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CRISTINA TUERO
Miércoles, 22 de junio 2016, 00:25
El reto es buscar confluencias y complementar instituciones, no perder autonomía. Hay que reforzar los liderazgos locales y, desde ellos, aportar a las áreas metropolitanas. Porque las realidades urbana y rural son diferentes y todas deben jugar su papel en la ordenación de los territorios. Este podría ser el resumen de la visión sobre las áreas metropolitanas de la denominada 'mesa de los alcaldes' de esta segunda sesión de Futuro en Español, que fue moderada por Juan Neira.
La alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, reiteró la posición de su gobierno respecto al proyecto metropolitano iniciado por el Principado. «No lo acogemos con entusiasmo. No creemos necesaria la ampliación de nuevas estructuras administrativas que implican más burocracia y mayor duplicidad de las cosas», afirmó. Rechazó perder autonomía y reivindicó «el liderazgo regional de Gijón porque es el motor económico de Asturias». En definitiva, Moriyón insistió en la necesidad de «conservar nuestras competencias y decidir sobre nuestro territorio».
En la misma línea se expresó el exalcalde de Bilbao, Ibon Areso, que consideró, poniendo el ejemplo de Bilbao -350.000 habitantes, con un área metropolitana de un millón-, que no es necesario un nuevo órgano de gobierno para la gestión de esa población. «Europa, el Ejecutivo de España, el País Vasco, la Diputación Foral, el área metropolitana y los municipios... es demasiado. Con lo que hay ya es suficiente».
Para la vicealcaldesa de Quito, Daniela Chacón, «el liderazgo es fundamental». Lo que considera esencial en su ciudad es «caminar hacia procesos más claros de centralización de gobiernos y servicios entre realidades diferentes. Hay que encontrar la confluencia y los vínculos que favorecen la cohesión». En Colombia, por su parte, según explicó Aníbal Gaviria, hay varias áreas metropolitanas, siendo la de Medellín -de la que fue alcalde entre 2012 y 2015- la que «mejor funciona». No obstante, afirmó, estas áreas «no compiten con la gobernación, sino que la complementan. Medellín asume un liderazgo natural porque tiene el 90% de la población y el 80-90% de los poderes económicos y de generación de empleo. Y ese liderazgo también es institucional porque los aportes que hace la ciudad al área metropolitana son del 85%».
España como nexo
Aunque todos los alcaldes resaltaron el papel de foros como el de Futuro en Español para el avance de las relaciones entre ambas orillas, fue Gaviria quien puso aún más de relieve su papel de nexo: «Cuando en Europa soplan vientos de separar, estamos en un evento para seguir uniendo Europa con Latinoamérica a través de ese puente que es España».
En su descripción de Medellín, Gaviria puso de relieve que «ya no somos la ciudad más violenta del mundo», aunque, añadió, «uno de los grandes problemas de América Latina es la violencia, con 20 homicidios por cada 100.000 habitantes». Y ¿cuál ha sido la fórmula para esa transformación y avance de la ciudad? Para Gaviria, no ha sido una, si no tres: «el fortalecimiento del ejercicio de la autoridad, el frente de las oportunidades -la oportunidad de las oportunidades es la educación y luego el empleo-, y la construcción de espacios públicos de alta calidad». Con parques-biblioteca, con escaleras mecánicas que facilitan la movilidad en barrios degradados o parques como el del río Medellín se ha pasado «de la ciudad de la violencia a la ciudad de la innovación». Gaviria, por último, identifica la desigualdad como el gran problema y cree que las ciudades a construir «son las mejores herramientas para combatirla».
De Quito, su vicealcaldesa habló de una ciudad joven, que ha crecido (se convertirá en breve en la primera ciudad de Ecuador) y es muy diversa. Está ahora, además, «en busca de su identidad como ciudad». «Cada ciudad debe entender cuáles son sus riesgos y debilidades, establecer metas claras y fijarse objetivos a corto y medio plazo».
El que fuera alcalde de Bilbao fue el más categórico en sus intervenciones. Tras explicar que la capital de Vizcaya fue «una ciudad medieval, una villa mercantil, una ciudad industrial y luego estuvimos obligados a ser una ciudad post industrial», Ibon Areso rechazó los procesos participativos para desarrollar diseños urbanos porque «esterilizan. Hace falta liderazgo y hace falta hacer, pensar en la realidad». Y, en este sentido, «lo realmente difícil de conseguir es el encuentro entre lo público y lo público, todos muy celosos de sus presupuestos y competencias».
Rebatía Carmen Moriyón, con el ejemplo propio, la crítica a los procesos participativos porque «en Gijón es el liderazgo del equipo de gobierno el que buscó esa participación ciudadana tras un enfrentamiento urbanístico que partía en dos la ciudad». La alcaldesa anfitriona se comparó con Bilbao «aunque vamos más lentos» en el proceso de cambio, de ciudad industrial a ciudad tecnológica. Enumeró como pendiente «la regeneración ambiental», criticó el déficit de infraestructuras por falta de inversiones de otras administraciones y abogó por «políticas de familia para retener población» y luchar contra el envejecimiento.
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