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JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ
Viernes, 4 de enero 2008, 04:23
La dedicación poética por parte de Alfonso Camín a los temas relacionados con la guerra civil se verifica en plena efervescencia de la conflagración y en los años inmediatamente posteriores. Nada más llegar a México se pone manos a la obra y en 1938, con España enconada en su lucha interna, publica 'Romancero de la guerra', donde reúne poemas que ha ido componiendo desde el inicio de la contienda, una llaga que no termina de cicatrizar diez años después porque sobre la misma volverá en 'Últimos cantos de la guerra' (México, La Impresora Azteca, 1948). Se abre el primero de estos libros con 'Los cuervos sobre España', donde, imitando onomatopéyicamente los graznidos de esta ave tenida de mal agüero, hace una enumeración de los adversarios del gobierno de Azaña que han traído al país la destrucción: «Graznan los cuervos ignacianos, / ¿graf, graf! / Y los generales reumáticos / y la vieja moral doméstica / y la podredumbre monárquica / y los tránsfugas democráticos / y las cotorras diplomáticas / y el cretinismo prehistórico / y la sorpresa geográfica / y los barbajanes patrióticos / y la urraca baratillera / los sangrientos papanatas / que en el pecho de la Península, / ¿graf, graf! ¿graf, graf!, el huracán desatan! / ¿Qué Babel de graznidos / batiendo el buche orondo a son de patria!».
Incide el poeta de Roces en el abandono que sufre el Frente Popular por la indiferencia internacional y la agresión interesada de Alemania e Italia, alineadas con la facción rebelde. En 'España sola', se lamenta del aislamiento infligido a la II República mediante la reiteración salmódica del calificativo 'sola': «Sola tú, sola con la entraña fuera», «Sola en tu centro, sola en tus orillas», «Sola tú con tu cielo y con tu historia», «¿Sola con tu razón y tu bandera!». Se refiere al desasistimiento franco-anglosajón y al colaboracionismo del fascismo italiano y nacionalsocialismo alemán, una combinación fatal que están agostando la salvación de los agredidos: «Sola y de frente al percherón germano; / sola frente a la Italia traicionera, / sola, tú sola ante el puñal britano, / sola ante Francia, sola en tu frontera. / ¿Soledad de desierto y de océano, / y, hecho clavel de sangre y de amapola, / el propio corazón roto en la mano!».
Al político conservador Neville Chamberlain, que decretó, como primer ministro, la no intervención de Gran Bretaña en la guerra de España y trató de apaciguar a Hitler en sus afanes expansionistas, Alfonso Camín lo acosa y mortifica con dureza en 'El Pilatos del Támesis', motejándole desde «pinocho inglés» hasta «zorra entrecana», «jirafa de retreta» o «mercachifle» y «alimaña» que permite «que se ametrallen niños y madres en España». Lo que saca de sus casillas al autor gijonés es la docilidad inglesa ante los peligrosos autoritarismos europeos: «¿Chamberlain, Chamberlain! Jamelgo de payasos. / Cuando lo monta Hitler, ¿qué bien marca los pasos! / Cabalga Mussolini, le aprieta los ijares; / y, Gibraltar, de albarda -de pista, las Baleares-, / si cuando monta Hitler le da una patria entera, / si monta el italiano, completa la carrera: / Austria, Checoeslovaquia, Marruecos, Abisinia, / y España -sangre y oro-, remate de la insignia».
Se detiene Alfonso Camín en uno de los grandes, y justificados, temores de la ciudadanía, las tropas moras y su carta blanca. En 'Romance de Villafría', un texto que se ha popularizado hasta el extremo de circular por internet como canción anónima, un adolescente previene a su madre del siguiente modo: «¿Los moros, madre, los moros! / Vienen por La Tenderina; / matan hombres, saltan muros, / los hogares desvalijan / y siegan niños y mozas /como si fueran espigas». Unas estrofas más adelante, glosa un caso espeluznante: «Mataron a 'El Mayorazu', / matáronle la familia; / con las catorce cabezas / fueron haciendo una ristra / y las colgaron del hórreo, / como en las noches de 'esbilla' / cuelgan el maíz del año / mozos de palo y boína».
Las andanadas de Camín van dirigidas contra los principales artífices del avance nacional, a los cuales intenta destruir mediante la sátira despiadada de sus más acusados defectos. Se centra tanto en los estrategas militares (Queipo de Llano, Mola, Franco, Yagüe, Millán Astray) como en los financiadores, entre quienes se hallaba el banquero Juan March, del cual resalta su insaciable sed de dinero, para lo que no vacilaba en eliminar todo obstáculo que se le cruzase en el camino: «Nunca negó que es más ladrón que Caco, / es valeroso y su valor pregona; / si hay que matar, se mata: al viento lona, / el muerto al hoyo y la moneda al saco».
En Franco, Camín acumula señas de maldad congénita (dice que es «el chacal» que se extraña de «no haber pasado a cuchillo» a «todas las tierras de España»), y pone en solfa su catolicismo, al que contradicen los crímenes de las tropas bajo su mando: «Y mientras que en los altares / va entonando ¿Misereres!, / deja que en los olivares / se violen a las mujeres. / ¿Y después de ser violadas, / les corten las cabelleras / y queden decapitadas / sobre caminos y aceras!».
Diez años después, con Franco ya en el poder, vuelve sobre él en un soneto más agresivo si cabe, donde le llama «monstruo» y «verdugo que se goza si al pueblo decapita», y se ceba sobre el odio que, al parecer, el dictador les profesaba a los judíos («falso cristiano: nombre, sangre y perfil semita», afirma en la primera estrofa). Camín hace un retrato ridiculizador que toma como elementos de burla su voz atiplada, menguado entendimiento y baja estatura (en otra composición lo califica de «sangriento enano»): «Voz de segunda tiple, cerebro en telarañas, / bufón que en sus tacones se yergue y desgañita».
Los demás cabecillas del levantamiento del 18 de julio tienen, igualmente, su ración de ferocidad, remarcando, en buena parte de ellos, su deslealtad, y con lo cual aspira a mancillar el honor de estos soldados. Sobre el teniente coronel Juan Yagüe, dice Camín que representa «el deshonor en todas las banderas». Del fundador de la Legión, José Millán Astray, proclama que exhibe una «artificiosa heroicidad» a causa del miedo que le atenaza; y al general Gonzalo Queipo de Llano, con mando en plaza en la región andaluza, le cuestiona su virilidad (otra espina dorsal del anacronismo cuartelario decimonónico), pintándolo como un «impotente» que «asesina las hembras que no viola». Al abordar la psicología del general Emilio Mola, muerto en accidente aéreo en mitad de la guerra y partidario de implantar el terror («violencia extrema», según sus palabras) entre el enemigo con ejecuciones implacables, el poeta gijonés se alegra de su final: «¿Bendigo la montaña / donde chocó el avión de este pequeño / Nerón de turbios ojos y agrio ceño!».
Es frecuente la desautorización del personaje por su repugnancia fisonómica («tiene aspecto de matón y asesino», escribe de Yagüe, y a Mola lo define como «mulato narigón»), por la ausencia de inteligencia («charlatán, de la Legión escoria», dictamina acerca de Millán Astray) o por sus vicios, como el alcoholismo («borracho de mal vino», dice de Queipo de Llano) o la tendencia prostibularia, para reafirmar la iniquidad que les caracteriza; de Yagüe, por ejemplo, en un par de versos bien articulados mediante la inversión de atribuciones, señala que posee «renombre de señor entre rameras / y de rufián entre la gente honrada».
Una de las valoraciones más negativas la otorga Camín en 'El traidor de Sevilla' al general de la Región Militar de Andalucía, Queipo de Llano, y emplea para ello la animalización repulsiva. A lo largo de la sucesión de pareados en que está construido el poema, el vallisoletano recibe la consideración de «sapo descomunal nadando en sangre roja», «cabestro de lascivia», «camaleón con varices», «buitre de buche hediondo», «cerdo desalambrado» o «caracol en su baba».
En contraposición a la bajeza moral de los militares rebeldes, Camín elogia las actitudes de los soldados que pusieron sus conocimientos al servicio del Gobierno legalmente constituido, destacando, por encima de los demás, el general asturiano José Miaja, cuya planta, en lo fisonómico, se concibe con un aura intocable: «Da la sensación, cuando camina, / de que aparta, al cruzar por las trincheras, / las balas del traidor con la boína, / como si fueran moscas borriqueras».
La gesta que Camín canta de Miaja es la resistencia de Madrid en el otoño de 1936, cuando el Ejército nacional inició su primera fallida ofensiva sobre la capital, que se encontraba desanimada; era, según el poeta gijonés, un pueblo «abandonado / a sí mismo, febril, desmelenado». Entonces surge la providencial planificación de Miaja y el autor asturiano lo aclama: «Honor a quien en una noche salva / de esclavitud a una nación señora / y, a lomo azul, sobre el corcel del alba, / libra a Madrid de la cochambre mora».
Hay que resaltar, por último, que no falta en estos alaridos poéticos de Camín sobre la guerra civil -en los que trataba de fijar su posicionamiento político y, al mismo tiempo, influir, aunque fuera mínimamente, en los lectores hispanoamericanos acerca de la insensatez que constituía darle la espalda a la II República- alguna alusión a los poetas extranjeros que apoyaron la causa republicana, como la que brinda a Pablo Neruda, quien había publicado 'España en el corazón' en noviembre de 1937. En una composición donde alienta a que se levanten trincheras, reales y morales, contra los invasores, Camín la cierra así: «¿Trincheras las cartucheras! / ¿Trincheras toda canción! / Y España en el corazón, / por un camino de hogueras. / ¿Pólvora, luto y razón! / ¿Trincheras, sólo trincheras!».
La esperanza que Camín depositaba en la reacción ante un golpe de Estado le incitaba, como a la mayoría de los creadores que apostaron por la II República, a solicitar la solidaridad del mundo civilizado, con la consiguiente decepción a la vista de los resultados. En el poema 'Hombro con hombro' su ingenuidad era palmaria, porque el derrumbe del Frente Popular era una creciente realidad desde finales de 1937. En el mismo, lanzado a los vientos públicos en 1938, Camín hacía este llamamiento, a todas luces estéril: «¿Hombro con hombro, contra la estulticia, / hombro con hombro, contra la avaricia; / hombro con hombro, contra los tiranos, / hombro con hombro, hermanos!».
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