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Un momento de la boda vaqueira del pasado año. El enlace nupcial es el acto central del Festival Vaqueiro que cada año se celebra en Aristébano. / E. C.
Los nómadas de las brañas
Occidente

Los nómadas de las brañas

El Festival Vaqueiro, que cumple hoy sus bodas de oro, supuso un punto de inflexión en la historia de un pueblo perseguido durante siglos por los estamentos civil y eclesiástico

DANIEL FERNÁNDEZ

Domingo, 27 de julio 2008, 04:40

Tal día como hoy hace cincuenta años, los entonces alcaldes de Luarca, Ramón Muñoz, y de Tineo, José Velasco 'Chuché', el cronista oficial de Luarca, Modesto García Cobas, y Carmen Martínez, 'Carminina', convocaban a todos los vaqueiros a participar en una fiesta en la braña de Aristébano para exaltar la cultura de este grupo social. Hoy, aquella cita, se ha convertido en uno de los festejos más populares, multitudinarios y promocionales de Asturias.

La vaqueirada y la boda vaqueira cumplen hoy sus bodas de oro y, aunque adaptada a los nuevos tiempos, sigue fiel a sus orígenes: recuperar la cultura de un pueblo enigmático, perseguido por todos los poderes a lo largo de la historia y que hoy es un ejemplo de lucha por la libertad.

Aquel primer festival vaqueiro fue un punto de inflexión en la historia de este grupo social. A partir de entonces, los vaqueiros fueron respetados.

Porque no siempre ha sido así. Este grupo social fue despreciado socialmente a lo largo de la historia. Su peculiar forma de vida, su cultura y costumbres contribuyeron a alimentar un odio hacia ellos que hoy en día difícilmente se entendería.

Orígenes inciertos

La historia vaqueira es incierta. Aún a día de hoy sigue siendo todo un misterio el origen de este pueblo. Su origen ha servido para que numerosos autores hayan planteado varias teorías, que aún no han podido ser confirmadas. Por ejemplo, para Félix Aramburu, los vaqueiros eran descendientes de los mozárabes; Ramón Menéndez Pidal decía que provenían del Sur de Italia; García del Real, que se trataba de un grupo de infieles al rey Pelayo. Incluso se apuntó, como hizo Francisco Rubio, que eran descendientes de los esclavos caldeos que trajeron a la península los fenicios.

Sea cual sea sus orígenes, lo único certero es que los vaqueiros de alzada supusieron, y suponen, uno de los fenómenos históricos, sociales y culturales más importantes de la región.

Lo que sí está claro es que los vaqueiros aparecen como tal en el siglo XV. Forman un colectivo que ha basado en la trashumancia su forma de vida. No tenían una residencia fija, sino que tenían vivienda en dos aldeas diferentes (la braña y la alzada) en lugares montañosos, mal comunicados. Generalmente se dedicaban al pastoreo del vacuno y a la arriería o trajinería.

Estos dos oficios, mal vistos socialmente a lo largo de los siglos, contribuyeron a que el resto de la población les marginara. Surgió entonces la diferenciación social: los vaqueiros por un lado y los xaldos o marinuetos (marnuetos), que vivían en la marina, por otro.

Conflictos sociales

Pero, ¿por qué los vaqueiros despertaron tanto odio social? En parte, por el desprecio alimentado por los estamentos del poder de la época: el civil y el religioso.

Los vaqueiros, como ciudadanos normales, estaban sujetos a los mismos derechos y deberes que el resto de la sociedad. Pero la trashumancia dificultó su control civil para el pago de impuestos o su alistamiento en milicias. Y cuando el poder civil les localizaba, ellos se negaban a abonar cualquier tasa.

La Iglesia también contribuyó a la marginación. El padre Acosta definió a los vaqueiros en el siglo XVIII como un pueblo «falto de doctrina que cuida más de dar el pasto a sus ganados que recibir el espiritual para sus almas». El orden eclesiástico lideró entonces una campaña de persecución, casi de apartheid. En la iglesia de San Martín de Luiña aún puede leerse en el suelo una inscripción que dice: «No pasar de aquí a oír misa los vaqueiros».

Pero la forma de vida de los propios vaqueiros también contribuyó a que fueran mal vistos por el resto de la sociedad. Su carácter reservado y cerrado -apenas tenían contacto con otras gentes, incluso con los propios vecinos de sus brañas- ayudó a esta marginación.

Consanguinidad

Su rechazo a mantener contacto con el resto de los pueblos provocó que los casamientos se realizaran entre familiares durante generaciones. El problema de la consanguinidad tuvo consecuencias genéticas, como la branquicefalia, que provoca la redondez de los cráneos. Así, su aspecto, fue otro motivo más para el rechazo social.

Pero ese aislamiento trajo como consecuencia el mantenimiento casi intacto hasta hoy de su cultura. Destaca su rico folclore, como las coplas vaqueiras, que fueron estudiadas y grabadas en los años cincuenta por el periodista de la BBC Alan Lomax, especialista en folclore primitivo.

Pero, por desgracia, la esencia de la cultura vaqueira, que no es otra que la trashumancia, es hoy en día casi testimonial. Al final, la presión social y las necesidades de comienzos del XX logró imponer los modos de vida y costumbres de la sociedad moderna. Pero lo que no logró extinguir fue el orgullo de ser vaqueiro.

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