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El recinto amurallado que rodeaba la mezquita, levantada con granito tallado y que nunca se llegó a terminar, aún conserva los muros de pizarra y la pintura blanca./ SIMAL
El limbo del cementerio moro
Politica

El limbo del cementerio moro

El camposanto musulmán de Barcia permanece sumido en la maleza por la polémica sobre quién es el dueño del terreno y si se debe recordar a los soldados de Franco enterrados allí

COVADONGA MURIAS

Domingo, 21 de septiembre 2008, 04:48

Es el único de todo el norte de España pero está lleno de maleza y sólo recibe visitas de algunos pocos curiosos. El cementerio musulmán de Barcia (Valdés), construido en 1936 para enterrar a los soldados regulares de Marruecos traídos para combatir junto a los nacionales de Franco durante la Guerra Civil, tiene todas las papeletas para quedar relegado en el olvido. Como le ha venido sucediendo durante los últimos 30 años.

Determinar quién es el propietario -y por tanto responsable del terreno- y la polémica sobre si se deben dedicar o no recursos para recuperar un pasado tan doloroso para muchos vecinos son cuestiones que han marcado el devenir de un patrimonio al que nadie niega su valor cultural e histórico.

Hace casi tres décadas que el personal que enviaba el Ministerio de Exteriores de Marruecos para mantener el cementerio dejó de pasarse por allí, según recuerda el alcalde de la parroquia rural de Barcia-Leiján, Ricardo García Parrondo. Una carta del Ministerio de Defensa -a petición de la asociación ecologista Green, entidad que pide la recuperación del terreno- asegura que el cementerio moro, como todo el mundo lo conoce, no es propiedad ni de la Familia Real de Marruecos, en relación a la nacionalidad de sus moradores, ni del propio Ministerio, por el uso militar del camposanto.

El terreno pertenece finalmente a la parroquia rural de Barcia, «entidad local menor e independiente» (de las pocas que existen en Asturias) que funciona «como un ayuntamiento pero sin dinero», resume su alcalde. Vamos, que, según asegura Parrondo, «aunque quisiéramos recuperar el terreno no tenemos dinero para hacerlo ni para mantenerlo». Por ahora sólo contempla un plan para limpiar de maleza la zona.

La Asociación de Vecinos de Barcia, presidida por Macario Fernández, ya planteó en varias ocasiones al Ayuntamiento de Valdés -gestor del municipio- incluir la restauración del camposanto y la creación de un Aula Histórica explicativa dentro del Plan General de Ordenación Urbana. El resultado: «una displicencia, desinterés y absoluta lejanía hacia la cuestión», asegura Francisco Rodríguez, profesor de Historia y vecino de Barcia.

El Consistorio alega, por su parte, no poder tomar la iniciativa por no tratarse de su propiedad. No descarta, no obstante, «colaborar junto a otras administraciones si, llegado el momento, nos solicitan intervenir», comenta el concejal de Cultura de Valdés, Néstor Fernández. Así las cosas, los que podrían tener la iniciativa para su limpieza no tienen los recursos y los que podrían subvencionar su recuperación no las tienen consigo y alegan no tener competencias.

Herida abierta

Tanto pasarse la pelota de un tejado a otro responde al desasosiego de reabrir lo que para algunos es pasado y, para otros, una vieja y aún sangrante herida.

El Ejército franquista eligió este emplazamiento durante los primeros años de la Guerra Civil para enterrar a las fuerzas de choque movilizadas por Franco en el Rif (provincia del norte de Marruecos entonces bajo dominio español) y a las que los asturianos ya conocían de la represión de 1934.

«En el cementerio hay medio centenar de túmulos de soldados enterrados con ritual musulmán», describe Rodríguez. Esto es, de costado y mirando a La Meca. La mayor parte de los caídos, sin embargo, fueron enterrados en el cementerio civil de Barcia, quizá de forma temporal en un principio, mezclados con los españoles. Algunos investigadores hablan de entre 200 y 300 túmulos, pero la carencia de registros y las reformas han hecho casi inviable determinar la cifra exacta.

Macario Fernández recuerda, de cuando era niño, el jardín y la puerta azul («el color de Alá») que enmarcaba el arco de herradura de la entrada al camposanto. Obra que se mantiene milagrosamente en pie desde hace más de 70 años. El terreno, de entre 3.000 y 4.000 metros cuadrados, conserva la mezquita a medio construir «porque la batalla de El Escamplero en la ofensiva a Oviedo duró menos de lo que esperaban», expuso Macario Fernández. Quedan aún restos de las piedras de granito talladas y traídas para levantar el templo, y muestras de la pintura blanca que decoró las paredes.

«La memoria histórica debería incluir a ambos bandos. Es nuestro pasado y tenemos que asumirlo para, sin odio, evitar que este patrimonio acabe en ruinas», comenta Fernández. Otros no tienen tan claro que rehabilitar el pasado incluya al camposanto. Los soldados que allí yacen recibieron una sepultura digna en su momento. Algo muy diferente a los republicanos anónimos que pueblan cunetas y fosas comunes. «¡Que se gasten el dinero en carreteras, no en eso!», exigen, entre dientes, algunos vecinos.

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