Borrar
Urgente Hallan a un hombre muerto con un disparo en la cabeza en una lavandería de Gijón
El padre de Villa, Hermógenes Fernández, a la derecha de la imagen, con botella de sidra y puro, rodeado de clientes. :: E. C.
La casa de Villa fue sede de Falange

La casa de Villa fue sede de Falange

El exlíder del SOMA, que creció con su abuela Asunción, no congeniaba con su padre, toda una institución en Tuilla

LETICIA ÁLVAREZ

Domingo, 16 de noviembre 2014, 01:06

Hermógenes mimaba la sidra como pocos en las cuencas. Por las noches la refrescaba en un almacén de la parte trasera de la casa. Por las mañanas, trasladaba las cajas a la parte delantera para que las botellas templaran al sol. A su chigre solo le faltaba hablar. Servía para todo. Era tienda, rincón para la partidina, casa de comidas y sede de espichas, donde pedir 'fiao' en caso de apuros y «el mejor confesionariu del mundo». La frase es del mismo Hermógenes Fernández, padre de José Ángel Fenández Villa, quien, con sus habituales tirantes, solía acodarse en la barra para escuchar a la clientela, pero solo para escuchar. Jamás intervenía en cuestiones de política, ni un solo comentario fuera de tono. «Era muy discreto», recuerdan quienes le conocieron.

Frente a las vías del tren, próxima al cuartel de la Guardia Civil, Casa Hermógenes ocupaba la planta baja de un edificio de tres, que el abuelo del exsindicalista adquirió tras emigrar a Cuba. Regresó un día, por poco tiempo, y le compró el edificio entero a Arsenio, otro hostelero de la localidad. Cuando se marchó al Caribe, el abuelo había dejado atrás a Asunción, de la que se separó, y a sus dos hijos, Hermógenes, padre del exlíder del SOMA, y Aurina. Con la compra del bloque de viviendas, el abuelo saldaba de algún modo una deuda con la familia. Era, sin duda, un buen negocio, un edificio con posibilidades, pues les daría para vivir de manera confortable e, incluso, para arrendar algunos pisos y con ello sacar unas rentas, como así fue. La parte de abajo dio, durante décadas, para el bar de la familia y una tienda. La primera planta del bloque no tardó en convertirse en el primer cine de la localidad. Películas bajo el tijeretazo de la censura y escarceos en la penumbra, cuando la clandestinidad era el pan nuestro de cada día en cuestión de política y también de amores adolescentes.

El cine dio paso a la academia de Florentino, profesor por el que desfilaron buena parte de los niños de la zona, entre ellos, un Villa que no se salvaba precisamente de los castigos del maestro ni aun siendo el hijo de los caseros. Al cierre de la academia, el local fue arrendado por la Falange y, posteriormente, con el cambio de tiempos y vientos, la casa de la derecha extrema, en cuyas mesas los somatenes se daban cita día sí y día también, pasó a ser alquilada por el Partido Socialista Obrero Español. Así son las cosas.

No es difícil imaginar que la variopinta comunidad de vecinos y clientes que por allí pasaban haya marcado de algún modo a José Ángel Fernández Villa y sus cuatro hermanos. Todo se cocía en aquel bar donde la sidra y los cubalibres regaban gargantas de mineros después de ir al baile a El Berrón. 'Josiángel', sin embargo, no solo no fue de alternar, sino que jamás echó un culín de sidra, ni siquiera para desatascar la barra cuando su padre no daba abasto. Siempre «con les manes en bolsu», siempre hablando de política. «Echai un culín pa'ayudar a tu padre, ho», les decían a los hermanos los parroquianos. «Que lu eche esi, que yo de lo que gano pago a mis padres, pero él ni trabaya ni paga», dijo alguna vez uno de ellos sobre el exlíder del sindicato minero. A veces la clientela se alertargaba en la barra y Hermógenes cobraba cada ronda más cara a ver si se daban por aludidos. «Pero bueno, 'Mógenes', si me cobraste más que antes...». Y ni con esas lograba echarlos. Si, al otro lado de la calle, del América salía luz, entonces cambiaban de local, todos juntos, falangistas, mineros, socialistas, los mismos que al día siguiente apenas se saludaban. En Tuilla se discutía de política o de fútbol y, según esas tendencias, se definían las pandillas y, aunque el Tigre militó con bastante buenas maneras en el equipo local, el mismo del que salió David Villa, siempre tuvo claro su objetivo. La militancia política. Todo lo contrario que su padre, hombre callado, discreto, campechano, muy trabajador y, por supuesto, sordo a las cuestiones de la cosa pública, para evitar líos.

Eso y su carácter le alejaron de su su hijo. De hecho, Villa vivió siempre en casa de la abuela Asunción: «Antes prefiero que me preguntes por un guardia civil», espetó un día Hermógenes a un amigo de su hijo que se interesó por su paradero después de que Villa fuera detenido. Incluso su padre lo mandó una temporada a Barcelona con unos familiares, cuando fue despedido del Pozu Cabritu.

Cuentan el exboxeador Gómez Fouz y Antón Saavedra en sendos libros que Villa fue chivato de la Policía. Con el cambio de la situación, es decir con la llegada de la democracia, los nombres de los posibles traidores desaparecieron de los documentos y archivos. No obstante, hay quien alude a esa relación de los Fernández Villa con la Falange, inquilina en el piso de arriba durante años, para justificar la posible condición de informador del sindicalista. El fin del alquiler se debió a un desacuerdo sobre la renta entre las partes, aunque quizás Ludivina, su madre, conocida como 'Vina', tampoco puso, lo que se dice, toda la carne en el asador para llegar a un contrato nuevo, procurándose así la salida de los falangistas del piso. El caso es que el matrimonio Fernández Villa tuvo siempre muy claro que aquel alquiler servía, como el resto de sus negocios, para sacar a sus cinco hijos adelante y en esa tarea empeñaron su vida. Si dio para tamaña fortuna, tal y como asegura hoy Villa que recibió en herencia, para justificar sus 1,2 millones de euros, eso tendrá que dirimirlo la Justicia. Una cosa está clara: por Casa Hermógenes desfilaban el cura, el maestro, el concejal , el picador y hasta la Guardia Civil, aunque solo el bacalao y los callos pusieran a todos aquellos de acuerdo. Eso y que la actitud de Villa más parecía «de estalinista que de socialista».

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio La casa de Villa fue sede de Falange