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Carlos Benito
Miércoles, 19 de noviembre 2014, 03:39
La paternidad nos conduce a veces hasta situaciones muy extrañas. Pensemos en Phil Burton, podador de árboles para una compañía eléctrica, y en su esposa Melissa, que han criado a cuatro hijos en el pueblo de Bunker Hill, en Illinois. Lo han hecho con cariño y rectitud, sin perderse un solo domingo la homilía del pastor baptista, pero las cosas empezaron a torcerse muy pronto con la hija mayor, Afton Elaine. La progresión de los acontecimientos parece de broma: que si unos porros en el instituto, que si unos hongos alucinógenos, y de pronto la muchacha se estaba carteando con Charles Manson, se había enamorado y se mudaba a California para vivir cerca de él.
Ahora, el devoto Phil Burton va a convertirse en el suegro de Manson, que viene a ser el monstruo oficial de Estados Unidos, la encarnación de una malignidad disparatada. Charles Manson, delincuente habitual desde los 13 años, supo aprovechar la utopía hippie para reconvertirse en un gurú perverso, líder de una comuna que él manejaba con la ayuda del LSD y las anfetaminas. En agosto de 1969, sus acólitos asesinaron a siete personas en un par de días: la más recordada es Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski, que estaba embarazada de ocho meses y medio. La rocambolesca intención de los crímenes era servir de detonante para una guerra racial que acabaría llevando a La Familia, su grupo, a gobernar el país.
Manson, el hombre de la esvástica en el entrecejo, está en la cárcel desde entonces. En realidad lo sentenciaron a la cámara de gas, pero la abolición de la pena de muerte en California llegó a tiempo para dejar su condena en cadena perpetua. En este tiempo ha sabido reinventarse de nuevo, como ecologista radical y un tanto confuso: promueve un compromiso conservacionista bautizado como ATWA, según las siglas en inglés de Aire, Árboles, Agua y Animales. Y ahí, en su doctrina sobre el planeta, se escondía el anzuelo que enganchó con tanta fuerza a Afton Elaine Burton.
Ella tenía 17 años cuando una amiga le pasó los escritos de Manson que había consultado para un trabajo de clase. Afton, idealista y fascinada, empezó su relación por correo con el preso más famoso de Norteamérica. A los 19, sacó del banco los dos mil dólares que había ganado trabajando en las cocinas de una residencia de ancianos y se mudó a Corcoran, la ciudad californiana donde cumple condena su amado. Se rebautizó como Star y, desde entonces, ejerce de pareja de Manson: los sábados y domingos, le hace visitas de cuatro y de cinco horas, y el resto del tiempo gestiona sus páginas web. «El hombre que yo conozco no es como el que sale en las películas, los documentales y los libros. Él no le dice a la gente lo que tiene que hacer. No es manipulador en absoluto», ha declarado a la CNN. Ese talante benévolo no privó a Manson de pedir a Afton/Star que se afeitase la cabeza y se grabase una equis en la frente, al estilo de lo que habían hecho sus seguidoras de La Familia, una vez que la administración penitenciaria lo castigó en régimen de aislamiento.
Carne y sangre
El año pasado, la propia novia anunció que se casaban, pero Charles Manson rechazó la posibilidad como «un montón de basura» y dedicó a la idea uno de sus singulares textos de aire filosófico: «Este matrimonio es mucho menos importante que ATWA. Nos estamos casando en ATWA. El aire y el agua son nuestro espíritu, los árboles y los animales son nuestra carne y nuestra sangre». Ahora, en cambio, parece que el matrimonio va a seguir un trámite menos cósmico, ya que Manson ha obtenido la licencia para casarse en la sala de visitas de la prisión. La pareja dispone de un plazo de tres meses y les dejan invitar a diez personas de fuera y a dos reclusos. Eso sí, no habrá noche de bodas, ni ningún otro ratillo íntimo, ya que quienes cumplen cadena perpetua en California no tienen derecho a encuentros vis a vis. Tendrán que seguir conformándose con los abrazos al principio y al final de las visitas.
Charles Manson tiene 80 años y Star, 26, aunque en este caso la diferencia de edad tal vez sea lo de menos. Ella es consciente de que muchos piensan que está loca, pero no parece importarle en absoluto: «Yo no me meto en los asuntos ajenos. No juzgo a la gente ni me meto con nadie. Y Charlie es igual, solo quiere que le dejen en paz», argumenta. «Estoy con él por completo y él está conmigo por completo. He nacido para esto».
¿Y qué opina el padre de la novia? El sufrido Phil Burton atendió el año pasado al Daily Mail y negó haber dicho jamás a su hija que Charles Manson sería bienvenido en su hogar de Bunker Hill. «Nunca va a estar en esta casa. Nunca va a estar en la casa de nadie», argumentó, con realismo de leñador. Phil, buen padre al fin y al cabo, mantiene una relación fluida con su hija y se esfuerza en buscar un ángulo amable al que, muy pronto, va a convertirse en su yerno: «Los últimos diez años o así, él ha estado haciendo lo que cree más apropiado para conseguir un mundo mejor. No importa lo tortuoso que la gente piense que es: yo creo que trata de hacer algo, intenta despedirse con una nota positiva».
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