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Domingo, 15 de junio 2014, 01:13
Entre las vías y piedras de la desaparecida estación del ferrocarril Vasco-Asturiano, José Bernárdez recogió varios ejemplares de salamandra en 1928. Había llegado a la conclusión de que esta población era vivípara, paría a sus crías formadas, sin una fase larval acuática. Envió algunas de aquellas sacaveras a herpetólogos alemanes y la subespecie fue descrita por Wolterstoff en 1928, que le dio el apelativo de su descubridor: bernardezi. Las salamandras de Oviedo (y la mayoría de las de Asturias y parte del norte de Galicia) pertenecen a esta subespecie pequeña de tamaño, de cabeza redondeada y de llamativas bandas amarillas sobre el fondo negro. Su alimentación no varía respecto a otras variedades. Come pequeños artrópodos, gusanos, lombrices de tierra, caracoles, babosas o insectos (en su mayoría coleópteros), gasterópodos o miriápodos (escolopendras y ciempiés). En veranos muy secos, puede pasar un periodo de inactividad, al igual que durante los meses más fríos del invierno. En su medio natural, son presa de nutrias, fuinas, ratoneros y rapaces nocturnas. «Aquí creo que se las comen los gatos», sospecha Álvarez.
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