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El edificio de la Cooperativa de Agentes Comerciales en plena construcción, aún en la tercera planta, a principios de los años 60 del siglo pasado. En la zona trasera, lo que se salvó, entonces, de la arboleda de La Florida. En primer plano, Los Campos Elíseos
La Florida, el expolio del  gran parque urbano de Gijón

La Florida, el expolio del gran parque urbano de Gijón

En 1957 el Ayuntamiento daba licencia a una Cooperativa de Agentes Comerciales para construir el primer edificio, con 156 viviendas, dentro de la centenaria zona verde

ANDRÉS PRESEDO

Domingo, 17 de abril 2016, 01:59

Queda muy poco, apenas un año, para que Gijón pueda conmemorar, que no celebrar, una de sus fechas más penosas, un hito que marcaría la desaparición de parte de nuestra historia en manos de los especuladores. En 1957, hace casi sesenta años, el Ayuntamiento certificaba, sin recato alguno, el principio del fin de una de las zonas verdes mayores, más bonitas y no menos emblemáticas para muchas generaciones de gijoneses desde mediados del siglo XIX. El entorno de La Florida, Los Campos Elíseos o, como llegó a denominarse más tarde, El Continental, empezaba a pasar a la historia. El hermoso parque, de casi 48.000 metros cuadrados, que había nacido al calor del desarrollismo del arenal de San Lorenzo, era demasiado goloso. Moriría en esas mismas manos.

Lo dicho, en 1957, se concedía licencia para construir nada menos que 156 viviendas en una parcela que lindaba con la entonces calle del General Mola, y las calles de Leopoldo Alas y Tomás Innerárity. Muchos años antes, a principios del siglo XX, ya en manos privadas y fruto del incansable trabajo de quienes, en aquella época, vieron en el entorno una forma segura de hacer un buen negocio, la gran superficie verde de La Florida fue dividida en cuatro parcelas. En 1957 se empezó a construir sobre una derruida superficie de arboleda, la enorme mole de seis plantas de altura y 157 viviendas. No mucho más tarde, ya en los años setenta, se completó el destrozo. No quedó, desde entonces, ni rastro de una gran zona verde que nació para eso a mediados del siglo XIX y que, cien años después, se convirtió, la convirtieron en un amasijo de bloques de viviendas.

La solicitud para construir aquellas 156 viviendas fue de la Cooperativa de Agentes Comerciales 'Nuestra Señora de la Esperanza'. Dicho y hecho. Decenas de árboles fueron talados invadiendo un espacio, para entonces ya de carácter privado, que, cien años antes, nació para recreo de los gijoneses. Un siglo fue demasiado. El parque de La Florida, de los Campos Elíseos o, si se quiere, del Continental, pasaba a la historia. En su lugar, como primer desgarro, se edificaría un robusto edificio de seis plantas, que tardó siete años en levantarse. Acabar con el resto del arbolado, que pervivió algunos años, era eso, una cuestión de tiempo. La ambición de unos pocos y la permisividad y nula sensibilidad de quienes regían los intereses de la ciudad laminaron la gran mancha verde. Hoy, donde hubo baile, festejos, lucha libre y hasta diferentes y prestigiosas ferias de muestras, solo quedan edificios de hasta once plantas de altura. Las plusvalías y el desarrollismo desaforado aprovechado por unos pocos para enriquecerse, unido a la nula sensibilidad y, menos aún, perspectiva histórica de quienes gobernaban la ciudad acabaron con el sueño lúdico-ecologista de unos pocos y trajeron los actuales lodos.

Zona recreativa en el siglo XIX

Porque el próximo año se cumplen, como queda dicho, los sesenta años desde que el Ayuntamiento de Gijón diera la licencia a la Cooperativa de Agentes Comerciales que, por cierto, no pudo disolverse hasta el año pasado al tener «un crédito al cero por ciento» del Instituto Nacional de la Vivienda, dependiente del Ministerio de la Vivienda. Era el año 1964, cuando se acabó la construcción. «Esa sí era una protección para adquirir una vivienda», señalaba a EL COMERCIO uno de los vecinos más veteranos de la citada cooperativa. Los pisos tenían diferentes precios. El más caro, 411.769 pesetas. Otros eran más económicos y rondaban las 176.121 pesetas. Esta cooperativa, peculiar y novedosa forma de emprender construcciones en aquellos años cincuenta del siglo pasado, fue un empeño personal de su presidente, Rafael Ferri Montagud, y la llevó adelante con tesón y con la colaboración, entre otros, de los arquitectos Miguel Díaz Negrete y Antonio Álvarez Hevia. Fue construida a conciencia y ahí sigue firme en la parte baja de El Coto. Incluso, aunque disuelta ya en sus ocho portales, sigue en vigor por la obligada gestión de los bajos comerciales.

Y es que la historia de esta cooperativa estará, para siempre, ligada a la del parque de La Florida y a lo que pudo ser y no fue, aunque estuviera en los papeles y en los planes generales urbanos de aquellos tiempos (nadie los respetaba y a la vista está), la gran zona lúdica de Gijón. Su historia la relata con brillantez y una claridad fuera de toda duda el estudioso urbanista, catedrático y, entre numerosos cargos, ex director de la Cátedra Jovellanos de Extensión Universitaria de Gijón, Moisés Llordén Miñambres, en un libro editado por la Sociedad Cultural Gesto y su recordado presidente, Juan Garay, titulado 'Cine Campos Elíseos' y que, en 1993, conmemoraba los treinta años del cierre del emblemático salón gijonés (cerró sus puertas el 9 de febrero de 1963). Moisés Llordén titulaba su reflexión: «Los terrenos de La Florida o Los Campos Elíseos de Gijón: historia de una privatización de espacios públicos».

Así, describe lo que pudo ser y no fue. Como en 1850, cuando el Ayuntamiento, a solicitud del marqués de Casa Valdés saca a subasta «los arenales que por la zona oriental limitaban a la ciudad» y se reserva un pequeño sector de 47.904 metros cuadrados en la zona Sur, separado de los arenales de San Lorenzo por la carretera de Villaviciosa. Acababa de nacer, como zona de plantío, el parque de La Florida como centro recreativo de la ciudad. Ni que decir tiene, que era terreno público, municipal. No duró demasiado. Era goloso y la oligarquía local lo tenía entre ceja y ceja. Así, 1882, y con escasa resistencia municipal, fue incautado y puesto a la venta por el Estado apoyado por las leyes desamortizadoras. En manos privadas, el final del sueño de un gran parque era cuestión de tiempo. Y así fue.

El desarrollismo de El Coto

Pero es que incluso antes, en 1863, el parque de La Florida tenía muy poco futuro. Desde el Ayuntamiento gijonés había quien ya pretendía construir allí viviendas para las clases menos favorecidas, eso sí, en un entorno destinado a esparcimiento general de los gijoneses. Una especie de fórmula mixta (incluso se pretendía crear una sociedad de capital público-privado a esos efectos), que salvase una parte del espacio verde. El resto, para ladrillo. Se decía, por entonces, que se recomendaba destinar el terreno a la «edificación para habitación de clases menos acomodadas y, en su centro, un gran local para diversiones públicas».

Aquello, como relata Moisés Llordén, se paró por parte de la autoridad militar, al igual que la pretendida construcción de un circo (antesala de lo que sería Los Campos Elíseos poco después) pero el 'caramelo' de los terrenos seguía siendo muy apetecible para las especuladoras e influyentes clases dominantes de la ciudad. Faltaban entonces casi veinte años para consumarse en 1882 el expolio, eso sí, legal, de estos terrenos de todos los gijoneses para traspasarlos, sin pudor alguno, a la propiedad privada. En ese tiempo, no faltaron ideas para la zona, siempre con el negocio entre ceja y ceja de sus promotores.

Al margen de otras cuestiones urbanísticas, que ya a principios de siglo tendrían una importante influencia con el desarrollo de El Coto de San Nicolás (es evidente que las calles a la zona alta se trazaron en los terrenos de La Florida sin alineación alguna con las que provenían del actual barrio de La Arena), otra fecha determinante fue 1873. Ese año, los terrenos fueron concedidos a unos particulares para explotarlos como parque de espectáculos y esparcimiento público, nada menos que por 99 años. Se lo empezó a llamar, entonces, Los Campos Elíseos y se inició su acondicionamiento. Se habló de construir una plaza de toros, pero, al final, con proyecto del arquitecto Juan Díaz, se levantó, en 1876, el teatro-circo Obdulia, nombre de la hija del proyectista. En 1899 se celebraría la Exposición Regional, antesala de las actuales ferias de muestras de Asturias. Para entonces, hacía ya 17 años que los terrenos habían dejado de ser públicos, de todos los gijoneses. Su destino estaba ligado a la propiedad privada.

Los ultimos vestigios

En 1901 se dibujó el definitivo final del parque de La Florida. La parcelación de El Coto de San Nicolás obligaba a nuevos accesos y, así nacieron calles como el Boulevad de la Cruz de Ceares (actualmente Ramón y Cajal), Leopoldo Alas, y la de Pedregal, entre otras. Ahora ahí están Felipe V o Vicente Innerárity, calles sin alineación alguna y que terminan de forma abrupta contra los edificios. El viejo parque se dividía, sin diseño urbanístico, en cuatro parcelas. Lo dice Moisés Llordén en su libro: «este era el triste fin del tercer trozo de arenal, espacio que había sido de aprovechamiento común y de uso colectivo. La única zona verde de la ciudad desaparecía en aras de la especulación primisecular».

Aún faltaba más de medio siglo para que se diera la primera licencia municipal para hacer grandes bloques y derribar la hermosa arboleda. En todo ese tiempo, la ocupación de las diferentes parcelas fue paulatina. Una de ellas estaba dedicada, de forma parcial, al teatro-cine Obdulia. A principios del siglo XX ya se construyó una casa-cuartel de la Guardia Civil y dos edificios de viviendas. Así, poco a poco, se fue edificando en todo el entorno y sólo se salvó una manzana de unos 18.000 metros cuadrados, con su frondoso arbolado, que aguantó en pie, en parte, hasta los años ochenta del pasado siglo, cuando se firmó su 'acta de defunción' y el definitivo final del sueño del parque de La Florida.

Planes urbanos incumplidos

Y no sería porque no hubo intentos de preservar la zona como lugar de ocio. La toma de la ciudad por parte de los nacionales en octubre de 1937, acabó con los planes del Ayuntamiento Popular y del Consejo Regional de Asturias y León, de conservar el entorno como zona verde. Incluso el posterior plan general suscrito por Germán Valentín-Gamazo mantenía en pie esa posibilidad, que solo se respetó, dice Moisés Llordén «hasta que las plusvalías de la zona adquirieron las cotas suficientes para hacer apetecible su apropiación».

Llegó la Cooperativa de los Agentes Comerciales y abrió camino. La arboleda se sustituyó por el ladrillo. El paso definitivo ya estaba dado. Luego, desapareció el campo de La Florida. En 1964 se derribaba el cine de Los Campos Elíseos y, poco después, la Casa-Cuartel de la Guardia Civil y empezaron a crecer macroedificios. Aún así, en 1976, aún resistían al acoso más de 12.500 metros cuadrados de los decimonónicos Campos Elíseos. Una licencia municipal para construir 307 viviendas que hacía trizas el sueño de un gran parte para Gijón pensado 126 años antes, a mediados del siglo XIX. Así de contundente concluye Moisés Llordén su trabajo sobre La Florida: «mientras que la colectividad ciudadana perdía algo suyo, el sector privado había obtenido pingües beneficios a costa de la plusvalía generada por la misma ciudad».

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