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EMILIO SUÁREZ
Viernes, 15 de abril 2016, 03:06
Las calles y plazas de las ciudades son, sin duda, la esencia de la vida en comunidad. En estos espacios públicos pasamos gran parte de nuestra vida conviviendo con conocidos y extraños, pero no siempre son lugares que facilitan la relación con los demás. En este sentido, la asociación de vecinos Santiago se ha propuesto la recuperación de los barrios de Nuevo Gijón, Perchera y La Braña para regenerar la 'vida comunitaria' a través de la participación activa de los niños. «Estamos trabajando para dar uso a los solares públicos del barrio que están abandonados», explica Roberto Porras, portavoz de la asociación, quien afirma que «espacios abandonados como el de la calle Faustina Álvarez solo generan problemas de salud pública. Donde tenemos la huerta comunitaria había un vertedero del que se sacaron cerca de cuatro mil toneladas de basura».
Los vecinos también dejaron claro que no quieren asignar un uso genérico e impersonal al solar: «Tenemos en marcha un proceso participativo que abarca todas las fases del proyecto, desde el diseño hasta el uso y disfrute del espacio lúdico resultante» manifestó Marta García, de la asociación El Telar, a la vez que insistió en que «si los niños participan de forma activa en la construcción de un lugar acaban apropiándose de él, lo hacen suyo para disfrutarlo como si de la la extensión natural del patio del colegio se tratara».
Imaginación
Con este objetivo se desarrollaron ayer y el miércoles las jornadas 'Diseñando el futuro de nuestro barrio', organizadas por la asociación Santiago. En ellas, cerca de 250 niños de Primaria del colegio Antonio Machado transformaron la parcela municipal en un espacio de juego colectivo.
Por la mañana, estos pequeños arquitectos dieron rienda suelta a su imaginación para construir sobre el solar municipal un ingenioso parque de juego a partir de la reutilización y transformación de materiales cotidianos como neumáticos, cuerdas y cartones. Mientras Alexia y Lucía simularon un coche con una caja y un cordel; sus madres, Naiara y Eva, las observaban. «Los padres nos preocupamos por los juguetes y no nos damos cuenta de que se entretienen con cualquier cosa», destacó Eva. Aunque los neumáticos fueron el principal foco de atención de los participantes, el hallazgo de un caracol sirvió para improvisar una casa a medida. Y unas cajas de cartón se transformaron, al instante, en los disfraces de dos superhéroes.
Por la tarde, en el local social, se debatió sobre la importancia del juego para dar vida al barrio a través de la participación infantil y juvenil. «No necesitamos que nos lo den todo hecho, al revés, basta con disponer de espacios cómodos a modo de campos de juego para que nuestros hijos puedan desarrollar la imaginación y, a consecuencia de ello, producir un efecto positivo en la convivencia de la comunidad», argumentó Roberto Porras.
Revitalizar el espacio público es todo un desafío colectivo en el que hay que contar no solo con los expertos técnicos, sino también con la voluntad de los vecinos, y especialmente con las necesidades básicas de los niños y abuelos, que son los grandes beneficiarios. Los alumnos del colegio Antonio Machado ya tienen ganas de ver su proyecto hecho realidad.
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