Secciones
Servicios
Destacamos
arantza furundarena
Miércoles, 12 de agosto 2015, 03:20
De romances estivales andamos sobrados este año, pero aún no habíamos vivido la tragedia del verano. Acabamos de estar a punto. Por fortuna, parece que todo va a quedar en un dramático susto. Enrique Crespo, el médico que intervino a Fran Rivera tras su cogida del lunes en la plaza de Huesca y que más tarde alarmó al respetable al escribir que la vida de torero estaba "en manos de Dios", aclaró ayer en 'Sálvame' (título adecuadísimo en este caso) que no, que la vida de este nuevo Paquirri "en ningún momento ha corrido peligro" y que lo de Dios lo dijo por utilizar una expresión antigua, algo así como citar a los clásicos. Así que ya podemos dejar de especular con el morbo. Y con la crónica negra de un segundo Pozoblanco.
"Hay gente que ha perdido a su padre en accidente de coche y no por eso deja de conducir", me soltó un jovencísimo Francisco Rivera Ordóñez en el hotel Alfonso XIII de Sevilla, cuando lo entrevisté hace cosa de veinte años en su debut como matador. Le preguntaba cómo era posible que habiendo fallecido su padre de una cornada mortal quisiera él ponerse delante de un toro. Con los años, Rivera Ordóñez, que así decidió anunciarse en los carteles cuando empezó a vestirse de luces, quiso modificar su nombre de torero y llamarse Paquirri, como su progenitor. Y la decisión dio pie a todo tipo de especulaciones, incluidas las freudianas... "Muchos toreros han elegido el nombre de su padre. Ahora lo hago yo y se arma el revuelo", protestaba.
Paquirri. Bajo ese nombre de reminiscencias trágicas decidió regresar esta temporada a los ruedos Fran Rivera, a sus 41 años, casado por segunda vez y con un hijo en camino... Cuando el 26 de septiembre de 1984 Avispado le segó la vida a su padre, en aquella plaza de Córdoba de precaria enfermería, el diestro tenía 36 años, también se había casado hacía poco en segundas nupcias y tenía un hijo de meses. "Doctor, la cornada es fuerte y tiene al menos dos trayectorias, abran todo lo que tengan que abrir...", se permitió decir el torero con sorprendente serenidad antes de ponerse en manos del médico. "Doctores, toda la herida la tengo hacia arriba. En sus manos me quedo. ¡Viva la Virgen del Rocío!", ha relatado Enrique Crespo que dijo Fran en la enfermería de Huesca.
La historia se repite. Pero nunca de manera idéntica. Y aunque las aterradoras cornadas de Freidor y Avispero son estéticamente similares, no lo van a ser sus consecuencias. Fran ha contado con un servicio médico de un nivel que ya lo hubiera querido su padre. Y, dentro de la gravedad (la cornada en el vientre es de 25 centímetros y llegó a la enfermería con los intestinos fuera), ha tenido mucha suerte. Por un escaso centímetro el pitón no le ha desgarrado la aorta, lo cual lo habría dejado fulminado en la arena. Ahora el diestro, muy grave, se recupera en el hospital Quirón de Zaragoza. Lourdes Montes, su mujer, embarazadísima de nueve meses (sale de cuentas el día 20), desoyó a su ginecólogo y, con gran aplomo, viajó ayer desde Huelva a la capital aragonesa para estar al lado de su marido; doctorándose 'cum laude' como mujer de torero.
Expuesto a posibles complicaciones, como una infección o una necrosis intestinal, Rivera no obtendrá el alta antes de un mes. Para entonces, si todo sale según lo previsto, habrá nacido su hija Carmen. Queda por ver si esta cornada, la más grave en sus veinte años de alternativa, es ese centímetro al borde del abismo que necesitaba Fran para dejar definitivamente los ruedos. Se ha criticado su falta de forma física, responsable según los entendidos de los revolcones de las últimas corridas... Si lo que anhelaba Fran con este regreso era merecer el nombre y la leyenda de su padre, lo ha conseguido. A punto hemos estado de llorar a otro Paquirri.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.