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Ana Moriyón
Sábado, 5 de septiembre 2015, 00:15
Más de medio millar de personas se concentraron ayer en la plaza Mayor de Gijón para exigir el fin de la guerra en Siria y reclamar a los poderes públicos que intensifiquen sus esfuerzos para acoger al mayor número posible de refugiados. «No son refugiados, ni inmigrantes, son personas. Abajo las fronteras», se podía leer en una de las pancartas de la manifestación, que sirvió para remover conciencias y dar a conocer algunas de las iniciativas que se están poniendo en marcha en la región en previsión de una posible llegada de exiliados.
En contexto
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Los impulsores de la Red Asturiana de Familias de Acogida de Refugiados informaron sobre sus avances y realizaron un llamamiento a la solidaridad, recordando que «en nuestro ADN también hay sangre de refugiado». «Si nadie hubiera ayudado a mi bisabuela en Cuba, ni yo ni mi familia existiríamos», planteó Beti Menéndez. Y Belén Suárez, de la plataforma '¿Pero quién dice que en Oviedo no hay nada?', se comprometió públicamente a dar el desayuno a todos los refugiados que acoja la capital.
Pero el momento más emotivo lo protagonizó Noha Alassaf, una médica siria que lleva tres años viviendo en Gijón junto a sus hijos, pero que tiene al resto de su familia en el país árabe. Visiblemente emocionada y con dificultades con el idioma, pidió a los presentes que «por favor, paren la guerra». También con lágrimas en los ojos, Amani Abbas, de origen sirio, recordó las condiciones en las que viven sus compatriotas y las dificultades que existen para huir del país. «Estamos perdiendo a nuestras familias, no dormimos por la noche, el ser humano se merece vivir en paz», clamó.
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