![«El pueblo no abandonará la lucha»](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/201708/01/media/cortadas/Imagen%20Quay%20(26453581)-kreH-U40464410523EMC-624x385@El%20Comercio.jpg)
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carolina garcía
Gijón.
Martes, 1 de agosto 2017, 03:25
Pendientes en todo momento del teléfono, de cualquier noticia que pudiera llegar de sus familiares desde el otro lado del mundo y con el temor de que su país, Venezuela, que abandonaron por diferentes motivos, acabe convertido en una «dictadura». Así han vivido estos días María del Carmen Santurio, Miguel Oviedo, Víctor Pedráñez, Elías Lugo y Richad Huerta los acontecimientos de su país. Los cinco son solo un ejemplo del sentir de los más de 2.000 venezolanos que residen en la región. Tras una madrugada casi en vela sus peores presagios se cumplieron y Nicolás Maduro sacó adelante su asamblea constituyente.
A partir de ahora se abre un escenario aún más complicado para el pueblo venezolano. Todos reclaman más atención internacional para sacar al país de la situación en la que se encuentra. «El foco de la lucha no es la asamblea. La lucha continúa porque los problemas van a seguir ahí. No cambian. La gente está dispuesta a dejar la vida en las calles», apuntó Víctor Pedráñez, dirigente regional del partido Voluntad Popular. Todos coinciden en que el pueblo no se va a rendir y mantendrá su lucha. Será como hasta ahora, «una resistencia civil, no violenta hasta que el régimen que tiene secuestrado el país nos lo devuelva», sentencia Pedráñez.
Para Miguel Oviedo, que el destino quiso que recalara lejos de la tierra canaria de su padre para buscar una nueva vida y lo hiciera en la región, donde su apellido no pasa desapercibido, sabe que si el régimen aplica una mayor represión, el pueblo tendrá más miedo a salir a la calle, pero eso no quiere decir que no lo haga para mostrar su rechazo «de una manera cívica y pacífica». Este joven abogado de 24 años llegó a Gijón hace tan solo cinco meses. Y a mediados del mes que viene está previsto que lo hagan su hermana y su prima. «Maduro trata de consensuar el poder a toda costa. Con la constituyente tendrá las puertas abiertas para hacer lo que quiera;el poder absoluto aunque esto ya sucede desde hace años». Como el resto de sus compañeros coincide en que la asamblea no tiene ninguna legitimidad. «Es totalmente ilícito. El pueblo ya mostró su rechazo. Lo que hará Maduro será convertir el país en una dictadura». La reflexión corresponde a Richard Huerta, asturiano que tras vivir desde los siete años en Venezuela, retornó a su tierra. Vive con angustia los acontecimientos que llegan desde el continente sudamericano. «No puede haber una guerra civil porque sencillamente las armas están en un solo lado. Están reprimiendo al pueblo. Hay que tratar a Venezuela como un país invadido».
La solución, además de celebrar elecciones democráticas está en que la comunidad internacional tome conciencia de lo que está sucediendo en Venezuela y plantee soluciones. «El mundo ha hecho la vista gorda. No ha sido lo contundente que debería haber sido», denuncian en conjunto.
Elías Lugo lleva quince años fuera de Venezuela y comparte opinión con el resto de sus compañeros. «Estamos en total desacuerdo. Sigo apostando por el raciocinio y porque se pueda resolver. Venezuela puede tener una posibilidad de democracia». Algo más complicado lo ve María del Carmen Santurio que dejó recientemente el país. A sus 57 años decidió hace nueve meses hacer la maleta y emprender viaje hasta la tierra natal de sus padres desde donde partieron en busca de una futuro mejor huyendo de España hace décadas.
La doble nacionalidad le abrió la puerta para llegar hasta España. Allí dejó una vida y sus cosas. Toda su historia. Es profesora. Cuando llegó a Asturias comenzó su actividad con un quiosco, pero las cosas no salieron como estaba previsto. «Salí de Venezuela huyendo de la inseguridad de mi país. No se puede vivir allí. No hay alimentos, no hay medicina. Dejé todo atrás pero la inseguridad te obliga. Me atracaron cinco veces. Aquí puedo salir tranquila a la calle». Santurio cuenta que, como ocurre en muchas familias venezolanas, sus miembros están desperdigados por el mundo. «Tengo un hijo en Chile, otro en Madrid y un tercero en Colombia».
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