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octavio villa
Lunes, 19 de junio 2017, 09:43
Los pasados días siete y ocho de junio, algunos de los accionistas de Duro Felguera pasaron un mal trago. Las acciones se desplomaron, el primer día, un 26,19% y se quedaron en 0,62 euros por título. El susto fue mayor al día siguiente, cuando el batacazo persistió, se perdió un 17,74% adicional y las acciones de Duro bajaron hasta los 0,51 euros por cada derecho. En esa jornada bursátil, se llegó a marcar el mínimo histórico de la entidad en Bolsa, al marcar puntualmente los 0,48 euros en el electrónico del parqué madrileño.
Ese día, el valor bursátil de Duro Felguera bajó hasta los 81,6 millones de euros, lo que se sitúa por debajo, incluso, de la ampliación de capital que los seis grandes de la banca española le exigen a la empresa para dar de paso el plan de reestructuración de la deuda que tienen en marcha y para el que le han dado a Duro una tregua de medio año sobre el plazo inicialmente previsto.
El paso calendario, con todo, es inexorable. El próximo jueves, Duro Felguera afronta su junta general de accionistas sin haber definido su futuro y las entidades financieras comienzan a urgir a Duro para que adopte los pasos que se le han exigido para aprobar el plan de reestructuración de la deuda, que supondría una bocanada de oxígeno financiero para la entidad y, en principio, la garantía de su futuro.
Algunos pasos se han dado, y de hecho la propia empresa comunicó en marzo a la Comisión Nacional del Mercado de Valores que estudiaba «la realización de desinversiones en activos no estratégicos y la optimización organizativa, junto con una operación para reforzar la estructura de capital, pendiente de definir su importe, el instrumento a través del que se reforzará y si se llevará a cabo en una sola operación o en varias sucesivas. La sociedad también contempla dentro de este proceso la posibilidad de contar con un socio de carácter estratégico sin que se haya definido aún su perfil ni su forma de entrada en el capital».
La traducción es sencilla. Las dos exigencias fundamentales de la banca son que la empresa afronte una ampliación de capital de unos 90 millones de euros lo que casi inexorablemente implicaría la entrada de un socio de referencia y que el actual presidente Ángel Antonio del Valle, cese en sus funciones ejecutivas. Dependiendo de la entidad financiera, la exigencia varía desde una salida completa de Del Valle de la cúpula directiva de Duro Felguera hasta una retirada hay quien lo define como «una jaula dorada» a una presidencia no ejecutiva y la entrada de un consejero delegado de corte profesional que reconduzca la forma de gestionar la empresa hacia parámetros más acordes con los de las grandes ingenierías internacionales.
Una gran ingeniería
Porque precisamente eso es lo que es Duro Felguera. Una gran ingeniería, de capital eminentemente asturiano, con presencia en todo el mundo y con una gran experiencia acumulada tanto en el plano técnico, de ingeniería avanzada y de capacidades tecnológicas, como en el comercial, ya que los equipos que se dedican a la contratación de grandes proyectos para la empresa tienen un amplio conocimiento de los mercados internacionales, y de las particularidades de cada nación en la que operan.
Eso son valores que han llevado a Duro Felguera a tener una parte muy principal de su mercado en el extranjero y una gran proyección, pero también, en particular la parte comercial, ha supuesto una continua fuente de fricciones entre los responsables de los equipos comerciales y el presidente, por sus muy diferentes perspectivas sobre qué tipo de inversiones y gastos de representación hay que afrontar según en qué mercado para lograr contratar determinados proyectos.
Fuentes de la plantilla indican que el propio Del Valle fiscaliza «todas las facturas» y que «cualquier gasto de representación superior a los 200 euros tiene que visarse en Gijón». Uno de los efectos de esta tensión permanente ha sido que Duro ha sufrido una cierta descapitalización en su capital intelectual, tanto en el plano comercial como en el de la ingeniería.
Pero si esa actitud de Del Valle es un problema para la banca, otro aún mayor es el hecho de que el año pasado el consejo de administración que el propio Del Valle domina decidiera repartir dividendos entre los accionistas, con una deuda viva de 225 millones de euros que en el primer trimestre de 2017 llegó a los 244 que actualmente declara la propia compañía. Ese dominio de Del Valle se reforzó tras la dimisión del presidente de la comisión de auditoría económica de Duro, Javier Valero, como consejero.
El reparto de dividendos sentó especialmente mal entre algunos de los bancos con los que Duro negocia, toda vez que lo equiparan a llenarse los bolsillos mientras sigue debiéndoles 244 millones de euros.
No todo es negativo. La reciente incorporación del presidente de Zima Capital, Miguel Zorita, como asesor del consejo de administración de Duro
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