![Música para abrir una ciudad](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/pre2017/multimedia/noticias/201703/31/media/cortadas/gijon-sound-k5DE-U213158814215HYH-660x371@El%20Comercio.jpg)
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JORGE ALONSO
Viernes, 31 de marzo 2017, 01:06
La cultura no solo hace la vida más ancha, sino que la deja mejor empedrada. En una ciudad en la encrucijada, en un lugar que se debate entre la nostalgia, lo precario, la indecisión y los clichés manidos, este Gijón Sound Festival, como todos los eventos culturales que nos ponen con cuidado en el mapa, se antoja no solo deseable sino necesario. Creciendo poco a poco, con el método de prueba y error por bandera y vinculando cada vez a más elementos, tenemos ahora un festival que combina nombres consolidados de la escena nacional e internacional, artistas locales de probada valía y un puñado de actividades salpicando las calles que hacen de la primavera recién estrenada un lugar disfrutable.
El cartel oficial va afinando los horarios de tal modo que las decisiones dolorosas van siendo menos, el viernes, por ejemplo, podemos disfrutar de Glen Hansard, Julieta Venegas y Manel sin sacrificar más que nuestra capacidad de Stendhal, cierto que habremos de elegir opciones una vez disfrutados FMM (esto es obligatorio), pero es que el tiempo y el espacio sigue teniendo sus limitaciones. Siguen los vermús, ampliados al domingo, con tragos tan sabrosos como el Alegato Boogaloo o el Colectivo Asturiano de Jazz (si fueran de otros lares no habría dinero para pagarlos), y el punto de Joe Crepúsculo, Helios Amor o Plastic Adict, si no acaba en comida sin pasar por casa, en alguno de los locales que colaboran con el festival, por ejemplo, raro sería.
Y mencionamos antes la posibilidad de morir de Stendhal, no lo tomen a broma, que Isasa y Elle Belga van a tocar en la Sala de pinturas de La Laboral y eso, claro, pinta maravillosamente bien. El resto del sábado recorre el Museo Barjola, salas como La Subterránea, Acapulco o el Albéniz, para degustar la exquisita presencia de Alberto y García, la frontera DePedro, que es lo que viene siendo un lujo de paladar amplio, el sabor salvaje de Las Potras, el placer de Improviso o Max Gamuza, el baile eléctrico y sonriente de Novedades Carminha, al fin, y la ración británica de Ten Fe y Manuela, que son dos propuestas que todavía no han llegado a las páginas de tendencias o los festivales de postal, pero no por eso van a dejar de hacerlo. No se los pierdan.
Y estos tres días dan para los treinta en bici que nos dejan respirar, y mesas donde catar la exuberancia de Paco Loco o charlar sobre el papel que la música puede tener a la hora de hacer de este Gijón un lugar habitable para quienes están y quienes se fueron, para quienes quieran asomarse o quienes vengan para quedarse, para quienes quieran la mar y el monte, el buen comer y la buena noche, que también hay barras entusiastas en el festival. Sin música la vida no tendría sentido, lo dijo Nietzsche, que sabía que si mirabas un abismo este también te miraba a ti, y por aquí vamos sobrados de abismos, es hora de abrir las puertas y bajar los puentes.
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