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agencias / FRANCISCO APAOLAZA
Sábado, 18 de octubre 2014, 03:14
La jueza de instrucción número 24 de Madrid, Mercedes Pérez Barrios, acordó ayer la libertad provisional sin fianza de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, el joven de 20 años detenido por haberse hecho pasar por asesor del Gobierno. En su auto, la magistrada le obliga a comunicar al Juzgado cuantos cambios de domicilio realice, le prohíbe abandonar el territorio nacional y le retira el pasaporte La Policía Nacional que le atribuyó además la falsificación de informes del Centro Nacional de Inteligencia y hacerse pasar por miembro del mismo puso al detenido a disposición judicial como presunto autor de delitos de falsedad documental, estafa y usurpación de funciones públicas.
La jueza explica que, como consecuencia de documentación gráfica de las reuniones con políticos, empresarios y famosos, y haciéndose pasar por asesor de la Vicepresidencia del Gobierno, logró que Javier M. de la H. le entregase 25.000 euros con la promesa de que intentaría que el Ejecutivo mediase en la venta de un inmueble de Toledo propiedad de la víctima. Explica que el imputado entregó a dicha persona un dossier titulado «Palacio de la Moncloa. Protocolo de actuación de Javier M. de la H. Gobierno de España», con supuestas firmas del secretario de Estado y el subsecretario de Estado de Presidencia. Según indica el auto, el detenido ha reconocido haber efectuado dicho informe y haber escaneado las firmas, y ha devuelto 10.000 euros. El imputado se desplazaba por Madrid en vehículos de alta gama a los que añadía un luminoso semejante a los utilizados por las fuerzas de seguridad. En el registro en su domicilio fueron intervenidos otros dossieres elaborados por el detenido bajo la apariencia de oficialidad, dos autorizaciones falsas para vehículos del Palacio de la Moncloa y placas de la Guardia Civil y de la Policía Municipal.
La jueza aclara que no acierta a comprender cómo un joven de 20 años, «con su mera palabrería y aparentemente con su propia identidad, puede acceder a las conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio con su conducta a nadie por muy de las juventudes del Partido Popular que manifieste haber sido». El informe del médico forense que observa en el detenido «una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco».
El pequeño Nicolás Siempre tenía algo importante que hacer, una llamada de arriba que atender y la mano tendida en el momento justo y en el sitio perfecto. Esa es una de las pocas cosas que se saben de él, que era un maestro de salir en las fotos con gente importante. Esa virtud ha propiciado una de las carreras más estelares en la historia de la juventud española: en tres años pasó del colegio a la universidad, a los desayunos con ministros, a los coches con escolta, a los yates, al palco del Bernabéu, a la coronación de un rey, a reunirse con los barandas del Ibex-35 y finalmente al calabozo.
En esta carrera, Nicolás Gómez Iglesias cada vez elegía objetivos más importantes. Uno de los últimos fue el abogado de la familia Pujol, Cristóbal Martell, al que intentó vender sus servicios clandestinos y su supuesta posición dentro del CNI para mejorar la situación judicial del patriarca catalán. Volaba demasiado alto y terminó por quemarse.
Su perfil en Facebook -entre cuyos amigos figura el alcalde de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo- es una traca de fuegos artificiales. En una de las últimas fotografías, aparece en la coronación de Felipe VI dando la mano al monarca y agachando la cabeza con una sonrisa falsa. Sería la cima de su carrera: usaba las fotos con personalidades para hacer ver las relaciones que presuntamente mantenía con el poder político y económico de Madrid. Sus falsos currículos en las redes sociales son más propios de un consejero de Estado que de joven de su edad. Siempre hay un micro, una corbata. Este premio Nobel del photocall aparece en varias charlas de las FAES sentado en la misma mesa que José María Aznar y Ana Botella, en otra conferencia con el empresario Juan Manuel Villar Mir, también dando la mano a Sabino Fernández Campo, exjefe de la Casa Real, abrazando a Esperanza Aguirre o a Alfredo Di Stéfano, celebrando la Supercopa en la segunda fila del palco del Bernabéu, desayunando junto a Miguel Arias Cañete, en la visita de Benedicto XVI a Madrid y hasta posando junto a Michael Leven, presidente de Vegas Sands, en una de sus visitas en torno al malogrado proyecto de Eurovegas. Con ese fenomenal álbum, nadie osaba dudar de su privilegiada posición en los círculos del poder.
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