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Ana Moriyón
Jueves, 9 de octubre 2014, 00:11
«Intenté trabajar siempre desde la humildad, con coherencia y lealtad a nuestros orígenes obreros, al socialismo, y al proyecto sindical emanado desde los trabajadores». Las palabras de José Ángel Fernández Villa, entrecortadas por la emoción y pronunciadas durante su comparecencia el día 9 de abril de 2013 para anunciar su renuncia irrevocable como líder del SOMA-Fitag-UGT por motivos de salud, cobran ahora gran relevancia, tras saberse que la Fiscalía Anticorrupción investiga el presunto origen ilícito de 1,4 millones de euros que ocultó a Hacienda. Aquellas declaraciones tenían lugar aproximadamente un año después de que el Gobierno de Rajoy anunciara una amnistía fiscal en marzo de 2012 -lo que impide que la justicia le atribuya un delito de ese ámbito-, y posiblemente cuando Anticorrupción ya estaba investigando el supuesto origen ilícito de ese dinero.
Durante aquella intervención histórica de José Ángel Fernández Villa, que tuvo lugar en la Casa del Pueblo de Mieres, admitió «aciertos y errores» durante sus treinta y cinco años de «lucha sindical» porque, dijo, «somos humanos». Se refería a que dejaba el liderazgo del SOMA sin poder alcanzar los objetivos que se había marcado y en un momento más que complicado para el sector minero.
«No puedo estar a tope»
Villa decidía presentar su renuncia por cuestiones, justificó entonces, de salud. Sin vuelta atrás. Lo había intentado ya meses antes, en septiembre de 2012, pero sus compañeros no aceptaron su dimisión y terminaron convenciéndole para que continuara al frente del sindicato, al menos, durante dos años más. No había vencido aquel plazo cuando el líder sindical, en abril de 2013, convocaba a los medios de comunicación con el pretexto de que había señalado un comité regional extraordinario. «No puedo estar a tope. Ética y moralmente tengo que corresponder a todo lo que me ha dado este sindicato», manifestó. Tras dos intervenciones quirúrgicas, de próstata y de corazón, aseguró que no podía ir «contra natura» y que quería abrir paso a una «nueva etapa», para dedicar el resto de su vida a recuperar el tiempo personal perdido durante casi 30 años de lucha sindical, pero, sobre todo, añadió, a estar al lado de su familia.
Durante aquella intervención, que se prolongó durante cerca de setenta minutos, Villa se esforzó en mostrar su cara más humana, con una cuidada declaración cargada de simbolismo que leyó no sin pocos titubeos y con voz quebrada. Consciente en todo momento de que su renuncia llegaba en un momento muy complicado para el sector minero, Villa quiso lanzar mensajes a su sucesor, quien cinco meses más tarde resultaría ser José Luis Alperi. «Sea quien sea el elegido, tendrá mi apoyo moral, aunque en la práctica poca ayuda podré prestarle ya, pues mi salud no me permite ninguna implicación efectiva en las necesarias tareas sindicales que desde este mismo momento se deben desplegar», confesó.
Hizo un llamamiento a la unidad sindical de los trabajadores para frenar el intento de los poderosos de «desmantelar» los derechos y conquistas sociales conseguidas hasta la fecha, e incluso subrayó la necesidad de que Asturias celebrara una nueva huelga general. «Las cuencas nos van a conducir nuevamente a movilizaciones, y aunque habrá que definir nuevas estrategias y formas de contestación, está claro que ése es el camino», retó. En este sentido, Villa quiso reivindicar el papel del movimiento sindical y su contribución «decisiva» para la conquista de la sociedad de bienestar, «abrasada por la política actual de un gobierno que ha recortado muchas de las conquistas históricas que se habían conseguido con tanto esfuerzo durante todos estos años de democracia». Un «enorme» patrimonio y también de «condiciones sociales y materiales» que, señaló, está en riesgo en España y en toda Europa, y que sólo podrá defenderse, añadió, si los trabajadores de todas las clases «se mantienen sindicalmente organizados, y se organizan todavía más». Alentó entonces a hacer frente a esta amenaza «para defender el legado de los hombres y mujeres, trabajadores y trabajadoras, que con su esfuerzo, compromiso, dignidad, conciencia, solidaridad y lucha, han escrito las palabras de la historia, no sólo del SOMA, sino de Asturias y de las comarcas mineras». Un movimiento entre los que, se entiende, él mismo se estaba incluyendo.
Respaldo de afiliados
El histórico sindicalista se despidió haciendo repaso de los principales hitos que marcaron su dilatada trayectoria al frente del movimiento sindical, que arrancó en el año 1976 cuando integró la 'Comisión de los 16'. Apenas tres años después, en 1979, y tras haber sido elegido responsable de la sección sindical de Hunosa en las primeras elecciones democráticas que se celebraron no sólo en la empresa pública, sino en todo el país, accedió a la secretaría general del SOMA. Un cargo en el que había logrado mantenerse tras ser reelegido democráticamente «gracias al respaldo y la confianza de los afiliados», el «mayor honor del que he disfrutado y que me llena de orgullo».
Críticas al PSOE y PP
También comentó durante aquella tarde en la Casa del Pueblo de Mieres que «algunos nos han acusado y acusan de haber defendido con todas nuestras fuerzas a la minería, de haber mantenido los empleos mucho más allá de lo que hace 25 ó 30 años se vaticinaba (...) ¡Es una bonita acusación», remarcó. Tuvo palabras críticas hacia el PSOE, «nuestro referente», por el que «no siempre fuimos correspondidos», denunció, por lo que instó a la organización a discutir sobre un nuevo contenido ideológico, «que marque una clara diferencia con la política actual».
Pero, sobre todo, sus mayores críticas tenían como destinatario el PP, «que nunca mostró intención de negociar», y que con su «cerrazón y maniobras» ha perseguido «no sólo un ahorro económico», sino «doblegar al sector que históricamente ha sido un referente en la resistencia, lucha y movilización de los trabajadores, y transmitir al conjunto de la sociedad el fin del movimiento obrero». Una «terrible ofensiva» frente a la que el sindicato, aseguró Villa en aquella jornada de despedida, luchó «al límite de nuestras fuerzas, porque no nos dejaron otra alternativa. Hay batallas que hay que dar porque van en el honor». Su intervención concluyó con lágrimas en los ojos, pañuelo en mano, y recordando a sus familiares fallecidos que, dijo, «venían insistiendo desde hace años en que abandonara esta actividad».
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