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m. f. antuña
Jueves, 7 de julio 2016, 21:05
Es un trago clásico que no para de modernizarse, de crecer, de incorporar aromas nuevos, de vestirse de largo en las mejores barras, de internacionalizar sabores y saberes. El pasado año el consumo de ginebra en España creció un 25% mientras el güisqui lo hizo un 3%. No solo no es un fenómeno pasajero sino que como dice Borja Cortina, uno de los mejores cocteleros del país ha llegado para quedarse y expandirse. «Este fenómeno del gin tonic es algo que ha nacido en España, y de hecho se llama spanish style, pero lo estamos exportando a otros países, a Sudamérica, a Centroamérica, a Europa, incluso en Gran Bretaña se están arrancando a ampliar su oferta de ginebras y añadirle al gin tonic otros elementos más allá de la piel del cítrico», revela Cortina.
Del éxito planetario del combinado por excelencia se habló largo y tendido en el Gin Planet, el evento organizado por EL COMERCIO en colaboración con la empresa de eventos gastronómicos Gustatio, que ayer se celebró en la terraza del restaurante Las Delicias de Gijón, abarrotada hasta la bandera. El salón de la ginebra sirvió para constatar una realidad que sabe a gloria, que refresca y que, pese a que en España siempre ha sido la copa nocturna por excelencia y ahora se erige en el digestivo ideal, es por encima de todo el mejor de los aperitivos. «Prepara el estómago para el ágape, es amargo y ayuda a abrir el apetito», revela Borja Cortina.
Y con las nuevas ginebras en España se comercializan hoy en día más de 400 siempre hay un gin tonic al gusto del consumidor. Los botánicos se multiplican más allá del enebro en las ginebras y en las tónicas: hibiscus, rosas, cardamomo, azahar, lavanda, lima, jengibre, cilantro, mandarina, almendra, raíz de lirio... No solo eso. También los procesos de destilación se sofistican, como sucede en el caso de marcas como la cántabra Siderit, que además de emplear alcohol de centeno como se hacía en las primeras ginebras, sustituye el cobre de los alambiques por el cristal. «Hay un gin tonic para cada momento y para cada situación», subraya Borja Cortina, que ayer se afanaba en preparar combinados para Tanqueray muy bien acompañado por una preciosa coctelera vintage.
Para el gin tonic no hay coctelera que valga. El proceso de elaboración no se sirve de máquinas, sino del buen hacer de quien pone hielo compacto en la copa balón o un vaso ancho de fino cristal, lo renueve para enfriar el vidrio, retira el agua sobrante y procede a medir los cinco centilitros que dan la medida exacta del gin tonic perfecto. En las cantidades, el spanish style ha dado un giro radical del ayer al hoy. Antes el protagonismo lo tenía el alcohol y se servirían tres partes de ginebra por una de tónica, ahora es al revés. Se le resta protagonismo al alcohol y se le da a otros elementos más allá de los cítricos. Uvas, fresas, canela... Todo sirve para ponerle un toque al combinado final, pero sin pasarse. No conviene acercarse a la ensalada para evitar chistes, que hay muchos: «Hay uno que dice que si no comes las cinco piezas de fruta que tienes que comer al día es porque no tomas gin tonics», bromea Borja Cortina.
Esa copa con la medida justa de ginebra se tiene que beber con calma, se tiene que saborear y disfrutar sin que el alcohol se deje notar más allá de lo necesario. Dice Óscar Solana, de la Siderot, que un gin tonic bien hecho es a todos los efectos lo mismo que tomarse una caña.
El Gin Planet que se celebró en Gijón sirvió para reivindicar el reinado del gin tonic, pero también para mostrar cócteles realizados a partir de ginebras y otros destilados, como el vodka. Uno de ellos, el de Siderit, hecho a partir de leche de vaca.
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