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O. SUÁREZ
Jueves, 9 de marzo 2017, 01:09
Pablo P. G., de 46 años, delinquió por vez primera con 42. Y lo hizo por todo lo alto: atracando a mano armada dos entidades bancarias. Las dos eran oficinas de Cajastur, una en Nuevo Gijón y la otra del paseo de Begoña, y se da la circunstancia de que en ambos asaltos se llevó un botín similar, en torno a 20.000 euros. Sin embargo, en el segundo robo le detuvieron cuando trataba de huir en un taxi.
Había pasado tan solo un mes desde que perpetrase el primer golpe, pero ya se había gastado esa importante suma de dinero en droga. Precisamente, esa adicción a las sustancias estupefacientes está detrás de su periplo delincuencial, inusual en otros atracadores de bancos que comenten con anterioridad otros delitos menores.
Por esos hechos fue condenado a tres años y cinco meses de cárcel. En enero de 2016 abandonó el centro penitenciario de Villabona con la pena cumplida. Durante su estancia en la cárcel siguió un terapia para su deshabituación de las sustancias estupefacientes y, supuestamente, estaba en proceso de rehabilitación. Sin embargo, en los últimos meses habría recaído y su consumo de heroína y cocaína fue mermando su capacidad económica. Su padre regentó durante años un establecimiento hostelero en el barrio de La Arena. Sus allegados están consternados por la deriva de la vida de Pablo, marcada en los últimos años por la droga.
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