El amor a los ochenta

¿Necesitamos amor o cariño? Esa es la pregunta que lanzó Juanjo Seoane, el productor de 'El Pisito', en su adaptación de la novela homónima de Rafael Azcona que se representó la noche del sábado en el Teatro Palacio Valdés.

Con la apuesta típicamente española por el juego entre la vida y la muerte, el triángulo amoroso formado por Teté Delgado -Petrita-, Pepe Viyuela -Rodolfo- y Asunción Balaguer -Doña Martina, la octogenaria arrendataria y, patrona a su vez, del piso en el que vive Rodolfo-, Seoane va más allá demostrando como nunca es tarde para que un cuarentón rescate la infancia que nunca tuvo o para devolverle a una anciana vitalidad e ilusión, y también ¿por qué no?, el amor por ella misma y por la vida.

«Doña Martina es una mujer muerta, atrapada entre las enfermedades y su gato, que de pronto revive», había comentado Asunción Balaguer en la rueda de prensa previa a la función.

El argumento es un claro reflejo de la sociedad madrileña de los años cincuenta, una época en que la tradición primaba frente al deseo y el dinero estaba sólo en unas pocas manos. Así, la problemática a la hora de comprar un piso se convertía en casi una odisea. En la obra la chispa parte de la idea de que Rodolfo se case con Doña Martina para heredar el 'pisito'cuando la mujer muera y así poder casarse con su novia de toda la vida, Petrita.

Todo estaba pensado para que tras la boda, la joven pareja consiguiera la felicidad. Sin embargo, tras dos años de matrimonio tutelado por la anciana que hacía de esposa y madre a la vez, al momento de su muerte, los planes de Rodolfo se tambalean dejando al aire una pregunta más: ¿será ahora realmente feliz?

Del drama y la pobreza, pero también de la esperanza y el amor, una tragicomedia como la vida.