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Amador Gómez
Domingo, 30 de noviembre 2014, 19:32
Aitor Zabaleta Cortázar, el aficionado de la Real Sociedad apuñalado en 1998 en las inmediaciones del Vicente Calderón, y Manuel Ríos Suárez, el seguidor del Deportivo agredido en 2003 en Santiago de Compostela, eran hasta este domingo los últimos asesinados por ultras del Frente Atlético y de Riazor Blues, que recientemente también habían protagonizado diversos enfrentamientos con radicales de otros equipos. Aitor Zabaleta tenía 28 años cuando perdió la vida a manos de un miembro de una facción denominada Bastión. Manuel Ríos, 31, cuando falleció a causa de una patada en el hígado propinada por un hincha de Riazor Blues, en los aledaños del estadio de San Lázaro.
Desde 1982, ya son nueve los muertos como consecuencia de la violencia en el fútbol, aparte de otros dos que fallecieron tras ser alcanzados por sendas bengalas lanzadas en los estadios del Cádiz y del Espanyol, en la década de los 80 y los 90. Cinco de las víctimas murieron después de ser agredidas por hinchas radicales, incluso de su propio equipo, como le ocurrió al deportivista Manuel Ríos, cuando intentaba proteger a un joven que vestía la camiseta del Compostela y estaba siendo golpeado por los Riazor Blues.
Las peleas entre ultras, que se citan a través de las redes sociales y acuden a sus encuentros con rivales incluso cargados ya con barras de hierro, palos de madera y artefactos pirotécnicos, entre otros objetos, son frecuentes entre los hinchas que recurren habitualmente a la violencia antes y después de los partidos. En ocasiones, se producen entre representantes de equipos que ni siquiera militan en la misma categoría, sino que mantienen una rivalidad histórica, caso del Sevilla y el Betis. Desgraciadamente, los enfrentamientos suelen pasar desapercibidos y no causan ninguna alarma social, al no saldarse con fallecidos, sino con heridos o simplemente detenidos, algunos de ellos con antecedentes penales, que apenas son castigados con multas propuestas por Antiviolencia.
Las batallas premeditadas suelen estar vinculadas al antagonismo de ideologías políticas extremas, por encima de rivalidades deportivas. En el caso concreto del Frente Atlético y de Riazor Blues, los ultras rojiblancos y blanquiazules se han visto implicados en los últimos meses en enfrentamientos con radicales del Valencia, que ya no responden a las siglas de Yomus. El pasado octubre, en los prolegómenos del Deportivo-Valencia, ultras de ambos equipos se pelearon en la zona del paseo marítimo de A Coruña, con lanzamiento de bengalas incluido y, aunque la Policía llegó a intervenir, no se produjeron detenciones. La semana anterior habían sido los Ultras Sur quienes habían provocado un enfrentamiento en las cercanías del Ciutat de València contra aficionados del Levante.
Los ultras del Atlético, que recientemente también se citaron a través de internet con radicales del Sevilla en un bar de gasolinera, también se vieron involucrados la pasada temporada en sendos actos violentos con sus homólogos del Valencia. Los ultras del equipo blanquinegro, 72 de los cuales fueron identificados, lanzaron el pasado mes de diciembre, horas antes del partido Atlético-Valencia, un bote de humo a un bar cercano al Calderón frecuentado por miembros del Frente y amenazaron a los seguidores del equipo colchonero. Según el diario Las Provincias, la agresión de los radicales del Valencia a los del Atlético tuvo tintes de venganza, ya que pretendía ser la respuesta a un acto similar ocurrido en la capital del Turia, concretamente, en un bar frecuentado por yomus que hinchas rojiblancos atacaron durante la eliminatoria disputada entre ambos equipos en la Liga Europa.
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