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Una gijonesa secuestra a su hija de 7 años

Una gijonesa secuestra a su hija de 7 años

La Policía busca desde julio a una vecina de Pumarín que se ocultó para no entregar la menor a su padre

Olaya Suárez

Viernes, 21 de noviembre 2014, 03:50

Se debatió entre la vida y la muerte durante cien días en el hospital tras ser apuñalado por quien era el amante de su entonces compañera sentimental, la misma que le denunció tres veces por malos tratos y amenazas (juicios en los que fue absuelto) y que ahora se encuentra en paradero desconocido con la hija de ambos, de 7 años. El Cuerpo Nacional de Policía busca a una gijonesa de 38 años, Irina F. A., por el secuestro de su hija. No hay ni rastro de ellas dos desde el pasado 11 de julio, día en el que debía haber acudido al punto de encuentro familiar para hacerle entrega de la menor al padre. No se presentó, pero mando un fax alegando que la niña estaba enferma en el Hospital de Cabueñes. Las investigaciones posteriores demostraron que tampoco se encontraba en el centro sanitario, donde durante esas fechas no atendieron a la pequeña Andrea.

El de Francisco Rodríguez Rodríguez es un largo e intrincando periplo que empieza a torcerse el 7 de marzo de 2010. Esa tarde, domingo, acababa de llegar de su pueblo y se encontraba en el coche delante del portal de casa de su madre, en la avenida de la Constitución, cuando un individuo al que no había visto nunca le sacó del vehículo y le asestó cuatro puñaladas: dos en el abdomen y otras dos en el cuello. Sufrió lesiones de extrema gravedad.

«Irina y yo seguíamos juntos, de hecho ella fue a verme al día siguiente al hospital», explica. Cuatro días después detenían a Julián D. F., el gerente de un conocido gimnasio de Pumarín con el que la mujer mantenía una relación desde hacía tiempo. «Le quería dar un escarmiento porque llevaba amenazándola de muerte desde hacía meses», dijo en el juicio el procesado, que fue condenado a siete años y medio de prisión por homicidio imprudente. El tribunal apreció la atenuante de obcecación. Y es que la chica, según quedó acreditado durante la vista oral, durante semanas le estuvo mostrando mensajes de texto en el que supuestamente el padre de su hija la amenazaba. En juicios posteriores quedó probado que esos mensajes habían sido enviados por la propia mujer con un duplicado de la tarjeta del móvil de Francisco Rodríguez, ya que ella tenía la titularidad de la línea.

Ruptura con el amante

Julián D. F. quiso vengar el daño a su amada. Pero ella, tras el grave episodio, si te he visto no me acuerdo. Ni lo fue a ver a la cárcel ni siquiera lo llamó para comunicarle que daba la relación por finalizada. Cuando durante el juicio el magistrado le preguntó al acusado del homicidio en grado de tentativa si él e Irina seguían siendo pareja él contestó: «Creo que no, porque no la he vuelto a ver...».

Dos horas después de la detención del apuñalador, Irina se presentó en la Comisaría, donde ya había comparecido los días anteriores. Pero aquella vez fue para interponer una denuncia por malos tratos contra la víctima, o sea, el padre de su hija. «Lo hizo claramente para cubrirse las espaldas porque se iba a desvelar que ella estaba detrás de todo y había sido quien le había calentado la cabeza para que me matase», dice Francisco Rodríguez. A él, que aún permanecía en la UCI, le impusieron una medida de alejamiento hacia ella y hacia su hija durante dos años. En todo ese tiempo no pudo ver a la niña. En octubre de 2012 llegó el juicio y fue absuelto de todos los cargos de los que ella le había acusado.

No fue la única denuncia. También le acusó de quebrantar la orden de alejamiento un día de agosto en el que Francisco demostró que se encontraba en León con dos familiares. En otra ocasión, ella y su madre presentaron otra denuncia asegurando que le había llamado por teléfono desde un número oculto. «Me volvieron a absolver porque en el juicio se desmotaron otra vez más todas sus mentiras que sólo tenían por objetivo ganar tiempo para evitar que pudiese ver a mi hija», argumenta.

Tras quedar absuelto en el primer juicio por amenazas y malos tratos, la jueza de Familia impuso un régimen de visitas en el punto de encuentro de una hora cada quince días. «Durante ese tiempo, que fueron unos ocho meses, ella llevaba a la niña, el problema empezó cuando a la vista de que todo iba bien, la jueza amplió el régimen y la podía ver ocho horas los fines de semana alternos», comenta. La madre no la volvió a llevar al punto de encuentro. Alegaba enfermedades y percances cada fin de semana que Andrea tenía que ver a su padre.

Durante meses incumplió las medidas cautelares, con el consiguiente apercibimiento de la jueza, quien en junio citó a los tres a una vista oral. Ese día la menor salió de los juzgados con su padre para una estancia de diez días. Él la devolvió a su madre en la fecha estipulada y con la orden judicial de volver a tenerla a los diez días para que pasase el verano con él. No la volvió a ver. Hasta el día de hoy.

No está escolarizada

La niña no ha sido matriculada en el colegio de La Milagrosa al que acudía y tampoco allí han solicitado el traslado del expediente a otro centro educativo. No hay ni rastro de la madre y la hija, pese a los esfuerzos por parte del Cuerpo Nacional de Policía para localizarlas. La abuela materna, con quien ambas residían en la calle Alcarria, asegura que la última vez que supo de ellas fue a través de una llamada telefónica que efectuó su hija en la que decía que no iba a volver hasta que su hija fuese mayor de edad. Mientras, Francisco vive «en un continuo infierno».

Los informes psicosociales de los juzgados definen a la mujer como «una madre con alteraciones en su estructura de la personalidad que no afectan a sus capacidades cognitivas ni volitivas (lo que le hace absolutamente responsable de sus comportamientos) y con una actitud claramente obstaculizadora de la relación paterno-filial, buscando múltiples recursos de todo tipo en los que apoyarse para evitar su propia responsabilidad. Su padre no presenta ninguna alteración y se encuentra capacitado para ejercer una paternidad responsable».

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