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CELESTE LÓPEZ
Sábado, 27 de diciembre 2014, 00:13
Buscar una persona en España que lleve más de diez años estudiando inglés y que no haya pasado aún del nivel intermedio resulta fácil, porque en esa situación se encuentra una buena parte de la población adulta. Es el caso de Víctor López, 40 años, o Isabel Martínez, de 32, o Ramón Prendes, de 47. La enumeración continuaría hasta alcanzar al 45% de la población de entre 18 y 65 años que admite tener ciertos conocimientos de la lengua de Shakespeare (49,7% de los adultos), según la encuesta Actividades de Aprendizaje de la Población Adulta 2011, publicada por el Instituto Nacional de Estadística. Solo el 20% de esa mitad de la población adulta que ha estudiado inglés asegura contar con un nivel avanzado. Y eso no implica, como reconocen los expertos, que puedan tener un dominio claro. Una cosa erse defenderse con el inglés durante las vacaciones y otramuy distinta poder trabajar en esa lengua.
¿Qué problema tienen los españoles adultos con el idioma de los británicos? ¿Es la edad un impedimento o es la falta de constancia o incluso el oscuro deseo de no aprenderlo pese a ser conscientes de que es un requisito casi imprescindible para encontrar trabajo?
Ninguna de las tres, aseguran los expertos. No hay que culpabilizarse, al menos no del todo, ya que ni somos tontos, ni tenemos el cerebro atrofiado, ni tampoco el sentido del oído embotado. Sencillamente, la base educativa es muy deficiente, demasiado centrada en la parte gramatical (no excesivamente difícil comparado con el castellano), mucho vocabulario y poco trabajo en las habilidades comunicativas orales y en pronunciación (el principal problema de la lengua británica).
Resultado, un dominio más o menos claro de la lectura en inglés, pero llegado el momento de hablar, dos frases como mucho y al más puro estilo de Tarzán... ¡Frustrante! Así lo explica Helena Cecilia Kurçab, quien en su libro 'You can do it!' (Editorial Loquenoexiste), intenta descargar a la mayoría de españoles adultos de esa sensación de fracaso perpetuo por no poder mantener una conversación en condiciones en inglés.
Kurçab insiste en que la base excesivamente formal de la educación recibida, muy volcada en escribir y en leer (de hecho, en estas habilidades los españoles sobresalen) es la causa de las dificultades para superar ese peldaño que existe entre el nivel intermedio y el avanzado, que permite la comunicación. Durante muchos años, los españoles han tratado de construir un aprendizaje de inglés utilizando los 'ladrillos' españoles: en inglés se pronuncian trece vocales, señala, pero la mayoría de los españoles solo trabajan con cinco. Por ello, el oyente no entiende, la comunicación es imposible.
¿El resultado? El español calla acomplejado. «Es como si acudiera a una reunión de ejecutivos vestido con una ropa que le quedara mal: grande la chaqueta, el pantalón corto... Se sentiría incómodo», señala esta profesora de inglés en su libro. Kurçab cree, sin embargo, que los adultos que «de verdad quieran hablar en inglés» lo conseguirán. Eso sí, deben tener claro cuál es su objetivo («si lo puedes imaginar, lo puedes lograr») y perseguirlo. Aunque, aclara, una de las ventajas que tienen los españoles es que pese a su baja autoestima ante el aprendizaje de idiomas, tienen una granmotivación.
Si no fuera así, no se explicaría cómo una persona puede pasarse años estudiando una lengua sin ver resultados. ¿Cómo? Aprendiendo los sonidos, escuchando todo el inglés que se pueda y hablándolo. ¿Con quién? Aunque sea, con uno mismo. Eso sí, en voz alta. Reconociendo los fallos de un sistema educativo tradicional, basado en la gramática y obviando el lenguaje oral, los expertos afirman que a los adultos les falta motivación y esfuerzo.
Si bien es cierto que a la edad adulta las posibilidades de disponer de tiempo para ir más allá de las clases semanales de inglés son limitadas, la cuestión principal recae en querer de verdad. Los recursos ahora son ilimitados -canales de televisión en lengua inglesa, emisoras de radio e innumerables opciones en la red- para facilitar un contacto constante con el inglés.
La lengua de Shakespeare está a nuestro alcance sin necesidad de viajar, algo que antes no ocurría. Se puede incorporar fácilmente en la rutina diaria. Por ejemplo, viendo las películas en inglés, aunque hay quien se excusa en el cansancio después de todo un día de trabajo para no hacerlo. El reto exige mucho esfuerzo, y más aún a un pueblo, como el español, que no ha tenido interés en el aprendizaje de idiomas hasta hace relativamente poco tiempo.
Chris Dove, inglés afincado en España desde hace 43 años, la mayor parte enseñando su idioma, y responsable del British Council en Cataluña, cree que los adultos tienen un grave problema de confianza porque vienen con un historial de fracaso que les pesa mucho. «Creen que nunca llegarán a hablar. Se saben con una pronunciación viciada, pese a tener algunos más nivel gramatical que muchos ingleses. Pero yo siempre digo, se puede. Escucha, escucha y habla. Trabajemos lo que te falta».
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