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O. SUÁREZ
GIJÓN.
Domingo, 24 de junio 2018, 02:03
«Se fueron como ellos quisieron y hay que aceptarlo». El religioso que ayer ofició la despedida de Daniel y Maruja, los octogenarios fallecidos el jueves en su piso de la calle Felicidad, intentó trasladar ánimo a sus desolados sobrinos, muy afectados por el ... fatal desenlace del matrimonio. El tanatorio de Cabueñes reunió a familiares y amigos para rendir homenaje y dar el último adiós a los dos vecinos de Ceares que pactaron un suicidio conjunto, como así ha concluido la Policía Nacional tras la investigación realizada entorno al conmovedor episodio que ha hecho enmudecer al barrio de Ceares en el que llevaban viviendo más de cuatro décadas.
«El de ellos fue un amor que nació y que nunca terminó. Hay que respetarlos», consideró el clérigo, quien puso el ejemplo de un caso similar vivido en primera persona: «Hace no mucho tiempo se suicidó un sacerdote y nos dejó una carta donde nos decía que había vivido con amor entregado al mundo y que había decidido también entregar su vida».
Daniel Suárez, de 87 años, y su esposa, Maruja Álvarez, lo dejaron todo organizado antes de morir juntos. En la casa los agentes localizaron notas con las firmas de ambos en las que detallaban el reparto de los ahorros para sus cuatro sobrinos, cantidades de entre quinientos y mil euros aproximadamente. Tal y como reveló la autopsia practicada por los médicos forenses, el hombre le disparó en la sien derecha a su esposa y a continuación hizo lo mismo él, en la misma zona de la cabeza. Ella se encontraba sentada en un sillón, con una manta tapándole las piernas. Él yacía a sus pies en el suelo.
Habían regresado el día anterior de una residencia geriátrica en Oviedo en la que estuvieron una semana. No llegaron ni siquiera a agotar el mes que habían pagado por adelantado por una habitación doble en la que ambos dormían. Quisieron volver a su casa y, previsiblemente, lo tenían todo planeado. Utilizaron una pistola rudimentaria fabricada por el propio Daniel hace años. Sus vecinos los definen como «un matrimonio encantador, se desvivían el uno por el otro y siempre estaban juntos. No nos gustaría que esto se asociase como un caso de violencia de género porque no lo es». Así lo corroboran también sus familiares, quienes aseguran que «entre ellos solo había amor».
Maruja había intentado quitarse la vida hace menos de un mes. En esa ocasión, ingirió una gran cantidad de pastillas y fue su marido el que avisó a una vecina y la trasladaron a un centro hospitalario, donde le realizaron un lavado de estómago. Consiguieron salvarle la vida. Sin embargo, no cesó en su propósito. Tenía depresión y problemas de movilidad. Daniel, por su parte, padecía principios de demencia senil, con pequeños olvidos.
Los cuerpos fueron localizados en la vivienda por sus sobrinas. Alertadas porque no respondían a las incesantes llamadas de teléfono, decidieron acercarse al domicilio. Cuando entraron con sus propias llaves, hallaron los cuerpos sin vida. Avisaron de inmediato a los servicios de emergencia del SAMU. Sin embargo, los sanitarios solo pudieron confirmar la defunción.
La investigación policial corrió a cargo de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional de Gijón. Los resultados de la autopsia confirmaron la primera línea de investigación, que se trataba un suicidio pactado. No había ningún indicio de criminalidad.
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