tiempo para adaptarse a una situación nueva después de todo

JOSÉ ÁNGEL CAPERÁN

Miércoles, 5 de enero 2011, 04:31

Sin duda, Manuel Preciado es uno de los entrenadores con más carisma del fútbol español, alimentado estratégicamente con rifirrafes mediáticos que desvían interesadamente la atención de sus debilidades como todo buen líder carismático. Sin embargo, hay equipos que necesitan la batuta de alguien que destaque por encima del resto con una personalidad genuina. El Sporting es uno de ellos. Estos entrenadores tienen muchos defectos y pocas virtudes, pero sus virtudes están tan desarrolladas que solapan todas sus debilidades.

Los entrenadores carismáticos suelen funcionar a rachas positivas y negativas. ¿Qué hace que la tendencia cambie? Un punto de inflexión, algo que suponga un antes y un después, ya sea una goleada espectacular, un insulto 'mourinhense' hacia el equipo, la vuelta de unas navidades o el cese de un entrenador. Si no ocurre algo que corte la racha, los equipos así dirigidos suelen jugar siguiendo la inercia de los resultados, como si se tratará de un pésimo y traumatizante partido que durara ya nueve jornadas. Las personas, cuando acometemos cualquier desafío, incluso meter la llave en la cerradura de casa, vamos a nuestro almacén de plantillas mentales que tenemos en la memoria para seleccionar la secuencia que reproduce cómo meto la llave; si usted se imagina antes que la llave se desvía hacia la izquierda, no podrá meterla a la primera. Si yo le digo que no piense en un elefante rosa, ¿en qué está pensando? Si yo le digo: «Ten cuidado, no se te vaya a ir fuera el balón.». O si yo le digo a Ronaldo: «Cristiano, no pierdas la bola», ¿qué imagen mental está eligiendo Ronaldo? El inicio de toda acción es una imagen mental, y esta plantilla se crea a partir de la comunicación que existe entre entrenador y jugador y el jugador y él mismo. La parte que compete al jugador consigo mismo se ha de trabajar individual y personalmente. La parte que compete al jugador y al entrenador se ha de trabajar sobre el estilo que utiliza el entrenador a la hora de transmitir instrucciones y emociones a su jugador. Los carismáticos suelen basar la motivación de sus jugadores en su agresividad, aludiendo al 'poderío genital', pero no todos los jugadores necesitan más agresividad. Si yo voy revolucionado y aumento mi agresividad, mi tensión muscular se incrementa, mi corazón se acelera y me acabo agarrotando o soy incapaz de controlar mi técnica.

En estos casos, el trabajo individualizado es la clave. Los objetivos han de dirigirse, no sólo al equipo, sino a cada jugador en particular, ya sea mediante un sistema de puntuación individual, un trabajo en comunicación de objetivos e instrucciones personalizado y demás técnicas. Todos los jugadores son diferentes y necesitan que su entrenador sea flexible y sepa amoldarse a los estilos de cada uno. También que sepa evaluar el rendimiento de cada jugador al margen del resultado final. Un equipo de fútbol debe adaptarse al entrenador, pero también y viceversa. Sobre todo en épocas críticas es el entrenador el que debe adaptarse a los jugadores, porque no dispone de más opciones ni tiempo para hacer experimentos.

Ahora bien, los entrenadores de este estilo no se caracterizan por esa flexibilidad, pero el gran calado que tiene Preciado en el equipo y el haber vivido tanto juntos puede crear un 'síndrome de Estocolmo' que les hace adictos a su 'líder'. Estos jugadores pueden llegar a creer que no hay vida después de Preciado y que no se dispone de tiempo para adaptarse a una situación nueva después de todo. El modelo es el Barcelona. No me refiero a su entrenador, sino a la educación futbolística de su cantera, siendo las claves la madurez, la automotivación y el autocontrol. Está ayudando sobremanera el trabajo multidisciplinar que dirige Luis Enrique, con mi admirado compañero Joaquín Valdés como responsable de la psicología deportiva.

En el caso del Sporting, cuando al fin se dan dos buenos resultados consecutivos, el jugador ya tiene la plantilla correcta de lo que quiere y la actitud es positiva desde el primer minuto: puedo encadenar una nueva racha positiva, porque me apoyo en lo que quiero no en lo que no quiero. ¿En qué pensaba el Valencia cuando perdió la segunda final de la Champions? «Esta vez no se nos puede escapar, no podemos perder». Por lo tanto, ¿con qué imagen comienzo el partido? Viéndome perdiendo como el año anterior. La secuencia continua sintiéndome como me siento cuando pierdo: baja mi tono muscular, aumentan mis dudas y si antes iba a tirar a puerta, ahora hago un regate de más y la pierdo. Y, efectivamente, la historia se repite. El entrenador debe ser el garante de que sus jugadores se controlen y corrijan no sólo física o técnicamente, sino sobre todo mentalmente, ya que, al fin y al cabo, esta parte es la que determina el funcionamiento físico y técnico en un partido. La teoría es fácil de explicar y de aprender, pero sólo los entrenadores del siglo XXI (recordemos a Marcelino), los entrenadores de alto rendimiento, lo saben poner en práctica.

El carisma no es garante de nada, salvo para alentar a las masas. El problema es que el fútbol de élite es más parecido a un equipo de ajedrez que al batallón de la película '300'.

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