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ANA MORIYÓN
Domingo, 3 de mayo 2015, 01:06
El ovetense Guillermo Rogel Cifuentes ya está en casa. No en su Asturias natal, pero ya ha aterrizado en España y descansa junto a su pareja y amigos en Navarra, donde trabaja como policía nacional. Al Principado llegará mañana, cuando se recupere de toda la odisea vivida para salir del Nepal arrasado por el terremoto. «Teníamos billetes para salir del aeropuerto de Lukla el día 4 pero, gracias a unos contactos, pudimos colarnos», confiesa este asturiano de 36 años que viajó acompañado del catalán Jordi Magriña desde el peligroso aeropuerto de montaña hasta Katmandú, con escala en un pueblo «impronunciable» para, a continuación, coger el esperado vuelo con destino a Barcelona vía Doha (Qatar).
Conseguirlo no fue nada fácil. Hicieron tres días de trekking para llegar a la zona de Lukla, cuyo aeropuerto se encuentra totalmente colapsado ya que su minúsculo tamaño sólo admite el aterrizaje de pequeñas avionetas y helicópteros, y se cortan las conexiones al más mínimo revés en las condiciones meteorológicas debido a su complicado emplazamiento, en plena montaña. «Lukla tiene todos los servicios, comes y duermes bien, pero la gente está intranquila y quiere salir cuanto antes. Cada vez que sale una avioneta los ocupantes lo celebran con aplausos», revela. «Está colapsado y cada uno se busca las habichuelas como puede para conseguir salir», admite. Y está claro que Guillermo se las supo buscar porque es el primer asturiano afectado por el terremoto que llega a España.
En Nepal quedan aún varios asturianos a la espera de un billete de vuelta y otros, como Begoña Galguera, Alfredo Fernández y Ricardo Fernández, que ya casi tienen un pie en España. Han superado la parte más complicada del viaje y se encuentran en Katmandú sanos y salvos. Esta tarde cogerán un vuelo destino a Madrid con escala en Qatar y esperan llegar a España mañana. En la mente de todos ellos están, sin embargo, los cuatro montañeros de la comarca avilesina de los que no se tiene noticia después de que el terremoto del pasado sábado les cogiese, presumiblemente, realizando la ruta entre Kyanjin Gompa y Langshisha Kharka, en la zona de Langtang, muy afectada por la tragedia. «No hay que perder la esperanza. Tras el terremoto las redes se cayeron y no funciona nada. Es casi imposible ponerse en contacto con la familia», calma Guillermo Rogel, quien relata que él logró hacerlo 20 horas después de la sacudida gracias a un teléfono fijo en la población de Chukkung que recuperó la línea apenas durante unos minutos. «Tuve mucha suerte, podría haber estado cuatro o cinco días sin poder comunicarme con nadie. Esperemos que en los próximos días puedan hacerlo los cuatro avilesinos», confía.
Puede incluso que no sean conscientes de las desastrosas consecuencias del temblor, como no lo fue Guillermo Rogel hasta que se dispuso a salir del país. El terremoto de magnitud 7,9 en la escala Richter pilló a este ovetense en Chukkung, en la entrada al campo base de Island Peak. «Estábamos tomando un té con más gente en un albergue cuando comenzó a escucharse mucho ruido. Los cristales se movían con fuerza y, por inercia, salimos todos corriendo. Empezaron a caer trozos de la casa. Suerte que no hubo heridos», rememora. Luego llegaron las réplicas y aquella primera noche la pasaron en tiendas de campaña, hasta localizar otras instalaciones más seguras. Pese a ello, asegura este enamorado de la montaña, «nunca tuvimos realmente conocimiento de la magnitud del terremoto y de sus consecuencias en el país».
Transcurrieron varios días hasta que se decidieron a abandonar el campamento base con destino a Lukla ya que el mal tiempo desaconsejaba cualquier movimiento. Y no fue hasta que alcanzaron Katmandú cuando tomaron consciencia de lo que realmente había ocurrido. «Vimos muchas casas destrozadas en las que habíamos estado pernoctando y otras que literalmente no estaban», describe aún impactado por lo sucedido, pero «más tranquilo» por su vuelta a casa.
«Tremendo susto»
La misma imagen desoladora guardan en su retina los ovetenses Begoña Galguera y Alfredo Fernández quienes, al margen del «tremendo susto» que supuso el terremoto, no llegaron a sufrir ningún tipo de angustia por estar aislados en el Himalaya. «No fuimos conscientes de la catástrofe. Vivimos el terremoto, que fue muy fuerte, pero una vez pasadas las réplicas te tranquilizas. Dormimos la primera noche en tiendas de campaña y vimos al día siguiente cómo bajaban heridos del campo base del Everest, principalmente nepalíes. Fue la parte más dura. Pero el problema no era nuestro, sino de los que se quedan allí, muertos y heridos», lamenta Galguera. En su caso volar de Lukla a Katmandú también fue una peripecia y, tras algunas gestiones, consiguieron adelantar el billete que tenían para el día 12. «Allí ahora hay mucho caos. Aunque tengas billete se te pueden colar. No es muy germánico. En los aviones, como te despistes, te quitan el asiento», bromea.
Esperan llegar a Madrid mañana y confían en que para entonces haya noticias, y buenas, sobre los cuatro asturianos desaparecidos. Sus familias recibían ayer información puntual por parte del Ministerio de Exteriores sobre la llegada a la zona de Langtang de los cinco miembros del grupo de rescate de intervención de montaña de la Guardia Civil para iniciar hoy mismo las primeras operaciones de rastreo, y la salida desde la base aérea de Zaragoza de un avión B-707 del Ejército del Aire que traslada a 47 componentes de la Unidad Militar de Emergencia (UME), siete especialistas en montaña de la Guardia Civil, perros rastreadores y diverso material de ayuda a Nepal. Un despliegue que ayer celebraba el presidente del Principado, Javier Fernández, y que agradecen los familiares. «No estamos más tranquilos por eso pero es un paso grande que el Gobierno haya mandado grupos de rescate», aplaude Noelia Hernández, hija de uno de los desaparecidos.
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