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Domingo, 17 de abril 2016, 01:59
A finales de los años 80 del pasado siglo, en una ciudad en la que la adicción a las drogas, con la heroína a la cabeza, había dejado de ser anecdótico para comenzar a ser un serio problema, un joven jesuita con amplia experiencia en el trabajo de calle, se plantó. Decidió que ya era hora de dejar de 'escurrir el bulto' y que había que empezar a «dar una respuesta eficaz y eficiente» a una lacra que tantas vidas jóvenes se estaba llevando por delante. Aquel joven no era otro que Luis Manuel Flórez, Floro, hoy director del programa Proyecto Hombre en Asturias. «Hacía tiempo que me venía fijando en el trabajo que estaba desarrollando el Centro Italiano de Solidaridad Progetto Uomo y decidí que deberíamos tomarlo como ejemplo. Lo primero que me exigieron fue que pudiese garantizar la estabilidad del programa y me di cuenta de que necesitaba un soporte jurídico y salí a buscarlo». Corría el año 1986 y todo acababa de comenzar.
Fue en el verano del año siguiente, el 9 de junio de 1987, cuando Floro logró reunir un amplio abanico de colaboradores que garantizarían la deseada estabilidad económica y social de su iniciativa. Nació entonces la Fundación Centro Español de Solidaridad del Principado de Asturias (CESPA), en la que estaban presentes el arzobispado de Oviedo, la Compañía de Jesús, Acción Católica y varios particulares.
En apenas dos meses toda la maquinaria se puso en marcha y la fundación comenzó a formar al equipo de terapeutas que comenzaría a prestar servicio a partir del 19 de septiembre de 1988, primer día de funcionamiento de Proyecto Hombre de Asturias. «Los primeros pasos los dimos en unos locales que puso a nuestra disposición la asociación de vecinos Alfonso Camín de La Calzada, un barrio bastante afectado por la adicción a la heroína», recuerda. En apenas veinte días, señala, en los bajos de La Algodonera la entidad ya atendía a cerca de 45 personas. «No dábamos abasto», reconoce.
Medio año después, en marzo de 1989, Proyecto Hombre estrenaba sus propias instalaciones en el remozado macelo municipal de la calle Artes Gráficas, junto a los astilleros, en El Natahoyo. Quienes ya por entonces colaboraban con la entidad todavía recuerdan cómo «todos los jueves había movida entre los trabajadores navales y la Policía».
A finales de 1990 dio sus primeros frutos el camino iniciado dos años antes, en el que decenas de terapeutas y voluntarios se dejaron la piel, luchando contra la escasez de recursos y contra una nueva complicación añadida a los problemas de adicción, como fue el VIH y el sida. Lo hizo en forma de tres altas terapéuticas. Tres personas que tras descender al infierno de las drogas habían conseguido recuperar las riendas de su vida y volver a formar parte de la sociedad. Una cifra que, aunque podría sonar escasa, está cargada de un gran simbolismo, y que se fue multiplicando con el paso de los años. Hoy ya son 2.617 las personas que consiguieron rehabilitarse gracias a Proyecto Hombre de Asturias.
Apoyos necesarios
Fueron años duros, reconoce Floro al echar la vista atrás. «Pero Gijón nos acogió con los brazos abiertos. La sociedad se volcó con nosotros y fueron muchas las personas que dieron el primer paso para ayudarnos en aquel caos», señala. Habla entonces de cómo La Calzada acogió la primera asociación de familias contra la droga, y de cómo la Federación de Asociaciones de Vecinos de la zona urbana se «movió organizando encuentros y conferencias, facilitando espacios de reflexión. Los presidentes vecinales eran muy sensibles al problema, pues todos conocían a alguien de sus barrios que estaba pasando por ello». Recuerda también a Gonzalo Mieres y a Fidelio Trabanco, quienes no dudaban en organizar conciertos y festivales en favor de la entidad. Por todo esto, Floro prefiere ni hablar de «los cuatro recalcitrantes a los que les molesta todo y a quienes nunca les gustamos».
Él prefiere quedarse con lo bueno, y el crecimiento exponencial que la entidad experimentó en estas casi tres décadas lo es. «Pronto comenzamos a extendernos por toda Asturias, a abrir nuevos espacios y a crear nuevos programas, como los de alcohol, cocaína y otros estimulantes, policonsumos y prevención, y ofrecer servicio también a familias y menores», explica. Recuerda también con cariño su mudanza, en mayo de 1995 a las instalaciones que en la actualidad ocupa en su totalidad el Albergue Covadonga, en Laviada, y su definitivo traslado, en septiembre de 2013, a las nuevas instalaciones de El Natahoyo, donde trabajan a diario unos 60 voluntarios y una quincena de empleados. El centro dispone de un albergue de primera acogida con veinte plazas de capacidad, así como de numerosas salas en las que realizar talleres, grupos de apoyo, consultas, reuniones y hasta deporte.
1.217 atenciones en 2015
A lo largo del pasado año fueron 1.217 las personas que acudieron a Proyecto Hombre en busca de ayuda u orientación. De estas atenciones, 874 fueron de primera demanda -personas nuevas- que llegaron al programa en su gran mayoría -645- por propia iniciativa. El resto lo hicieron animados por familiares y amigos o derivados desde otros organismos. «Son unas cifras que se vienen manteniendo más o menos estables en los últimos años», explicó Floro, quien se encuentra inmerso en la preparación de la memoria de actividades de 2015.
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