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M. MENÉNDEZ
Martes, 24 de junio 2014, 00:21
Toda obra nueva tarda años en asentarse. Se calcula que un edificio de viviendas no fija su cimentación hasta pasados unos diez años. En el caso del puerto de El Musel, debido a sus dimensiones y, sobre todo, a su peso y el continuo embate de la mar, ese periodo puede ser más largo. La ampliación del puerto fue inaugurada el 11 de enero de 2011 y tras los duros temporales de este invierno salieron a la luz diversos desperfectos que los técnicos consideran normales, aunque no por eso menos llamativos. Boquetes en las partes más bajas de los diques exteriores y grietas en distintos lugares del Dique Norte, especialmente en las juntas de los cajones de hormigón que lo conforman, son los primeros daños detectados.
Hay que recordar que el pasado invierno se llegaron a registrar olas superiores a los 13 metros de altura y que en poco menos de dos meses se contabilizaron cinco temporales muy fuertes en la costa asturiana. Todo ello hizo mella en una infraestructura que, a pesar de todo, según los responsables portuarios aguantó muy bien las malas condiciones de la mar.
De todas formas, algunos de estos daños ya han comenzado a ser reparados, especialmente algunas grietas del espaldón que se han reforzado con hormigón, pero hay otros que tendrán una reparación más difícil, como los boquetes abiertos en dos de las celdillas de los cajones del Dique Norte. Será necesario esperar a las condiciones idóneas de la mar para hacerlo, aunque hay que recordar que los cajones están compuestos por más de 70 celdillas que están rellenas de áridos. En concreto, en esa zona de la ampliación de El Musel se colocaron 36 cajones de 51,8 metros de largo, 32 de ancho y otros 32 de alto, lo que, unido a unos espaldones de quince metros de altura, garantiza una total protección al nuevo muelle.
Críticas
Pero, a pesar de lo compleja que es una obra marítima y su mantenimiento, hubo voces críticas por la aparición de estos desperfectos. Es el caso de la agrupación local de Unión Progreso y Democracia, que recuerda que el dique de Santa Catalina, más conocido como la punta de Lequerica, lleva desde finales del siglo XIX «recibiendo los embates de la mar y ahí sigue, lustrosa, mirando al Norte», lo que compara con la ampliación de El Musel que, a su entender, «hace aguas» por lo que considera «una obra mal ejecutada». Es más, su coordinador, Manuel Iñarra, indicó que se ha convertido «lo que parecía ser una ambiciosa obra de ingeniería civil en todo un ejemplo de mala ejecución y pésima gestión».
Uno de los problemas es que es en la ampliación donde atracan los barcos de crucero que visitan la ciudad, con lo que la imagen que se da a los turistas no parece la mejor.
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