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GUILLERMO F. BUERGO
Jueves, 14 de octubre 2010, 04:20
Sobre la sorprendente aparición de jabalíes en el interior de las ciudades ya está todo visto y escrito, al igual que existen miles de documentos que ponen de relieve el notable incremento de la población de cerdos salvajes. No merece la pena volver a recordar unas y otras causas y razones.
Eran circunstancias que en la comarca apenas se palpaban, pero la situación dio un vuelco espectacular el pasado sábado cuando la jauría de una cuadrilla de cazadores llaniscos daba con el encame de ocho verracos en el interior del bosque de San José, terrenos urbanizables y a sólo cinco minutos caminando del edificio del Ayuntamiento de Llanes. Los perros, llevados por el fino e invisible hilo que les conduce a la pieza, irrumpieron en el cubil de gorrinos y tras la estampida tres de ellos terminaban doblando la rodilla.
Afortunadamente los cazadores estaban prevenidos y colocaron la armada de escopetas a más de 400 metros de las viviendas. En concreto, los jabalíes eran visibles a diario por los vecinos que habitan en los números 5 y 7 de la calle Pedro García Bustillo, de la urbanización Sierramar. Sus viviendas están a menos de diez metros del límite del bosque de San José y a 50 metros se encuentra el campo de fútbol del Llanes.
Como quiera que los animales salvajes no cuentan con una legislación que delimite sus propiedades, es más que probable que la situación continúe como hasta ahora y hasta es posible que los navajeros acaben extendiendo sus dominios y se acerquen un poco más, en busca de contenedores y vertederos. De hecho, en Berlín, que es mucho mayor que Llanes, viven 10.000 jabalíes y todos los años, por diferentes métodos, hay que eliminar más de 3.000.
¿Qué pasos tiene que seguir una cuadrilla de cazadores cuando se encuentre con un pelotón de suidos en las cercanías de un bloque de viviendas? Lo primero es acatar las directrices del guarda de caza y lo más probable es que la actividad pueda continuar adoptando una serie de medidas. En primer lugar hay que guardar lo que se llama «distancia de seguridad», que según explicaba la guardería es «de 100 metros a un núcleo rural aislado, de 200 a un núcleo urbano, de 25 a una autovía y de ocho metros en el resto de carreteras».
Se puede seguir cazando «pero en largo, con los puestos colocados a una distancia prudencial» Y otro inconveniente viene dado por el comportamiento de los perros que en estas ocasiones «representan un peligro añadido, porque acaban cruzando varias carreteras».
¿Cómo reaccionan los vecinos? Si se trata de foráneos con nueva residencia en la zona «acaban llamando a la Guardia Civil», los de la zona rural «aplauden».
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