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JUAN SAN MARTÍN
Sábado, 21 de enero 2017, 02:00
Educar a alumnos y público a partir de la música, además de impulsar hábitos como la lectura, el estudio o la disciplina. Estas son algunas de los objetivos de una original idea que vio la luz en el Conservatorio de Música de Sama de Langreo, allá por el curso 2004-2005, de mano de Ana María Pérez, que en esos momentos era profesora de clarinete del centro langreano. «Fue algo que surgió de manera natural, como parte del día a día. Mi intención era motivar al alumnado», cuenta la artífice del espectáculo que se ha bautizado como 'Clarinetistas cuentacuentos'.
Tras ponerlo en escena en el Teatro Jovellanos el pasado domingo, para familias, y el lunes para colegiales, el concierto que aúna cuentos y música volverá a repetirse el próximo 24 de febrero, en la octava edición del Concierto de Carnaval del Conservatorio en el teatro de la Laboral. En este concierto didáctico participan cerca de un centenar de alumnos entre los grupos de tuba y clarinete, así como el coro de voces blancas. «La semana pasada fue la primera vez que tocaron juntos». Y fue todo un éxito.
Entre los músicos hay niños de entre ocho y dieciocho años, y algunos de ellos solo llevan ensayando cuatro meses, su tiempo de estancia en el Conservatorio. «Llevamos trabajando sobre este concierto desde el comienzo del curso. Ensayamos el espectáculo musical, el teatral no. Solemos leer cuentos diferentes a los que ofrecemos sobre el escenario». Saber el texto y las coreografías de memoria son algunas de las bases de la docente gijonesa con el objetivo de impulsar el estudio y la lectura entre el alumnado.
Los cuentos que la profesora lee durante el concierto deben tener un denominador común: «Tienen que tener un mensaje». Algunas de esas obras son 'Por cuatro esquinitas de nada', 'Las clases de tuba' o 'El libro del silencio'.
El público también 'juega'
Precisamente el silencio tiene un papel fundamental en las actuaciones. «Es muy importante. El público debe entender que los niños necesitan concentración». A partir de esta idea surge la conexión entre música, silencio y meditación. «Tener a todo un teatro en silencio es algo mágico. Estar callado durante un tiempo es como poner el móvil a cargar. Suple, aunque solo sea un minuto», explica.
La idea es educar al público, en gestos, movimientos o sonidos, y hacerles ver que la música es útil para ejercicios físicos y mentales. «Es muy saludable, tanto practicarla como escucharla», reconoce Ana María Pérez.
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