Empate con... prórroga
diego carcedo
Domingo, 27 de diciembre 2015, 21:51
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diego carcedo
Domingo, 27 de diciembre 2015, 21:51
Artur Mas agotó todos los resortes, aceptó todas las humillaciones personales en política, se tragó todos desplantes y se prestó a una sumisión vergonzante con tal de conseguir mantenerse en la Presidencia de la Generalitat. Pero ni con fórceps ha logrado que el parto para mantenerse en el poder, aunque fuese de forma poco menos que simbólica, acabase bien. Visto ya con una mínima perspectiva, su pretensión de que unos activistas antisistema, luchadores asamblearios resistentes a toda práctica democrática representativa y teorías revolucionarias contra el capitalismo y el libre mercado, acabasen dejando en el aire, al albur de los fríos de enero, su respaldo a la investidura y poniendo de manifiesto que para la mitad de ellos ponerse de lado de su condición e ideología burguesas raya en la utopía ideológica.
Para claudicar en sus principios o para decirle que no, que su organización no contribuiría a mantenerle en el cargo, la CUP, se reunió en Sabadell en asamblea para que las bases ratificasen la posición que contra viento y marea, resistiendo presiones múltiples y sobre todo el señuelo de que sin él al frente la secesión quedaría paralizada, dijese la última palabra. En una larga y tediosa sesión, salpicada de intervenciones y poco nada asamblearios votos secretos, las primeras votaciones rechazaron apoyarle y la última tal dio la impresión de que le condenaban a sufrir un poco más, por lo menos a no celebrar la nochevieja liberado del peso de la incertidumbre. El empate tiene aire misterioso, o rayano en lo increíble: un empate entre el sí el no en el cómputo de miles de papeletas causó la impresión de que sus depositantes pretendiesen a jugárselo a cara o cruz.
Los diputados antisistema que tienen en sus manos reconfirmar en el Parlament a un Artur Mas con las alas del poder recortadas o mandarle al paro político, tendrán que esperar a recibir órdenes nuevas de la Asamblea para pronunciarse. La solución, se anuncia para el sábado dos de enero. Mientras tanto, paciencia y barajar: el todavía presidente en funciones tendrá que resignarse a aguantar mecha, quizás a seguir cediendo a nuevas exigencias o a renunciar antes de verse obligado a convocar nuevas elecciones de resultado incierto. Los catalanes, que llevan tiempo alterados por las ambiciones ajenas a la realidad jurídica y social que intentan imponer los independentistas, ya no deben de acordarse de cuantas veces han sido llamados a las urnas últimamente.
Artur Mas ha conducido a su comunidad a una situación desastrosa, donde la utopía de una secesión está erosionando el bienestar de las familias y la convivencia que siempre habían ejemplarizado. Si su previsible final político lleva además el estigma de la indignidad en cambio sí puede triunfar convertido en manual de uso para políticos jóvenes sin principios democráticos claros. El apego demostrado al sillón, su camaleónica predisposición a tragarse carros y carretas y su incapacidad para reconocer las derrotas, que además supusieron un golpe mortal para su partido (CDC), no debe de tener muchos precedentes entre las democracias europeas.
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