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RAMÓN BARAGAÑO
Sábado, 19 de junio 2010, 04:36
Filósofo, filólogo y escritor, Estanislao Sánchez-Calvo y Ochoa nació en Avilés, en la calle Oscura (hoy de la Fruta), el 6 de mayo de 1842. Hijo de un comerciante con negocios en Cuba, del que quedó huérfano muy joven, en 1852 se trasladó con su madre a Oviedo, donde estudió el Bachillerato y la carrera de Leyes en la Universidad, en la que se licenció en 1864. Antes de doctorarse (marzo de 1873), abrió bufete de abogado y trabajó como profesor auxiliar universitario de Hacienda Pública y Economía Política, pero abandonó pronto ambas profesiones. Fue amigo de intelectuales como Leopoldo Alas ('Clarín'), Armando Palacio Valdés, Juan Ochoa, Félix de Aramburu, Adolfo Posada, Aniceto Sela, Adolfo Buylla y el diplomático avilesino David Prada.
Militante del republicanismo, fue diputado provincial suplente y, una vez proclamada la Primera República, alcalde de Oviedo, aunque sólo durante veintinueve días, del 10 de septiembre al 9 de octubre de 1873. Posteriormente, acompañó a Madrid a su cuñado Manuel Pedregal y Cañedo cuando fue nombrado ministro de Hacienda, como secretario particular y a continuación oficial letrado del citado ministerio. Tras la caída del régimen republicano, en enero de 1874, regresó a Oviedo y abandonó definitivamente la política para dedicarse totalmente a lo único que de verdad le interesaba. Fue por entonces -tras años de estudios apartado de otras actividades materiales, lo cual le permitía su posición de modesto rentista- cuando sus conocimientos filosóficos y lingüísticos alcanzaron el nivel de la sabiduría.
Persona de estatura elevada, barba y aspecto elegante, era tranquilo, bondadoso y tenía una muy especial idiosincrasia, ya que le abrumaban de forma insoportable todas las actividades que exigieran esfuerzo y lucha, a lo que sin duda contribuía la aguda sordera que padecía. La falta absoluta de ambición para medrar en los cargos profesionales se compensaba por su insaciable afán de conocimientos intelectuales. Dominaba la filosofía, la mitología y las religiones universales, y conocía perfectamente las lenguas de la antigüedad (hebreo, sánscrito, caldeo, armenio, copto, griego y latín), así como el euskera y varios idiomas modernos, lo que le convirtió en uno de los más grandes políglotas españoles. En 1884, cuando contaba ya cuarenta y dos años de edad, se casó con una joven ovetense y trasladó su residencia a su Avilés natal, a la casa, recién inaugurada, de la calle de la Ferrería en la que habitó hasta su muerte. A partir de entonces se dedicó únicamente al estudio y a la literatura, haciendo una vida recogida y alejada de los actos sociales, dando paseos al atardecer por el puerto y la ría, por lo que fue conocido como 'el solitario de Avilés'.
Como escritor, comenzó a publicar en el semanario 'El Eco de Avilés' en 1866 y posteriormente lo hizo en 'El Vigía', 'El Comercio', 'Revista de Asturias' (de la que fue uno de los redactores-fundadores), 'Revista de Vizcaya' y 'Revista de Esapaña', en los que firmaba en ocasiones con su nombre y otras veces con el seudónimo de 'Laín Calvo' y el anagrama 'Hans Czolvaec'. Además de numerosos artículos y estudios, es autor de la novela corta 'El castillo de picos pardos' (1879) y los cuentos 'Mariflor y Josefín' (1879-1880), 'La estrella de un punto' (1881), 'La Nochebuena de Perantón o los tres reyes' (1881) y 'Las visiones del maestro Martínez' (1882), todos ellos publicados con el anagrama Hans Czolvaec en la 'Revista de Asturias', que dirigía su amigo Félix de Aramburu, catedrático de Derecho Penal y rector de la Universidad de Oviedo. Son narraciones muy curiosas y de finalidad claramente pedagógica.
Además de esta obra literaria, publicó dos libros que constituyen la aportación más notable de Sánchez-Calvo a las letra asturianas: 'Los nombres de los dioses' (1884), importante indagación acerca del origen del lenguaje y de las religiones, y 'Filosofía de lo maravilloso positivo' (1889), original obra filosófica que intenta conciliar la idea de Dios con la ciencia y que fue reeditada en 1997. Este singular filósofo y escritor avilesino es un auténtico raro o maldito, ya que no fue reconocido nunca por su personalísima obra, a contracorriente de las doctrinas en boga en su época, y aún permanece sumido en la niebla del olvido y el desconocimiento, aunque en 2008 Manuel Asur publicó el libro 'El solitario de Avilés. Vida y obra del filósofo Estanislao Sánchez Calvo', basado en su tesis doctoral.
Recuerdo de sus amigos
Falleció en Avilés el 22 de mayo de 1895, a consecuencia de un ataque de uremia, en el número 35 de la calle de la Ferrería, en cuya fachada (que da a la plaza de Carlos Lobo) fue colocada, el 31 de agosto de 1903, una lápida de mármol y bronce con el busto en relieve del filósofo y la siguiente leyenda, obra de su amigo Félix de Aramburu: «Aquí vivió y murió el ilustre avilesino D. Estanislao Sánchez Calvo, original autor de obras filosóficas y escritos literarios, a quien en 1903, ocho años después de su muerte, dedican este recuerdo y rinden este homenaje sus amigos y admiradores». Anteriormente, en 1897 el Ayuntamiento de Avilés le dedicó la vieja calle de los Alfolíes, que volvería a recuperar su nombre tradicional en 1993, pasando entonces a llevar el de Sánchez-Calvo una calle lateral del Hospital de Avilés que comunica la de Cabruñana con Julia de la Riva.
A su muerte dejó inédito el manuscrito 'La elección de fe en el mundo moderno', así como varios capítulos de una vida de Jesús hoy desaparecidos y en los que se sabe que el autor avilesino aplicaba a la divinidad de Cristo su filosofía de lo maravilloso positivo.
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