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A. S.
Domingo, 13 de marzo 2016, 03:43
La sanidad y su gestión es un asunto espinoso. Delicado. Se trata de uno de los servicios básicos del estado de bienestar y cualquier incidencia en el mismo, en las prestaciones de que disfruta la ciudadanía, genera inquietud y alarma. La misma inquietud y alarma con que los grupos parlamentarios acogieron la información publicada esta semana por este periódico en la que el consejero del ramo, Francisco del Busto, asumía que el capítulo sanitario será uno de los que más se resienta, «sino el que más», por el impacto de la prórroga presupuestaria. Varios portavoces sacaron a colación el tema en el turno de preguntas al presidente del viernes en la Junta General, pero Javier Fernández esquivó el debate. No dijo ni una palabra al respecto.
«Si comienza a resentirse la calidad del servicio no sobran los pacientes, sobra su Gobierno», le espetó la portavoz de Foro, Cristina Coto. También el número uno de Ciudadanos, Nicanor García, abordó la cuestión al referirse al impacto dañino que el «inmovilismo» del Gobierno a la hora de gestionar la prórroga tiene sobre ámbitos diversos de la realidad asturiana. Pero Fernández eludió pronunciarse.
La defensa del estado de bienestar ha sido siempre la bandera política del Gobierno socialista en estos tiempos de crisis. Una línea roja, en palabras de distintos miembros del Ejecutivo, que se afana ahora en buscar fórmulas para sortear las dificultades de la prórroga.
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