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Triana Martínez y Montserrat González, detrás de Raquel Gago, ayer, durante el juicio.
«En el piso había muchos indicios de que la tenían en el punto de mira»

«En el piso había muchos indicios de que la tenían en el punto de mira»

En el registro policial de la casa de las acusadas había recortes de prensa con la imagen de Carrasco, una pistola con el número de bastidor borrado y balas, entre otras evidencias

Olaya Suárez

Viernes, 22 de enero 2016, 03:35

Decenas de recortes de periódicos con la imagen de Isabel Carrasco y otros miembros del Partido Popular, una pistola con el número de bastidor borrado y numerosas balas, anotaciones con explicaciones sobre tipos de armas y posibles vendedores y, encima de la mesa del salón, una revista Interviú en la que se pormenorizaban los cargos y el poder que ejercía la presidenta de la Diputación. «Tuve que ir a comprarla a Astorga porque ella había mandado retirar esa revista de todos los kioskos de León», especificó Triana Martínez durante su declaración. En el registro policial que se realizó en el piso que la joven de 36 años compartía con su madre en la ciudad, los agentes encontraron «numerosos indicios de que tenían a Isabel Carrasco en el punto de mira».

La inspección en el piso se realizó horas después de la detención de la madre y la hija. Por entonces no había aparecido aún el arma del crimen y ellas seguían sin decir dónde se encontraba. Si bien Montserrat, una vez que se decidió a declarar, se autoinculpó de lo ocurrido intentó no salpicar a su hija, quien apareció en el coche en el que tenían pensado huir. De hecho, los policías locales que intervinieron inicialmente contra ellas aseguraron ayer en el juicio que intentaron escapar cuando ya estaban siendo identificadas.

«Íbamos con las sirenas puestas porque nos habían comisionado para acudir a la pasarela donde ocurrió el tiroteo cuando, de pronto, en la Gran Vía de San Marcos, nos mandó parar un señor y nos empezó a decir: La asesina, la asesina, está ahí dentro», declaró uno de los agentes. En ese momento, comprobaron que había una mujer dentro y le ordenaron que saliese, mientras el policía jubilado que la había seguido les instaba a que tuviesen cuidado porque «llevaba una arma». Montserrat se hizo la sorprendida y les dijo en repetidas ocasiones que no sabía por qué la obligaban a abandonar el vehículo de esa manera. «Ese señor está loco, yo no he hecho nada», dijo a los policías. En ese momento se personó junto al coche Triana y tras entregarle la documentación del turismo a los policías hizo una llamada. «Escuchamos que le decía a alguien: nos están identificando, son compañeros tuyos... Cuando colgó dijo que había llamado a su padre», aseguraron. Luego, ambas se metieron en el coche «y dieron marcha atrás con la intención de irse. Nos tuvimos que poner detrás para que no se marchasen». Les quitaron las llaves y los tres teléfonos móviles que portaba Triana, uno de los cuales era el que habitualmente utilizaba su madre.

«Pasamos unos momentos un poco surrealistas en los que llegamos a pensar que era todo una broma o una cámara oculta. El hombre que nos había mandado parar ya no estaba se había ido en busca del bolso y aquellas mujeres pinta de delincuentes habituales, así, de primeras, no tenían. Y, además, no nos llegaba ninguna comunicación por los equipos y no sabíamos que había una persona muerta», relataron. «Montserrat estaba totalmente tranquila, nos llamó mucho la atención, y Triana estaba un poco más nerviosa, pero nada que delatase lo que acababa de pasar. Lo que sí nos llamó la atención es que la hija llegó al coche diciendo que venía de comprar unos pasteles de una confitería que ese día estaba cerrada», añadieron.

Pocos minutos después llegaron al lugar varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Las dos mujeres quedaron detenidas y fueron llevadas a la Comisaría. Sólo aceptaron declarar cuando ya habían pasado casi 24 horas desde el crimen.

Entre los quince testigos que ayer se enfrentaron a las preguntas de la fiscalía, las acusaciones particulares y las defensas, se encontraba la jefa de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), quien coordinó la instrucción, y aseguró que a madre e hija «se les dio un trato muy amable durante el tiempo que estuvieron en comisaría, porque además de detenidas, eran la familia del jefe de Astorga, por lo cual que ahora intenten darle la vuelta a la tortilla es muy sorprendente». La inspectora realizó estas declaraciones después de que el abogado de Montserrat y Triana dejase ver que los «policías de Burgos que llegaron para apoyar la investigación» habían utilizado fórmulas poco ortodoxas para arrancarle una confesión a la autora material. «Puede ser que hayan tenido un exceso de celo en su trabajo, pero la instrucción se realizó de forma totalmente reglamentaria y correcta», aseguró.

Narró además cómo habían localizado el arma homicida. «Estábamos reunidos en la comisaría y con el jefe provincial cuando recibimos una llamada en la que nos decían que una policía local acababa de avisar a un compañero nuestro de que había encontrado en su coche un revólver. Rápidamente se fueron para allí y comprobaron que, efectivamente, allí había un bolso y dentro estaba el arma», dijo. Trasladaron a Raquel Gago en su propio turismo a las dependencias policiales y tras tomarle declaración la dejaron en libertad con cargos, a la espera de que aanzase la investigación.

Fue «una vez que comprobamos el registro de llamadas cuando vimos que desde el móvil prepago de Triana se había realizado una llamada justo después del crimen y que también desde el mismo número se había producido una llamada sospechosa apenas dos semanas antes. Fue entonces, junto a otros indicios, como los testimonios de las amigas de Raquel y alguna contradicción en la que ella misma había caído, cuando quedó detenida», relató la jefa de la UDEV.

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