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FERNANDO SOTODOSOS RAMOS AFICIONADO A LA INVESTIGACIÓN ARCHIVÍSTICA
Lunes, 27 de julio 2009, 04:30
T ODO pasa y todo queda, dice Machado, pero lo mío es pasar. Efectivamente, hoy he vuelto a pasar por la plaza de abastos municipal avilesina, tal vez para añorar. Cincuenta y cinco años pasando por ella supone más de medio siglo de recuerdos y añoranzas, que surgen atropelladamente, en breves instantes. Cualquier antiguo usuario, de mi tiempo, del coqueto mercado y del esporádico mercadillo de los lunes saben que se encuentra (se encontraba) en la plaza de los Hermanos Orbón, porque así lo acreditan sendas placas instaladas en cada una de las puertas de entrada a la misma: por el Norte, la da la calle de Rui Pérez; por el Sur, calle de la Muralla; por el Este, plaza de Pedro Menéndez, y, por el Oeste, calle de la Cámara, dislocando un poco la rosa de los vientos.
La plaza del mercado, construida en los años 1880-84, según parece, fue erigida sobre terrenos pantanosos desecados, tras canalizar el río Tulengo, que fluía por la actual calle de la Muralla. Es de forma rectangular y está delimitada por el patio interior que configura la manzana de veintiocho edificios nobles, de hasta cinco plantas, que definen las susodichas arterias.
Bellas galerías de madera, acristaladas, sostenidas por esbeltas columnas de hierro fundido ornadas con rejería del mismo metal, configuran un espacio soportalazo, en todo su perímetro, en el cual todavía subsisten locales comerciales, de dos plantas y doble entrada, siendo la más importante la de la fachada principal correspondiente.
Subsistirán las bellas galerías, pero lo que le daba carácter al recinto.. ¿qué será de él?
Hace exactamente 530 años, que no son moco de pavo, instituían los Reyes Católicos el mercado de Avilés, mediante la siguiente pragmática:
«Don Fernando y Doña Isabel por la gracia de Dios Rey y Reina de Castilla, de León, de Toledo, de Sicilia, de Portugal, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, Príncipes de Aragón y Señores de Vizcaya y de Molina: Por cuanto nos habemos sido informados de cómo la villa de Avilés, que está en nuestro Principado de Asturias se quemó, de guisa que en ella no quedó población ninguna: Por la presente, por hacer bien y merced al concejo y para que se torne a poblar, queremos que de hoy día de la fecha, haya en la dicha villa un mercado franco de alcabala de todas las mercaderías. Y que tal mercado se haga, en sus plazas públicas, los lunes de cada semana, desde el sol salido hasta ser puesto».
Por su estructura soportalada, la juventud de mi tiempo la convirtió, con buen criterio, en el ágora de la mocedad. Paseando y charlando, cual hacine los peripatéticos griegos de la escuela de Aristóteles, nos timábamos mozos y mozas, dentro del círculo de nuestras mutuas simpatías, durante el paseo de las tardes de lluvia.
Pasó el tiempo, pero quedó el mercado de abastos y el mercadillo de los lunes, hasta que un buen día... Pero a los recuerdos y añoranzas es difícil hacerlos pasar. ¡Oh tiempos, oh costumbres!
Hago votos para que, al menos, se mantenga incólume en la memoria ciudadana, ahora que tanto se alardea de Memoria Histórica, el recuerdo del triunvirato Orbón, la ilustre familia avilesina que prestigia la eponimia del callejero de la Villa, a los cuales dedico esta somera semblanza.
Benjamín nació en Avilés en 1879. Hizo sus estudios musicales de la academia de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo, con tan notable aprovechamiento que, a los 12 años, dio su primer concierto como pianista. Compaginó sus prácticas pianísticas con la Armonía y Composición en el Conservatorio Nacional de Madrid. Concluidos los estudios, era reconocido ya como pianista consagrado y dio conciertos ante los Reyes y recorrió varias ciudades de España, hasta recalar en Avilés. Emigró a Cuba donde fundó el Conservatorio que lleva su nombre, que fue reconocido oficialmente por el Gobierno. Tiene composiciones inspiradas, de mérito reconocido. Murió en La Habana, el 6 de agosto de 1944. Obras suyas son: 'Polonesa' (composición para pianao); 'Rapsodia asturiana y dos danzas asturianas', estrenadas en el Teatro Español de Madrid.
Julián vio la luz del mundo en 1880 en la villa de Avilés. Empezó como periodista en el 'Diario de Avilés'. A los 20 años emigró a La Habana, como su hermano, y trabajó en el 'Diario de la Marina'. De regreso a España fue corresponsal de 'Las Novedades' de Nueva York. Fundó en su villa natal el semanario 'Heraldo de Avilés', que tuvo la efímera duración de un año. Regresó a Cuba y colaboró en el mismo periódico de antaño y escribió una novela titilada 'Luchas de un alma', que fue publicada en La Habana, en 1908, En 1915 se estableció, definitivamente en Asturias y fundó el semanario 'El Progreso de Asturias'. A los pocos días del Alzamiento Nacional fue asesinado en la cárcel de Avilés, el día 29 de julio de 1936.
H ijo de Benjamín fue Julián, compositor musical de fama internacional, nacido en la Villa, en 1925, el cual murió en Miami (del Estado de Florida), el 20 de mayo de 1991, a cuya memoria está dedicado el Conservatorio Municipal de Música de Avilés. Una de sus obras, 'Danzas Sinfónicas', tuve la prerrogativa de escucharla en el Auditorio Nacional de Madrid, en la temporada 1993 / 94. La orquesta concertante, OSPA (Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias), interpretó la obra a bombo y platillos. Y nunca mejor empleada la metáfora, porque la cuerda de la percusión estuvo representada en plenitud de sus instrumentos: gong, tam-tam, platillos, lira, timbales, castañuelas, triángulo, maracas, cajas, marimbas, xilófono y alguno más que se escapa a mi memoria, que inundaron el ambiente de melodiosos ritmos caribeños.
Lector amigo, si pasas, por un casual, por la plaza de los Hermanos Orbón, dedícales un recuerdo a tus paisanos, que dan lustre con su memoria, a la Villa donde vives.
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