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Arantza Furundarena
Sábado, 31 de enero 2015, 04:16
Hay vida más allá de la tele. Y Paula Vázquez lleva un año «aprendiendo a respirar» fuera del hábitat televisivo. El 26 de noviembre le cayeron los 40. No le importó. «La crisis gorda de verdad la pasé a los 30 explica, cuando me negaba a madurar. Además, desde los 38 vengo diciendo que tengo 40, así que me he acostumbrado». Carecer de pareja estable y de un proyecto laboral concreto es algo que puede llegar a agobiar a según qué edad. Pero Vázquez hace yoga, meditación profunda («tengo un mantra y lo repito 20 minutos al día») y se lo toma con filosofía. Sobre todo ahora que ha decidido congelar sus óvulos, gracias a un proyecto solidario de Clínicas Eva, de las que es imagen, y que destina el 5% de los tratamientos por fertilidad a Mensajeros de la Paz. «Congelando mis óvulos me he quitado una mochila de la espalda. Ya no tengo tanta prisa por encontrar al hombre ideal. Si en unos años doy con esa persona siempre podré decirle: todavía puedo tener hijos».
En realidad la presentadora no tiene «la certeza» de querer ser madre. «Cada vez valoro más mi independencia». Pero conoce demasiados casos de mujeres que después de mucho pensarlo optaron por la maternidad cuando ya era demasiado tarde. «Como ellas, yo he pasado mi principal época fértil entregada a mi profesión. Pero a partir de los 35 dicen que la fertilidad disminuye de una manera brutal y eso asusta. A mí me han vitrificado siete óvulos, lo cual por lo visto está muy bien para alguien de mi edad; máxime cuando hace años tuve un problema y me extirparon una trompa». Sin embargo, esa no ha sido la razón que ha llevado a Paula a proteger su futura descendencia sino «el no tener pareja estable». Lo de estar soltera según ella es «casi una epidemia». «Hay cantidad de mujeres de mi edad sin un hombre al lado. Así que o las solteras nos unimos y nos atraemos o no sé...», bromea.
La soledad «que a veces me mata y otras la necesito como respirar» no es nada nuevo en la vida de Paula Vázquez, una mujer que llegó a ser la reina del bikini del prime time como presentadora de La isla de los famosos. «Llevo desde los 17 años viviendo sola y nunca he compartido casa con ninguna pareja. Todos mis novios han tenido su casita, su vida Y yo la mía. De hecho, si calculo los años que he tenido pareja puedo decir que llevo muchos más en solitario». Aventurera, viajera y «poco sociable», Paula asegura que apenas sale. «En España me agobia mucho salir, al final no hago vida aquí, porque no hay educación. Y lo digo con mayúsculas. Lo de los móviles es tremendo. Te están grabando en vídeo en cualquier circunstancia. Se acabó el respeto. Aquí todo el mundo quiere ser el pequeño Nicolás. Tú te crees que has ligado porque se te acerca un chico guapo y lo que quiere es hacerse una foto contigo para su Facebook».
Una gastroenteritis se acaba de llevar parte de los 13 kilos que Paula engordó este verano. Pero ella piensa recuperarlos. «Me veo mejor con más peso. Lleno la ropa, me salen curvas, se me quitan las arrugas de la cara...». Por eso sigue dolida con aquella foto en la que aparecía en los huesos. «Tuvieron que manipularla de algún modo. Yo no estaba así. Hay que ver cómo te ofenden cuando eres flaco Sin ningún pudor te acusan de anorexia y de bulimia».
Nacida en El Ferrol, Paula Vázquez Picallo llegó a Barcelona a los 13 años, cuando su familia emigró movida por la reconversión industrial y la privatización de los astilleros. Su físico le proporcionó trabajos esporádicos como modelo, hasta que con 16 años la fichó Antena 3 como presentadora de un programa en el que aparecía «con el pelo negro y un ojo de cada color». Aquella jovencita decía venir de Londres y Nueva York, dispuesta a contar las nuevas tendencias. «La realidad ríe Paula es que que a las 9:30 de la noche tenía que estar en casa».
Veinticinco años después, y con un colchón económico que le permite vivir sin agobios e incluso ayudar a miembros de su familia «víctimas de la crisis», esta gallega aún no se puede creer «el privilegio de haber vivido de la televisión y haber tenido una trayectoria tan larga». Pero después de un año inactiva, echa de menos el estrés. «Si pudiera pedir un deseo pediría quizá enamorarme, algo que no es fácil. Pero por encima de eso pediría un nuevo proyecto de trabajo. No tanto por el ego (ya no) sino por volver a formar parte de un equipo y tener esa ilusión que te hace levantarte por las mañanas». Dice Paula que el verbo que más escucha a su alrededor es reinventarse. «Cualquier día advierte me reinvento fuera de la tele y pongo... No sé, una panadería en Dubái».
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