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NOELIA A. ERAUSQUIN
Lunes, 15 de febrero 2016, 01:18
Mientras que unos hablan de efecto dominó, otros recurren al vuelo de una mariposa como metáfora para explicar por qué lo que sucede a miles de kilómetros puede afectar a la industria regional. Las empresas asturianas cada vez están más internacionalizadas y, en un mundo global, la desaceleración de la economía china, la caída del precio de las materias primas, el deterioro de las expectativas para los países emergentes o la inestabilidad en el mundo árabe se convierten en asuntos de vital importancia en el Principado. En realidad, estos cambios también están interconectados. Unos son consecuencia de otros y, a su vez, generan nuevas ramificaciones. Así, la ralentización del crecimiento del gigante asiático provoca el desplome de los precios de las materias primas que, a su vez, afecta duramente a los países en vías de desarrollo, ya que son los principales productores de las llamadas 'commodities'. Esta especie de cadena no se detiene ahí. Estas naciones, que hasta ahora tiraban de la economía mundial, ven reducida su entrada de recursos -sobre todo por la caída de la cotización del crudo y de los minerales- y dejan de poner en el mercado nuevos proyectos que, en su mayor parte, eran contratados a empresas occidentales, entre ellas las asturianas. El Fondo Monetario Internacional estima que cada descenso del 1% en el Producto Interior Bruto (PIB) de los emergentes resta un 0,2% en el de los desarrollados.
La caída de la cotización del petróleo tiene una doble perspectiva. En teoría, beneficia a países importadores de crudo, como España -que consume 1,2 millones de barriles al día-, pero no a las compañías que trabajan en los principales países productores, que dejan de impulsar inversiones y ralentizan e incluso paralizan las que tienen en marcha. En este sentido, el presidente de Asturfeito, Belarmino Feito, habla de «una doble moneda». Reconoce que el abaratamiento del crudo reduce los costes energéticos de muchas empresas, pero también provoca que haya menos proyectos en el mercado y una mayor competencia. No obstante, defiende que el sector del 'oil&gas' tiene una inercia de hasta dos años de ejecución, lo que permite reaccionar y tener margen de maniobra para diversificar la actividad y mantener el crecimiento. Encontrar nuevos nichos de mercado es la principal estrategia para afrontar un nuevo panorama económico en el que también se reducen los márgenes de beneficio.
Sin recetas mágicas, la industria asturiana se intenta adaptar a las nuevas circunstancias, para lo que potencia sectores en los que no tenía tanto peso, entra en otros en los que no estaba y pone el foco en diferentes zonas del planeta. Así, cada vez se mira más hacia países como India y México, que registran un sólido crecimiento, y también a Irán. Este Estado de Oriente Medio, a pesar de basar su economía en el crudo -es el cuarto productor mundial-, acaba de reinsertarse en el sistema global tras años de embargo y su despegue económico, tecnológico y científico está atrayendo inversiones de medio mundo.
Ante esta nueva coyuntura, Duro Felguera y TSK defienden que los bajos precios del petróleo favorecen la apuesta por ciclos combinados o regasificadoras, un sector en el que ambas empresas son especialmente fuertes. Para el primer ejecutivo de TSK, Joaquín García Rico, el futuro pasa también por las renovables, cuyos proyectos, a pesar de la caída del crudo, no se están viendo desincentivados. «2015 ha sido un año récord en inversión en energías limpias a nivel mundial, con una cifra que superó los 300.000 millones de euros», explica. Precisamente, hacia ese sector también se está moviendo Astilleros Gondán, que ya desde 2014 intenta reenfocar su negocio, aún demasiado expuesto al crudo. La construcción de barcos que usan las petroleras supone el 60% de su carga de trabajo, pero la pesca o las renovables empiezan a ganar peso.
Por otro lado, el director comercial corporativo de Isastur, José Antonio Álvarez, considera que los proyectos en los países en desarrollo, en los que la demanda energética crece, «seguirán siendo claves» para el grupo en los próximos años. Mientras, la vicepresidenta de Idesa, Begoña Gómez, explica que aún hay negocio en el sector del petróleo, ya que frente a la falta de nuevos proyectos, los precios bajos obligan a las refinerías a ser más rentables, autónomas y productivas, por lo que se generan oportunidades en la modernización de equipamientos existentes.
El problema del acero
Otra deriva del menor desarrollo de China se encuentra en el acero. Su Gobierno, acostumbrado a que el país creciera a un ritmo de dos dígitos, potenció la siderurgia y, en 2014, elevó su producción en 332 millones de toneladas. Ahora, cuando su PIB avanza por debajo del 7%, no solo ha dejado de importar, sino que intenta colocar su acero en el mercado internacional hasta un 59% más barato. De ello se resiente la industria del viejo continente y, dentro de ella, las plantas asturianas de ArcelorMittal, que entraron en pérdidas en diciembre y tienen unas malas perspectivas para este inicio de 2016. Ante estos resultados, los representantes de los trabajadores ya se temen ajustes, que podrían pasar por una ampliación del expediente de regulación de empleo y por un retraso en las inversiones comprometidas, pero los efectos van más allá. La Federación de Empresarios del Metal y Afines del Principado (Femetal) calcula que, aproximadamente, se crean dos empleos indirectos por cada puesto directo de la multinacional y esta ya arrancó la maquinaria para apretar a sus auxiliares. A finales del año pasado exigió a sus proveedores que rebajaran su facturación con carácter retroactivo un 15% y la crisis del acero chino aún no había llegado al grave estado actual. Por este motivo, Femetal advierte de que el convenio colectivo que se negocia para los cerca de 3.000 trabajadores de las auxiliares en Asturias «tendrá que estar influenciado por este contexto económico mundial, que pone en riesgo la competitividad de las empresas locales». En realidad, nunca llueve a gusto de todos. Con el sector siderúrgico ahogado por los bajos precios, los responsables de otras firmas se frotan las manos. Las compañías transformadoras reducen sus costes de forma significativa, aunque su peso en el PIB del Principado es menor y continúan lastradas por una factura eléctrica poco competitiva.
Otras empresas están mucho menos expuestas al petróleo o al acero. En Talleres Zitrón, la compañía gijonesa líder mundial en la fabricación de sistemas de ventilación axial, su director comercial, Pedro Quirós, asegura que aún no han notado el impacto de la nueva coyuntura económica. «De momento, la crisis nos roza», explica, aunque es cierto que sus proyectos se ejecutan a un año vista, pero no esperan que las tornas cambien en este 2016.
En el caso de DuPont, con varias plantas en Asturias ajenas a la siderurgia o al crudo, la crisis también se deja notar. El presidente de la multinacional americana en España y Portugal, Enrique Macián, reconoce que están notando la caída de precios, aunque en este caso la de los productos agrícolas, un sector que supone buena parte de su negocio. «Los agricultores no logran los mismos beneficios y compran menos fungicidas, herbicidas...», aclara, y reconoce que 2014 y 2015 fueron años duros y 2016 también se augura complicado. De momento, la multinacional ha puesto en marcha en todo el mundo un plan de ajuste para reducir sus costes en más de 600 millones de euros y conllevará la merma de su plantilla en un 10%, aunque su impacto en el Principado se espera que sea mínimo.
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