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Una librería por la que no pasan los años

Una librería por la que no pasan los años

Luis Martín atiende cada día el negocio que montó su padre en 1952

idoya rey

Lunes, 30 de marzo 2015, 09:56

El eje comercial de Oviedo se situaba por aquella época entre La Rúa y la calle Fruela, pero poco a poco la ciudad crecía hacia la estación del Norte. Un joven Patrocinio Martín vio oportunidad de negocio en aquella zona que era por entonces poco más que el extrarradio de la ciudad. En una manzana nueva construida frente al hospicio, luego transformado en un lujoso hotel de la Reconquista decidió abrir un negocio con su mujer Maribel Muñiz. Pensaron ambos que no solo iban a leer los libros que tanto les gustaban, sino que también iban a venderlos.

Era el año 1952. La pareja acaba de casarse y un tío de Martín les animó y avaló con crédito del Banco Español de Crédito de 80.000 pesetas para que iniciaran su carrera comercial. Para que dieran los primeros pasos de la librería Maribel de la calle Gil de Jaz, que aún hoy conserva la esencia de sus primeros días. Porque si hay algo que recuerda Martín sobre esa primera época al frente de la librería es «el entusiasmo» que tenían. Y eso que las condiciones no eran fáciles. «Pagábamos una renta de 1.000 pesetas mensuales, cuando el salario que yo tenía como trabajador de Correos eran 5.000 pesetas al año», recuerda el librero, que mantiene la mente como si no hubiera pasado el tiempo por él. Quizás el secreto que guarde el fundador, que a sus casi 90 años se acerca cada día al negocio para visitar a su hijo Luis Martín, ahora tras el mostrador, esté en la misma puerta de la librería. En la parte baja, listo para ser descubierto por miradas curiosas, un cartel lo dice: Leer es vivir.

La librería Maribel es el único local que mantiene la misma actividad desde que en 1952 se inaugurara el bloque de viviendas. Al año siguiente abrió la Pescadería La Mundial y el resto de negocios han ido yendo y viniendo. En este estaba claro que iba a haber relevo generacional. Luis Martín nació prácticamente en la librería, en una vivienda en el mismo edificio donde aún hoy residen sus padres. Y, aunque suene a tópico, siempre quiso ser librero. Lo suyo llegaba a tal punto que cuando llegó a la Universidad se saltaba algunas clases para ir a trabajar a la librería. No podía renegar de eso y terminó por dedicarse plenamente y con fervor a la tarea que le encanta. «Es una pasión por el mundo del libro», confiesa el sucesor del negocio.

De sus padres ha heredado el mimo por el oficio. Martín padre cuidaba cada detalle del negocio, lo que le llevó a ganar varios concursos de escaparates organizados por la editorial madrileña Manuel Aguilar. El primero en el que venció a nivel nacional iba sobre La guía agrícola de Philips, un documento que editaba la multinacional para instalarse en España y que informaba sobre los periodos de siembra, algo así como un calendario zaragozano. «Así conseguí la primera lavadora que tuve en mi vida. La noticia salió en la prensa nacional», recuerda.

Ahora Martín hijo prosigue con ese cuidado en la tienda. El escaparate también está preparado al detalla con un espacio reservado para obras que tienen que ver con la región y con la ciudad. «Soy excesivamente carbayón. Amo mi ciudad y aplico la máxima de Ricardo Vázquez Prada: Oviedo ciudad madre de vida padre». Tiene una colección con todo lo que se publica sobre Oviedo y, como presidente de la Asociación de Libreros, ha encargado la reedición de 300 ejemplares del libro sobre la Historia del Comercio y los comerciantes de Oviedo. Allí lo tiene en un hueco del escaparate de una tienda que mantiene esa personalidad de sus primeros días, que huele a papel y a madera, que conoce a los clientes por el nombre, donde parece que no corre el tiempo.

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