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olaya suárez
Sábado, 23 de enero 2016, 03:24
Muchas interrogantes, pero también muchas certezas. La primera semana del juicio por el crimen de Isabel Carrasco, la que fuera presidenta de la Diputación de León, ha dejado expectantes a los muchos que han seguido esta historia de poder y ansias de venganza. Las declaraciones de las tres acusadas, de los testigos que presenciaron la ejecución a bocajarro de la política del Partido Popular y las narraciones de los policías que intervinieron en la investigación, conforman un guión que ni en las mejores películas. Pero como siempre, la realidad supera a la ficción.
Tras la conformación del jurado popular el lunes, el martes Montserrat González fue la primera en narrar lo ocurrido aquel 12 de mayo de 2014, cuando ponía fin a un maquiavélico plan para acabar con la vida de quien, según ella misma aseguró, le estaba «haciendo la vida imposible a mi hija». «Tenía dos opciones: matar a la Carrasco o ir al funeral de Triana, así que decidí acabar con el problema», explicó, para, a renglón, seguido, sentenciar: «No me arrepiento para nada, lo volvería a hacer».
Exculpó tanto a su hija Triana como a Raquel Gago, la policía local procesada por los mismos hechos. Para las tres, el fiscal pide 23 años de prisión por asesinato, tenencia ilícita de armas y atentado a la autoridad.
«Encuentro casual»
Las declaraciones del martes de las otras dos procesadas tuvieron un punto común: negaron la mayor y compartieron un argumento único: tanto una como otra desconocían los planes criminales de Montserrat y el encuentro aquella tarde de la tres «fue casual». Por casualidad se encontró Triana con su madre poco más de un minuto después de perpetrar el crimen y por casualidad se encontró Raquel con Triana mientras esperaba a que abriese una tienda para comprar un bote de pintura. «Mamá me dijo en 2012 que quería matar a Carrasco, pero yo intenté quitárselo de la cabeza», declaró la mujer de 36 años, que vivió 20 años en Gijón.
La vista oral, que se prolongará hasta el 17 de febrero, cuando se reúna el jurado popular para deliberar, se retomará el lunes con las declaraciones de una decena de efectivos del Cuerpo Nacional de Policía que llevaron la investigación, entre ellos los dos policías de Burgos a los que ahora Montserrat y Triana culpan de la primera versión que aportaron: la madre le dio el bolso con el revólver a su hija para que se deshiciese de él, lo que la implicaría directamente.
Es precisamente a ese cambio de tercio a lo que se aferra el abogado de la defensa, José Ramón García García, para eludir cualquier responsabilidad de la hija. «Los policías de Burgos, que eran amigos de mi padre, me obligaron a decir que mi madre me dio el bolso, pero la realidad es que me encontré con ella y vi cómo lo tiraba, y como creí que dentro iba una pistola de mi padre, lo cogí para no implicarlo», relató con la nueva versión de los hechos que cambió a los seis meses del crimen. El mismo periodo en el que tardó también en decir que el punto de inflexión con Isabel Carrasco se produjo tras un presunto acoso sexual. «Me besó, se quiso acostar conmigo y le dije que no; a partir de ahí empezó un calvario, me intentó anular a nivel laboral y a nivel social». Respecto a por qué había introducido el arma en el coche de su amiga Raquel Gago contestó: «No sé por qué hice eso, pobre...». Gago entregó el arma a la Policía 30 horas después del crimen cuando, supuestamente, la encontró «metidina debajo del asiento de la parte de atrás». Toda una historia, de la que se espera mucho más.
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