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M. F. A.
Sábado, 20 de mayo 2006, 02:00
Sólo él le hizo caso. Sólo Alonso de Quintanilla alimentaba el estómago y las ilusiones de un hombre que aspiraba a descubrir América. En el siglo XV, hubo un ovetense nacido en San Esteban de las Cruces en 1420 que abrió la puertas de la Corte de Isabel la Católica a un desconocido Cristóbal Colón.
Cuentan los historiadores que ni le creían ni le escuchaban en los años previos a la expedición que habría de concluir con éxito en 1492, que deambulaba Colón por la Corte «pobremente vestido» y sin que nadie creyera en su propuesta ni tan siquiera hiciera amago de escucharla. «Sólo Alonso de Quintanilla, contador mayor, le daba de comer de su despensa y le oía de buena gana las cosas que prometía de tierras nunca vistas». Así lo narraban los historiadores y así lo recoge Dolores Carmen Morales Muñiz, ilustre medievalista nacida en Oporto de padres gijoneses y ahora afincada en Madrid. Ella es la última biógrafa del asturiano, sobre quien escribió hace más de una década 'Alonso de Quintanilla, un asturiano en la Corte de los Reyes Católicos'. Y suya es también la biografía que recogerá de Quintanilla el diccionario que elabora la Real Academia de la Historia que preside Gonzalo Anes.
Sabe la profesora Morales que sin Quintanilla la conquista de América probablemente no se habría producido, puesto que era el ovetense un personaje de gran influencia en la Corte sin cuya mediación difícilmente Isabel la Católica, a la que conocía desde niña, hubiera dado audiencia al descubridor. «Colón tuvo entrada en la Corte gracias a él», dice la historiadora, que añade contundente que estamos ante un personaje «con poca fachada pero enormemente importante».
Enigmas
Hay muchos enigmas sobre lo que sucedió hasta que finalmente se dio el visto bueno al viaje de Colón, pero sí se sabe que el propio Quintanilla se encargaba de darle dinero de su contaduría. Era un técnico, no un noble, sino un letrado con ojo clínico para acertar en sus apuestas, y en ésta su opinión fue clave. Sabía que aquella aventura que proponía podría llegar a buen puerto. Así que el hombre gris que se había hecho a sí mismo convenció a los Reyes y después su figura se desvaneció en la historia. Entre otras razones, porque algo ocurrió que le hizo desvincularse del proyecto: «Quintanilla desaparece del mapa en un momento determinado», explica Dolores Carmen Morales incapaz de dar más respuestas al porqué a través de las hipótesis que barajan sus colegas: «Es una incógnita, pero hay autores que dicen que pudo tener un encontronazo con el duque de Medinaceli». Ella no confía demasiado en esta teoría porque sabe que Quintanilla era, ante todo, un hombre prudente como pocos.
Era prudente, trabajador, serio... Dejó Asturias para labrarse un futuro en Castilla y lo hizo. Murió en 1500 y su fortuna era grande. «Él sabía que Asturias era un sitio donde no podía prosperar», por eso hizo el petate y se fue. Dicen que posiblemente era un converso y su biógrafa avala esa teoría porque en el Principado había en ese momento importantes grupos judíos y los reyes solían contar con neófitos en su entorno.
Ese hombre preparado, con el título de escribano mayor y muy valioso para la Corte -llegó a la de Juan II- contrajo nupcias con otra asturiana, Aldonza de Loureña, y con ella tuvo varios hijos. Por cierto que uno de ellos fue comunero.
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