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ADRIÁN AUSÍN
Martes, 27 de septiembre 2016, 01:02
«Desde que llegué de Río las llevo así. Queda chulo y entran bien». El piragüista Saúl Craviotto llegó ayer al Colegio de la Asunción con una caja de bombones bajo el brazo donde llevaba guardadas sus cuatro medallas olímpicas: el oro de Pekín 2008, la plata de Londres 2012 y el oro y bronce de Río 2016. Mientras se prepara un envoltorio especial con más ornato, el policía leridano de 31 años afincado en Gijón lleva así sus trofeos a los baños se masas que se está dando desde la vuelta de Brasil. En la Asunción, donde fue recibido como toda una estrella, aguardó al término de su charla para abrir su peculiar recipiente. El salón de actos casi se viene abajo. Craviotto animó entonces a los niños a subir al escenario y fotografiarse con él y con las medallas.
Antes, les habló de sus inicios y de «lo que se siente al ganar una medalla», salpicado todo ello de anécdotas con la intención de «inculcarles valores de superación, esfuerzo y compañerismo».
El piragüista consideró que actos como el de ayer «con muy bonitos e ilusionantes» por el entusiasmo que destilan los niños. «Encontrarse con ellos y con la gente que te quiere y que te ha apoyado es muy gratificante», resaltó. No obstante, también mostró su deseo de «volver a la rutina» poco a poco y se marcó el objetivo de estar entrenando a buen ritmo a mediados de octubre. Reconoció que ya piensa en Tokio. Pero la experiencia, razonó, «te enseña a fraccionar los objetivos».
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