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CRÍTICA ÓPERA

Cara y cruz de 'L'Incoronazione di Poppea', por Ramón Avello

RAMÓN AVELLO

Lunes, 20 de septiembre 2010, 04:26

L'incoronazione di Poppea', la ópera de Monteverdi que el sábado pasado abrió la temporada de Oviedo, es como una llanura ligeramente ondulada con tres picos cimeros. A lo largo de las tres y media largas horas que dura la representación, hay tres escenas culminantes que impactan por el sentido arrebatador de la música. La escena de la muerte de Séneca rodeado de sus familiares que le piden en un expresivo madrigal que no se muera. Es la escena III del segundo acto y en la representación del Campoamor es la escena anterior al descanso. La segunda escena es el 'A Addio Roma'. Ningún 'arrivederci' posterior superó el desgarrador lamento ante el exilio y la partida. La tercera, la última escena que cierra la obra, desde el apoteosis sinfonía al intimismo del dúo 'Pur ti miro, pur ti godo', que pone el punto y final. El resto, si la escena y la música marchan juntas y se complementan, es una música teatral que llega a envolver y a interesar al espectador. Cuando esto no se da, es decir la escena va por un lado, la realización musical por otro, la acción dramática pierde todo interés, y la ópera, apoyada sólo en una música sustentada en recitativos tras recitativos, se puede llegar a hacer tediosa, si no la salva la propia realización musical.

Esto es lo que, en mi opinión, sucedió en 'L'Incoronazione'. La escenografía de Patricia Urquiola es elegante, de bellas proporciones geométricas, juguetona con la iluminación y ligeramente minimalista. Pero resulta inapropiada para una escenografía barroca en la que se busca sorpresas, reflejos y contrastes. A veces me parecía que esta ópera podía haberse representado, con los mismos efectos, en un descampado. Tampoco me pareció acertada la dirección escénica de Emilio Sagi. La traslación del mundo romano o renacentista a un tiempo supuestamente actual resulta del todo anodina, 'ni fu ni fa'. El ritmo escénico del primer acto, muy lento y, en general, se proyectó una imagen escénica un tanto kitsch. Nadie niega a Sagi su talento y su sensibilidad teatral, sin embargo el dramatismo intrínseco de la obra de Monteverdi apenas se traslució.

Y sin embargo, L'Incoronazione di Poppea' tuvo aspectos sobresalientes que debemos resaltar. El primero las actuaciones vocales de los protagonistas, desde la mayor parte de los secundarios a los principales. José Manuel Zapata me recordó - y lo digo sin malicia y como un elogio - a Paco Martínez Soria en 'La tía de Carlos', un tenor que además de voz, nos muestra aquí una 'vis cómica' verdaderamente interesante. Zapata perfila el papel de Arnalta, fundamental para los contrastes entre la tragedia y la comedia, lo que serán los tenores cómicos. Canta bien y hace reír. Elena de la Merced, encarna a Drusilla con un gran atractivo y frescura, tanto escénica como vocal, con algunos pasajes muy ornamentados cantados con una transparente melodismo. Xabier Sabata es un contratenor de impostación a veces algo forzada. Felipe Bou, bajo absoluto protagonizó, como hemos escrito más arriba, la impecable escena de la muerte de Seneca. Finalmente de Sabina Puértolas y Max Emanuel Cencic los dúos del tercer acto fueron memorables, tanto en el empaste y la expresión como en las ricas matizaciones en las intensidades suaves progresivamente sumergidas en el silencio. Reseñamos lo que creo que ha sido el aspecto más creativo de la representación: la concepción instrumental, tanto en las partes sinfónicas como en el acompañamiento de las voces, realizada por 'Forma Antiqua' bajo la dirección de Kenneth Weiss. Recreación sonora sugerente y veraz, que ha sido un alivio para sobrellevar algunos pasajes algo plomizos, de 'L'Incoronazione'.

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