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Domingo, 22 de junio 2014, 01:39
Desde hace más de una década los vecinos de El Cristo saben que el hospital entorno al que creció su barrio se trasladaría a La Cadellada. Los retrasos en la construcción de la millonaria infraestructura les daban un cierto margen de confianza pensando que el traslado tampoco sería tan inminente como decía el Principado. No era la primera vez que se hablaba de la mudanza. Confiaban que tardaría. Pero en esta ocasión los políticos han cumplido. En apenas dos semanas El Cristo se ha quedado sin actividad. «Se escucha el silencio», describe el presidente de la asociación vecinal y comercial Ramón del Fresno que lleva años reclamando y proponiendo una solución para evitar lo que ahora ocurre: que no hay alternativa para el barrio; que se queda desolado esperando una respuesta que, sin embargo, no será inminente para llenar el espacio que queda vacío. Empezó a llenarse a finales del siglo XIX cuando se inauguró el Hospital-Manicomio de Llamaquique. Sus enfermos bajaron también a La Cadellada antes de la guerra civil. En la contienda, el centro de Llamaquique quedó totalmente destruido. Una historia, de idas y venidas, que se repite. Con batallas dialécticas; sin trincheras ni fusiles.Conocida la decisión política hubo alguna consecuencia. Una empresa que iba a hacer un aparcamiento en La Ería abandonó el solar excavado (donde ahora está el Talud que costó levantar casi cinco millones de euros). Los vecinos se movilizaron. Recogieron 200.000 firmas pidiendo que el hospital no se trasladara a La Cadellada. Aun así, no consiguieron que los políticos cambiaran de opinión. Estaban decididos a que el psiquiátrico tuviera una segunda vida. La que sacarían de los 17 edificios que se levantaron para construir, de nueva planta, un nuevo hospital en la finca de Buenavista.
«El paso de gente ya no existe, ahora trabajamos gracias a los vecinos en un barrio que se hizo a raíz del hospital», explica.
«Nos han dejado tirados. Comparo esto con las empresas que despiden a sus trabajadores con 50 años. Qué hacemos ahora».
«Sabíamos que se iba a trasladar pero no que tomarían decisiones tan rápidas», piensa este vecino, y muchos otros.
«He notado en estos días un descenso de ventas de 300 barras de pan. Noto muchísimo el traslado del hospital». Pero resiste.
«Sería importante saber lo que van a hacer aquí a corto plazo», dice él y todos los comerciantes de El Cristo.
En marzo del 61 se inauguró el centro sanitario. 53 años después, las 1.600 camas se quedan vacías; como un barrio entero «desolado» por el cierre del que fue su motor económico en el último medio siglo. Entorno a él se fue construyendo un ensanche que ahora no sabe qué hará sin el hospital.
Lo que ocurre en El Cristo es, desde luego, llamativo. Las colas de coches esperando por entrar a un parking que hace tiempo se quedó pequeño han desaparecido; la presencia de los taxis y de las ambulancias es prácticamente testimonial. Se escuchan los pájaros. Ya no hay sirenas ni ruido de tráfico. Casi ni coches que suban o bajen por Álvaro Flórez Estrada o la avenida de El Cristo. Se puede aparcar fácilmente incluso en la zona blanca de la calle Burriana. Algunos locales han cerrado; otros están en liquidación; y hay quien piensa en bajar la persiana a falta de conocer el futuro que le depara al vecindario.
Mientras el Principado (el propietario mayoritario de los terrenos) y el Ayuntamiento (con autoridad para la reordenación urbanística) deciden qué hacer en El Cristo, el tiempo pasa. «No se prevé que llegue una solución en seis meses», lamenta el presidente de la asociación de vecinos y comerciantes de El Cristo, Buenavista y Montecerrao, teniendo en cuenta que no se ha producido en una década ni en el último año cuando el traslado ya era seguro. Tanto tiempo han estado sabiendo que la mudanza llegaría; tantas veces anunciaron que el hospital se trasladaría y no ocurrió, que esta vez tampoco lo creyeron. «Se ha ejecutado en tiempo récord, no se esperaba que fuera ya». Confiaban en que el tiempo continuara pasando una vez más mientras todo seguía igual en El Cristo. Que, en este caso, jugara a su favor. Pero no ha sido así.
Lo que había arriba se ha trasladado a otro punto totalmente distinto de la ciudad, donde notan lo precipitado de la operación esperando que el traslado mueva su economía. Por el momento, ha llenado las plazas de aparcamiento. En los edificios frente a la entrada principal lucen carteles de 'Se alquila' pensando en que trabajadores del nuevo HUCA quieran vivir más cerca de su empleo. Los bajos comerciales no están tan próximos en la zona nueva de Teatinos o Prado de La Vega como en El Cristo. En los últimos tiempos han abierto dos negocios, contabiliza el presidente de la asociación de vecinos de Teatinos Paulino Vicente, Santiago Camporro.
Hay que caminar un rato para llegar a una cafetería, un estanco, un banco o un supermercado. Aun así, esperan que con el hospital sus barrios se revitalicen. Tanto unos como otros creen que lo que ocurra entorno al nuevo hospital será distinto de lo que supuso en su momento para El Cristo. En la parte alta de la ciudad, el hospital se unió al entramado urbano. La nueva tiene un diseño distinto; el de un barrio nuevo con un hospital recién construido. Habrá que esperar para ver cómo se mueve la ciudad, «cuáles son las necesidades que genera» el equipamiento recién estrenado, dicen cautos en Teatinos.
«Aquí bajarán las ventas pero no creo que suban allí lo mismo», piensa Rosa, que abrió en El Cristo su floristería de la calle Buenavista hace 24 años llamada por el hospital. Con su marcha, ha notado un descenso del negocio de un 70%. Por la proximidad al centro sanitario llegó también hace 28 años (los cumple este mes) María Somoano con su perfumería y centro de estética en Álvaro Flórez Estrada. «El paso de gente ya no existe, ahora trabajamos gracias a los vecinos» en un barrio «que se hizo a raíz del hospital». En la tienda han perdido el 95% de las ventas. «Tenemos la sensación de que sobramos», lamenta. Y piensa lo que todos: que cómo puede ser que «no hayan pensado en un plan 'b'.
«Nos han dejado tirados», reprochan a los gobernantes Benjamín Conde y Mari Carmen Castro desde su confitería en la avenida del Cristo que abrieron hace 33 años y que calculan que han notado cómo su facturación ha caído entre un 50 y un 60% estos días. Ni pastas ni bombones sirven ya como regalos a enfermos o personal sanitario «sin ninguna perspectiva» de cambio para las instalaciones ya prácticamente vacías. «Comparo esto con las empresas que despiden a sus trabajadores con 50 años. Qué hacemos ahora», se preguntan con el temor no solo de notar la baja en sus cajas sino en su moral.
Los comerciantes de El Cristo están desconcertados con lo que ocurre, o con lo que ha dejado de suceder en sus negocios, aunque cuando llegaron a instalarse los últimos, lo hicieron sabiendo que la mudanza era próxima. «Pero no que ahora tomaran decisiones tan rápidas», insiste Alberto Vázquez que desde hace cuatro años tiene un herbolario alimentado por sus vecinos, que viven con la incertidumbre de qué pasara en el amplio terreno del hospital. Ocho años lleva Javier Fernández con su panadería en la que empezó vendiendo 500 barras y ahora nota «una diferencia de 300 menos». Él nota la falta del hospital «muchísimo». Lo sabía, sí «pero parecía que no iba a llegar». Sin embargo, no se plantea trasladarse con el hospital. Los anteriores tampoco: «Abajo es imposible montar un negocio: el hospital está totalmente aislado», considera.
En Teatinos
Es como «una isla, una ciudad», describía esta semana el concejal de Transportes, Gerardo Antuña, que vive de cerca los problemas que el traslado están suponiendo para el tráfico en la ciudad, con la parada de autobús urbano más próxima a 150 metros. Viendo cómo los autobuses interurbanos entran en el complejo, el Principado ha cedido a las exigencias municipales permitiendo el acceso de dos líneas de transporte urbano. Mientras los taxistas avanzan movilizaciones, los pacientes esperan durante horas ser atendidos, los médicos protestan por la lentitud del programa informático que todos los asturianos ya saben que se llama 'Millennium', los vecinos de Teatinos confían en que el desconcierto sea temporal y que todo, poco a poco, vaya poniéndose en su sitio. «Hay más tráfico, pero no se puede hablar de un colapso», resta gravedad el portavoz vecinal sobre un complejo sanitario «mejor situado que el antiguo, en un barrio menos acogotado, con más espacios y amplitud» que sus vecinos ya usan como lugar de paseo o para hacer deporte.
En el otro lado de la moneda, en El Cristo, «continuaremos luchando», subraya el presidente de la asociación vecinal, por buscar una solución para el espacio, «con el temor de que ahora lo ocupe algún colectivo», apunta uno de los hosteleros recién llegados al barrio, Jesús Farpón. A las seis y cuarto de la mañana lleva un año y medio abriendo los Campos Elíseos. Era de los primeros porque sabía que tendría clientes. «Ahora estoy solo. Por la calle no pasan coches ni autobuses, es como si hubieran tirado una bomba». Cogió el negocio en traspaso sabiendo el traslado inminente. Entonces «había propuestas sobre la mesa, que si una Ciudad de la Justicia u otra cosa que al final ha quedado en nada». Aun así, ahí se queda.
Más reciente aún es José Escandón con su cafetería Élite. Evita dar datos sobre cómo nota la marcha del HUCA «pero no pensábamos que iba a afectarnos tanto», reconoce pensando en que «sería importante saber lo que van a hacer aquí a corto plazo». En caso de que no ocurra y que nada nuevo llegue para sustituir o al menos aminorar el impacto económico que sufre ya El Cristo, Carlos Sancho, se podría plantear marcharse con su papelería a otra parte porque «el barrio depende totalmente del hospital». Ha sido así durante 50 años, y él ha visto los últimos 30 tras su escaparate.
El futuro es una incógnita para un barrio que ha sufrido importantes cambios en los últimos años: dijeron adiós al campo de fútbol y saludaron un Palacio de Congresos con firma de Santiago Calatrava. Pensaron que aquello sería un desastre para sus comercios pero apenas notan la galería comercial que completa el complejo. El «auténtico trauma» llega ahora mientras miran de reojo otra isla o pequeña ciudad, la que se mueve en el Calatrava ajena a un barrio que le queda por delante uno de los retos más importantes de su historia: conocerla.
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