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OLAYA SUÁREZ
Domingo, 26 de febrero 2017, 02:01
«Este trabajo tiene los dos extremos: te da muchas satisfacciones, pero también muchos sinsabores. No a todas las personas se las puede rescatar con vida». EL COMERCIO acompañó esta semana a la tripulación del Helimer Cantábrico de Salvamento Marítimo durante uno de los entrenamientos con los que se preparan para intervenir en las más complicadas emergencias. Como la del pasado 3 de febrero, cuando consiguieron rescatar con vida a los siete tripulantes del 'Gure Uxua' a 50 millas de Navia mar adentro, con olas de doce metros y rachas de viento de 120 kilómetros por hora. Un trabajo de élite que precisa un alto nivel de tecnificación, conocimientos y experiencia.
La aeronave tiene diez minutos para despegar desde que la torre de salvamento de El Musel alerta de un suceso al personal que está de servicio. En esta ocasión, el encargado de pilotar el helicóptero es el comandante Carlos Cuenca, el cual dejó la Armada hace ya siete años para dedicarse al salvamento en la mar y en la línea de costa. También el copiloto, Alberto Díaz, cambió su trabajo como helicopterista de la Dirección General de Tráfico (DGT) para unirse a la plantilla de los selectos rescatadores marítimos. Son los encargados de llevar la aeronave de más de seis toneladas de peso a una distancia aproximada de tres millas mar adentro, donde les espera la embarcación Salvamar Rigel para desarrollar la práctica de evacuación de un herido.
Las condiciones meteorológicas son las adecuadas para la salida: buena visibilidad, viento moderado y mar en calma. «No suele ser lo normal, cuando más salidas tenemos es cuando hay temporal y las condiciones son bastante peores», especifican a modo de aclaración.
El ejercicio consiste en descender hasta la embarcación y subir al Helimer a una persona que precisa de asistencia médica. En la parte trasera del helicóptero se encuentran el rescatador, Jorge Hurtado, y el operador de grúa, Pablo López. Será este último quien maneje la línea por la que se descuelga el rescatador y por la que es izada la camilla con la víctima. «Nuestro trabajo es bastante físico, pero sobre todo lo que influye es la técnica. Todos los procedimientos están muy estandarizados y por eso todo el personal puede trabajar con distinta tripulación, nunca solemos ser los mismos cuatro», señala Hurtado antes de descender por los aproximadamente 25 metros que separan el Helimer de la embarcación.
Después de él descargan una camilla para la evacuación. El siguiente cometido es colocar al herido en la base rígida y fijar a la persona a socorrer a la estructura para que la subida sea segura.
Calma y rapidez a la vez
En total, la operación dura treinta minutos. Hasta que el rescatador es de nuevo izado y se cierra la puerta para regresar a la base. Es la media hora más complicada de todo el vuelo, en el que lo importante es mantener la estabilidad del helicóptero y garantizar la seguridad de toda la tripulación. «Hay que actuar con rapidez pero con la mayor calma posible», apunta el operador de grúa, que con 17 años de experiencia a sus espaldas es el más veterano de este equipo. «Esta profesión es muy vocacional y una vez que estás en él te motivas porque ves que la labor que haces es crucial para las personas que están en peligro. Yo, por lo menos estoy igual de motivado o más que el día que empecé», comenta el ovetense Pablo López.
El rescatador, Jorge Hurtado, más joven, aunque altamente cualificado, apunta que «ver a los veteranos venir a trabajar animados es crucial para las nuevas generaciones, es un espejo donde mirarnos». Dice que la labor de rescatador no es solo física. «Influye también mucho la cabeza. En el momento en el que estás bajando a rescatar a alguien la adrenalina y las ganas de sacar a toda la gente con vida te hace seguir adelante. Por ejemplo, si en frío te dicen que te tienes que tirar siete veces a por otras tantas personas -como le ocurrió a su compañero en la intervención del pesquero 'Gure Uxua'- dices que no vas a ser capaz, pero cuando te ves allí lo único en lo que piensas es en sacarlos a todos», comenta.
Los cuatro tripulantes coinciden en asegurar que «no te puedes confiar aunque la intervención parezca sencilla» y que el servicio más complicado al que les tocó enfrentarse fue el rastreo del niño Gonzalo después de que el barco en el que viajaba volcase a la entrada del Muelle en 2011. Precisamente Jorge Hurtado fue quien rescató con vida al hermano del niño.
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