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CONVENCIDO. El joven director de orquesta, Pablo González, asegura que siempre ha confiado en su creatividad. / MARIO ROJAS
«El cerebro es diferente cuando estás escuchando música»
PABLO GONZÁLEZ DIRECTOR DE ORQUESTA

«El cerebro es diferente cuando estás escuchando música»

El joven artista asturiano, que sufrió la enfermedad conocida como síndrome de fatiga crónica, relata su experiencia y reclama una mayor ayuda para investigación

ALBERTO PIQUERO

Lunes, 4 de septiembre 2006, 03:49

A principios de este verano, Pablo González (Oviedo, 1975) obtuvo el I Premio del VIII Concurso Internacional de Dirección de Orquesta, en Cadaqués. Se confirmaba un talento precoz de primera línea. A los veinticinco años, ya se le había nombrado director asistente de la Orquesta Sinfónica de Londres. Poco después, contraía la enfermedad conocida como síndrome de fatiga crónica, la cual ha vencido acudiendo a los servicios terapéuticos de un científico al que algunos discuten, John Eaton, que en su caso han sido un bálsamo.

-¿A usted le vino la música puesta por vía familiar?

-Ninguno de mis padres es músico, aunque ambos son melómanos y supusieron un estímulo. De hecho, mi hermana hizo la carrera de canto y mi hermano compone bandas sonoras para cine de animación. Le dieron el premio de los mejores jóvenes realizadores asturianos en el Festival de Cine de Gijón.

-Con todo, ¿no es un suplicio someterse a la disciplina de un conservatorio a la edad en la que seguramente apetece más jugar tras salir del colegio?

-Yo todo lo que he hecho ha sido con toda mi energía y corazón. Tengo bastante ánimo para implicarme. Claro, a los ocho años apetece más jugar en la plaza que hacer escalas. Pero yo también jugaba a baloncesto. O, sobre todo, andaba en bicicleta. En realidad, yo podría haber hecho otras cosas en vez de dedicarme a la música, porque no creo que haya un solo camino para realizarse.

-Pero quizás su talento especial era el musical...

-En lo que siempre he confiado es en mi creatividad.

-¿Y es muy competitivo?

-Lo soy conmigo mismo, no tanto para ser mejor que los demás. Soy un perfeccionista del oído y tengo un gran afán de superación, que me ha ayudado mucho y asimismo me ha hecho sufrir.

-¿Se puede mejorar la calidad musical del oído?

-Lo que escuchamos, se puede oír mejor. No me refiero a la cantidad de datos que se perciben, sino a la organización de los mismos. Se puede mejorar muchísimo. Es un trabajo psicológico.

-¿La fatiga crónica que sufrió se produjo por su afán de superación?

-Hay un factor físico, una predisposición y el virus de la mononucleosis que la desencadena. Sin los rasgos de mi personalidad, no se hubiera manifestado. Pero tampoco si no existieran el resto de los factores.

-¿Cuándo apareció?

-Días después de dirigir la Segunda de Mahler. Tenía 39 grados de fiebre y me empeñé en seguir, contradiciendo las órdenes que me mandaba el hipotálamo. Además, en los dos años anteriores había dirigido ochenta conciertos.

-¿Hasta qué extremo invalida la fatiga crónica?

-Baste con un ejemplo. Cuando ya estaba recuperado, pero estaba bajo la inercia de la enfermedad, vi a un amigo en La Tenderina que se caía de borracho, como a unos quince metros de mi. Traté de auxiliarlo y no pude acercarme. Era igual que si una persona me agarrara por las piernas.

-¿Cuál es el método de John Eaton que le devolvió la salud?

-Se resume en que si yo puedo provocarme el mal, también es posible hacer lo contrario. En el hipotálamo tenemos nuestra inteligencia corporal, y se trata de establecer un diálogo positivo con el mismo. En mi caso, hubo un momento en que incluso era incapaz de leer partituras. Y es que los síntomas del cuerpo, los tenemos en la cabeza. La terapia de John Eaton es un método para que puedas vivir en armonía contigo mismo. La condición es escuchar al propio cuerpo.

En busca del sosiego

-¿Tiene algo que ver con la filosofía oriental?

-Sin duda. Yo recomiendo la lectura de Thich Nhat Hanh, que fue Premio Nobel de la Paz en 1967. Pero quiero añadir que debería haber más ayudas para la investigación de la enfermedad, que hoy no tiene pruebas clínicas objetivables y limita el tiempo de las bajas de los pacientes.

-¿Nos recomienda algunas piezas musicales que inviten al sosiego?

-El último movimiento del Cuarto adagio de Mahler. O Mozart. El ciclista Gianni Bugno se curó el miedo a los descensos escuchándolo.

-¿El cerebro cambia con música?

-El cerebro es diferente cuando escuchas música.

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