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Sobre la retirada de Cascos

Luis Arias Argüelles-Meres

Jueves, 12 de febrero 2015, 01:02

Tras el vuelco electoral que protagonizó en 2011, ganando las elecciones autonómicas, con un partido que acaba de improvisarse, ya decían muchos de sus detractores y adversarios políticos que no se quedaría aquí, que su destino era Madrid. Sin embargo, Álvarez- Cascos no se fue. Cuando no pudo formar Gobierno, tras las elecciones adelantadas de 2012, se decía que no aguantaría en el papel de líder de la oposición. Sin embargo, aquí estuvo desde entonces sacando de quicio a Javier Fernández el profundo en la mayoría de los debates que se vinieron celebrando en la Junta. Y precisamente ahora, a muy pocos meses de la próxima cita con las urnas, anuncia que no será el candidato del partido que se creó a su imagen y semejanza, siglas incluidas. El alivio les llegó de forma inesperada a nuestro Presidente autonómico y a sus ex compañeros del PP, así como a aquellos coros mediáticos que le declararon la guerra tras su ruptura con Gabino de Lorenzo.

Si las respuestas tienen muchas veces que esperar, las preguntas, sin embargo, no admiten demora. ¿Por qué se va Cascos? Cabe barruntar que, abierto el caso de la trama Gürtel, que afecta también a la época en que fue ministro de Fomento, no es disparatado suponer que no se sintiese muy cómodo con esa historia. Tampoco sería ilógico conjeturar que, ante la posibilidad de una pérdida de votos con respecto a anteriores convocatorias, no estaba Cascos por la labor de una derrota electoral nada descartable. Todo ello al margen de las razones personales que pueda haber, que en todo caso pertenecerían a su ámbito privado y sobre las que no procedería especular.

Se retira Cascos tras haber logrado asestar un golpe casi definitivo al bipartidismo en Asturias. Fue el partido de Cascos y no el PSOE quien terminó con la mayoría absoluta de Gabino en Oviedo. Fue el partido de Cascos y no el PP quien acabó con casi un régimen en el Ayuntamiento de Gijón. Paradójicamente, el mismo político que dejó al frente del PP astur, tras la ruptura con Marqués, a personas de su confianza que, andando el tiempo, se convertirían en sus principales adversarios.

Se retira Cascos. Pero, a la hora de hacer un balance de urgencia de su trayectoria política en Asturias, antes y después de 2011, nos encontramos no sólo con sus contradicciones y paradojas, sino también con estruendosas incoherencias de las que dan muy buena cuenta las hemerotecas. Son muchos los personajes de la vida pública asturiana que lo alabaron y adularon hasta el sonrojo ajeno y que, en un momento dado, arremetieron contra él con artillería pesada y brocha gorda. Pensemos, sin ir más lejos, en Gabino de Lorenzo, en Ovidio Sánchez y en Mercedes Fernández, que formaron parte del ceremonial de despedida que se escenificó en 2004 en la sede de la Delegación del Gobierno. Pensemos también en las condecoraciones que le otorgó Gabino de Lorenzo.

Pero este capítulo de incoherencias no se circunscribe sólo a personajes políticos, sino que también afecta y cuánto- a la opinión publicada. Porque las hemerotecas también pueden atestiguar que los mismos medios que contribuyeron de forma decisiva a que gran parte de la sociedad asturiana considerase que Cascos había sido un buen ministro para Asturias harían años más tarde y sin despeinarse mucho- campañas contra él como si fuese el único y principal problema de esta tierra.

Sobre la retirada de Cascos. Justamente, pocos meses antes de que se celebren las elecciones autonómicas y municipales que transformarán el mapa político de este país, el que fuera hombre de confianza de Fraga y Aznar, abandona por segunda vez la política.

Escribí en su momento que Cascos venía a ser un indiano de la política que, andando el tiempo, regresó a su tierra atesorando una trayectoria con vuelos más altos que los que podían exhibir los que no habían salido de aquí. Y, paradójicamente, fue en 2011 un revulsivo contra una FSA omnipotente en Asturias y contra un PP que estaba encantado en la oposición, un PP, lo repito una vez más, dirigido por personajes que él mismo eligió como guardeses.

Tiempo habrá para conocer sus razones. Tiempo habrá para conocer análisis más pausados. En cualquier caso, hablamos de un político que despertó odios y alabanzas, sin lugar para los términos medios, que acaso no supo o no quiso apartar a los aduladores, que acaso fue demasiado destructivo con sus oponentes.

Sobre la retirada de Cascos, sería muy higiénico intelectualmente que se abriese un proceso en el que preponderasen análisis sosegados sobre su trayectoria pública. Fue hiperbólico que lo comparasen con su admirado Jovellanos. Y fue injusto que lo atacasen como el culpable de la mayor parte de los males de Asturias, entre otras cosas, porque tampoco tuvo la oportunidad de gobernar esta tierra con una mayoría que le permitiese desarrollar su proyecto político

Cascos no fue un político mediocre, a pesar de su derechismo, por lo demás, innegable.

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