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ALEJANDRO CARANTOÑA
Martes, 19 de julio 2016, 04:29
El mundo, este mundo, ya ha cambiado: hay quien habla, en Gijón, de un móvil destrozado por meterse en el Cantábrico a la caza de un pokémon. La mecánica de 'Pokémon Go', el juego culpable de esta fiebre, es sencilla. Se descarga la aplicación en el teléfono móvil, que a su vez emplea el sistema de localización del teléfono y la cámara. Funciona como un radar: el juego informa de dónde se encuentra este o aquel pokémon, las criaturas que habitan el universo del videojuego del mismo nombre. Una vez localizado, se le puede capturar. Luego vienen mejoras, intercambios y combates.
Visto así, son como naturalistas del siglo XXI: es un día extraño, aún asfixiante cuando atardece. En la escalera 0, justo detrás de la iglesia de San Pedro, empiezan a llegar los cazadores. Los dos primeros son Alberto Fontal, de 30 años, y Bryan Panjon, de 18: ambos gestionan 'PokemonGoGijon', la cuenta de Twitter desde la que se ha organizado la «cacería» de esta tarde. Crece a un ritmo de veinte seguidores diarios (de momento). Al poco, aparece Daniel Rivas, de veinte años. Se les reconoce fácil porque llevan los móviles en ristre. En unos minutos llegarán Adrián Bragaña, de 22, empujando su bicicleta, y Brian Rama, de la misma edad, con su perra Kira. Hasta entonces, a Fontal le da tiempo a recordar que los de esta generación -en torno a la treintena- «crecimos con el universo Pokémon» a finales de los 90. Ahora se unen el resto. Los servidores de Nintendo, la compañía que lo ha lanzado, ya se han caído varias veces este fin de semana por sobrecarga (como cuando el grupo se detiene ante el Club de Regatas). Ya ha habido una avalancha humana en Central Park, este sábado; se rumorea que hay un pokémon glorioso en el Everest; y, en apenas una semana, la aplicación ya ha concitado más usuarios que Twitter (que tiene 10 años, no 10 días) y ha supuesto que las acciones de la compañía promotora dupliquen su valor.
¿Es malo, o peligroso? «No», responde convencido, «estuvimos en la Semana Negra y veías a grupos enteros con el móvil en la mano: así se sale, conoces gente». Cuando llegan Bragaña y Rama, cuentan que en esta primera semana de juego sus capturas más jugosas han sido en un paseo nocturno hasta La Providencia: «Ahí hay de todo».
El grupo emprende la subida hacia el cerro, donde les aparece un pokémon de valor especial, algo raro de entre el centenar largo de especies disponibles. Kira se para a hacer sus asuntos un momento. Nombran al pokémon para cerciorarse de que todos lo «ven» (piden no reproducir el nombre, para que quien quiera lo venga a buscar) cuando se cruzan con otro joven, con la cabeza metida en el móvil. «Otro», explica Fontal. «Todo Gijón está cazando», añade Rivas. El joven sigue caminando, gira detrás de un seto y los sigue a distancia. Tras él, otros cuatro van a la caza del mismo especimen que están buscando. El servidor vuelve a caerse.
En la ascensión a la caza de la nueva criatura de su colección, revelan que pertenecen a equipos distintos (hay tres) y, mostrando su pantalla, que en Gijón hay hasta doscientos emplazamientos en los que entrenar y mejorar a sus capturas: la iglesia, la plaza Mayor... Y que hay un pokémon bastante valioso en una conocida sidrería de Poniente. Esto, que apenas tiene una semana, «no ha hecho más que empezar», dice Fontal. Tanto crece que ayer mismo la Policía Nacional publicaba, vía Twitter, claro, una serie de recomendaciones para jugar seguro: básicamente que no mires solo a la pantalla del móvil, que te puede atropellar un coche que no esté cazando pokémon. Eso y que no te descargues el juego pirata, y así.
Es gratuito, explican mientras tanto nuestros jugadores, lamentando lo que cuesta contar con algunos extras del juego (de pago). «Yo, de momento, no voy a gastar dinero». ¿De momento? «De momento...».
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