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VANESSA GUTIÉRREZ
Viernes, 23 de octubre 2015, 01:09
A las cinco de la tarde de ayer buena parte del audiovisual asturiano se congregaba en el café Dindurra ante la oportunidad única de charlar, expresso mediante, con el cineasta, guionista y productor Francis Ford Coppola (Detroit, 1939). Realizadores como Carmen Comadrán, Marcos M. Merino, José Braña, Carlos Navarro, Alfonso S. Suárez, Amanda Castro, Ángeles Muñiz o Teresa Marcos; actores como Alberto Rodríguez, Marga Llano, José Lobato o Jorge Moreno, y productores como José Valle o Geno Cuesta, ocuparon las mesas del centenario local. No faltó tampoco un nutrido grupo de estudiantes de cine ni confesos amantes del séptimo arte como el viceconsejero de Cultura, Vicente Domínguez; el músico Igor Paskual; el director del Centro de Interpretación del Cine en Asturias, Víctor Guillot; Pablo de María, responsable de Oviedo Abycine, o el director y el subdirector del Festival Internacional de Cine de Gijón, Nacho Carballo y Jorge Iván Argiz. Largamente aplaudido a su llegada, el director ocupó una de las mesas, flanqueado por los productores Mariela Besuievsky y Gerardo Herrero dispuestos a actuar como moderadores si bien el seis veces ganador del premio Óscar, acostumbrado a llevar la batuta, no necesitó más apoyatura que la del necesario traductor. Presentando por Herrero como el único «cineasta total» del mundo, enseguida aclaró a lo que venía: «Me importa lo que piensen ustedes: háganme preguntas difíciles que nunca haya oído antes». Y se explayó explicando cómo lo primordial es tener claro el tema sobre el que se está trabajando ya que, ante la duda, volviendo a la idea primigenia se pueden resolver todas las dudas: «La idea de hacer un trabajo creativo sin límites es ciencia ficción. El cine es conflicto porque estás intentando moldear una piedra y crear vida. La cantidad de calamidades que se pueden producir en el proceso es infinita».
Pero si algo dejó claro que le interesaba sobremanera eso es el futuro del cine: «Yo sé cuál va a ser y vosotros no», bromeó después de intentar hablar de ello en varias ocasiones y en vano. «Competir con tus trabajos anteriores es imposible. Yo nunca volveré a hacer nada como 'El padrino' o 'Apocalypse Now'. Lo que hay que hacer es reinventarse. Uno siempre es un realizador joven», declaró para luego defender la importancia del trabajo actoral y la responsabilidad de la dirección sobre este: «El cine es el matrimonio de la escritura y los actores. Si una de estas dos bases falla, por muy buena fotografía que se tenga o muy buen vestuario, la película fallará. El director debe ayudar al actor como instrumento que es y saber quererle por lo que hace. Es por eso que muchos grandes actores se han convertido en grandes directores. Conocen cómo se debe trabajar».
Charló animadamente de todo dejando abundantes titulares: «La vida es un banquete», «Cada uno de nosotros somos un milagro», «El arte tiene que ser riesgo», «El cine es un hijo de la literatura y el teatro» o «Tenemos una crisis de salud mental en el mundo occidental». Lamentó que el cine, igual que Prometeo, esté encadenado a las exigencias de los productores. Y, resistiéndose a marchar sin hablar de lo que realmente quería, tomó el micrófono para volver a hablar del futuro del cine, que no está en el 3D, sino en la experimentación en la escritura de los guiones, las posibilidades del género documental y, sobre todo, las de los archivos digitales que permitirán «tener una nueva era de cine en vivo». Esos son los caminos a explorar.
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